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El calor extremo favorece la deshidratación y afecta al corazón, los músculos, la piel y la función renal. Se pierden más minerales y el cuerpo se fatiga más rápido. Las personas con enfermedades crónicas —como diabetes, problemas respiratorios o afecciones cardiovasculares— son especialmente vulnerables, al igual que los niños y los adultos de más edad.
El cuerpo humano mantiene normalmente una temperatura interna estable entre 36 y 37 grados, gracias a mecanismos como la respiración, el sudor y la circulación sanguínea. Sin embargo, cuando la temperatura exterior se eleva de forma extrema, estos sistemas se ven sobrecargados, lo que puede provocar alteraciones en la memoria, el estado de ánimo, el comportamiento, el sueño y el apetito.
Cómo afectan las altas temperaturas al cerebro
Una de las regiones más sensibles al calor es el hipotálamo, que actúa como centro de control vital. Este núcleo cerebral regula funciones esenciales como la temperatura corporal, el hambre, la sed y el sueño, además de que también influye en las emociones y el comportamiento.
La doctora María García Galant, jefa del Servicio de Neuropsicología del Hospital HM Nou Delfos, explica que “cuando se produce este fenómeno, el hipotálamo se concentra al máximo en mantener el cuerpo fresco y, si es necesario, extrae recursos del lóbulo frontal, donde se alojan funciones como la flexibilidad cognitiva, la atención, la memoria de trabajo y el razonamiento”. Por este motivo, la función cognitiva general también se ve comprometida.
🧠 Cambios emocionales y pérdida de apetito
Además, el sistema límbico, encargado de gestionar las emociones, puede verse alterado, lo que genera “inquietud, apatía, irritabilidad e incluso agresividad. La sobreexcitación del hipotálamo también impide conciliar el sueño y descansar con normalidad”, comenta la especialista.
Otro efecto del calor extremo es la disminución del apetito. El cuerpo entra en modo de ahorro energético, lo que reduce la necesidad de ingerir alimentos. En cambio, aumenta la demanda de líquidos para mantener la hidratación, convirtiendo al agua en esencial durante las olas de calor.

Las personas con enfermedades neurológicas, las más vulnerables
Los efectos de las altas temperaturas son más evidentes en las personas que padecen una enfermedad o trastorno neurológico. Especialmente en pacientes con demencia, epilepsia o daño cerebral adquirido, el calor puede intensificar episodios de confusión, desorientación y agitación.
La doctora García advierte que “el calor extremo, la deshidratación y los cambios de rutina propios del verano, como pueden ser los viajes, la interrupción de terapias o las alteraciones del entorno habitual pueden actuar como un desencadenante de síntomas neurológicos o comportamentales, como un síndrome confusional«. Además, añade que «ciertos tratamientos farmacológicos, como los psicótropos o anticolinérgicos, pueden aumentar la vulnerabilidad ante un golpe de calor con manifestaciones cognitivas, conductuales o neurológicas”.
👉 Ante este escenario, los especialistas recomiendan mantener, en la medida de lo posible, las rutinas habituales, asegurar una hidratación constante y evitar la exposición solar en las horas de mayor calor. También subrayan la importancia de adaptar las actividades de estimulación cognitiva para mantenerlas activas durante el verano, aunque sea con mayor flexibilidad.
Con el calor, todo el organismo colapsa
Cuando las temperaturas se mantienen elevadas durante periodos prolongados, el cuerpo entra en una situación de estrés fisiológico que puede desembocar en un colapso multisistémico. Los más vulnerables son las personas con enfermedades crónicas, como diabetes o patologías cardiovasculares y respiratorias, además de los niños, las mujeres embarazadas y los mayores.

🥵 Sistema cardiovascular
Ante el calor, el organismo dilata los vasos sanguíneos para disipar temperatura, lo que reduce la presión arterial. Para compensar, el corazón incrementa su ritmo y fuerza, lo que puede aumentar el riesgo de taquicardias, arritmias e incluso episodios cardiovasculares graves en personas con antecedentes.
🥵 Sistema renal
La pérdida de líquidos y electrolitos por la sudoración intensa favorece la deshidratación. Si estos no se reponen de forma adecuada, el cuerpo puede caer en una insuficiencia renal aguda, especialmente peligrosa para quienes ya presentan patologías renales o cardíacas.
🥵 Aparato respiratorio
El calor seco y la mala calidad del aire dificultan el intercambio de gases en los pulmones. Esto puede agravar síntomas respiratorios en pacientes crónicos, como quienes padecen asma o EPOC, aumentando el riesgo de crisis respiratorias.
🥵 Piel y regulación térmica
El sudor es el principal mecanismo del cuerpo para reducir la temperatura. Sin embargo, cuando la humedad ambiental sube, la evaporación se ve comprometida, lo que impide el enfriamiento natural del organismo. Esto puede derivar en quemaduras solares, erupciones cutáneas o un peligroso golpe de calor.
Cuatro consejos para reducir los efectos del calor extremo

Ante las olas de calor, los profesionales médicos de Sanitas dan una serie de recomendaciones para reducir los riesgos asociados a las altas temperaturas. Estas son las principales medidas que debemos tener en cuenta:
✔️ Mantener una humedad adecuada
El uso de humidificadores puede aliviar la sequedad ambiental, lo que facilita la respiración y evita irritaciones en ojos, nariz y garganta, sobre todo en viviendas con ambientes muy secos.
✔️ Acondicionar la vivienda
Para conservar una temperatura interior estable, se recomienda cerrar persianas en las horas de mayor exposición solar. También es importante optar por colores claros en paredes y cortinas, ya que ayudan a reflejar el calor y mantener los espacios más frescos.
✔️ Evitar el ejercicio físico intenso
Realizar actividad física en las horas centrales del día incrementa el esfuerzo del sistema respiratorio y eleva el riesgo de deshidratación, fatiga y complicaciones cardiovasculares. Es preferible hacer ejercicios suaves en ambientes frescos o bien ventilados.
✔️ Reconocer los síntomas del golpe de calor
Fiebre alta, piel seca, agotamiento, dificultad para respirar, mareos o confusión son señales de alerta. Ante cualquiera de estos síntomas, se debe acudir de inmediato al médico.