Entrevista

Lidia Buisán, miembro del Grupo de Opinión del Observatorio de Bioética y Derecho del Parque Científico de Barcelona

El donante vivo no debería ser la primera opción cuando se necesita un órgano
Por Clara Bassi 3 de enero de 2012
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Imagen: CONSUMER EROSKI

El donante vivo necesita más protección y que se tomen medidas para minimizar los riesgos físicos, psicológicos, económicos y sociales que puede sufrir debido a su acto altruista de ceder un órgano -un riñón o un hígado- a otra persona. La donación de vivo no debería ser nunca la primera opción y, si lo fuera, debería ser por una razón muy justificada. Además, faltan estudios para conocer los efectos que el donante vivo puede tener a largo plazo. Este es el planteamiento del “Documento sobre Trasplantes de Órganos de Donante Vivo”, elaborado por el Grupo de Opinión Observatorio de Bioética y Derecho (OBD), de la Universidad de Barcelona (UB) y presentado en el Parque Científico de Barcelona (PCB). Lo comenta en esta entrevista Lidia Buisán, miembro del grupo multidisciplinar que lo ha redactado, profesora de Ética Médica de la UB y exjefa del Área de Anestesiología, Reanimación y Tratamiento del Dolor del Hospital General de L’Hospitalet, en Hospitalet de Llobregat (Barcelona).

¿Qué órganos se pueden donar en vivo?

El riñón y el hígado. El resto de órganos que se donan proceden de un donante que ha fallecido (cadáver).

¿Qué requisitos debe cumplir el donante vivo para poder donar sus órganos?

Ser mayor de edad, estar sano y en plenas facultades mentales para que su consentimiento sea válido. Estos son los requisitos que plantea la Ley 30/1979 de 27 de octubre, de extracción y trasplante de órganos.

¿Qué representa la donación de vivo respecto al total de donantes?

El porcentaje de donantes vivos de riñón se ha incrementado en los últimos años hasta alcanzar el 10,7% del total en España en el año 2010, fruto del estímulo de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT), a través de su Plan Estratégico Donación 40. La ONT aspira a llegar al 15%. En Cataluña se ha superado, puesto que la cifra ya ha llegado al 25% en 2010.

¿Por qué es importante promover la donación de vivos?

“Al ampliarse la edad y los criterios de inclusión de pacientes en la lista de espera, ha aumentado la necesidad de órganos”

En principio, todas las donaciones de riñón eran de donante vivo. Pero a partir del desarrollo de los fármacos inmunosupresores, se comenzaron a efectuar las donaciones de cadáver con buenos resultados y la donación mayoritaria se desplazó a estas últimas. A raíz de la Ley de 30/1979 de extracción y trasplantes de órganos, se empezaron a extraer órganos a pacientes fallecidos por muerte encefálica, sobre todo, a causa de accidentes de moto en los que no llevaban casco. Cuando se impuso la obligatoriedad de llevarlo, disminuyó la incidencia de estos accidentes y también la de donantes por muerte cerebral.

¿Qué ocurrió después?

Se desarrollaron otras técnicas de obtención de órganos en asistolia o a corazón parado. Y también aumentó la lista de espera para recibir un órgano, al incluirse a pacientes con edades que antes no se aceptaban o con ciertos hábitos de vida o enfermedades que antes tampoco se incluían. Al ampliarse la edad y los criterios de inclusión en la lista de espera, ha aumentado la necesidad de órganos.

Se ha comentado que la entrada en vigor del carné por puntos ha disminuido la tasa de accidentes de tráfico y, en consecuencia, las posibilidades de obtener órganos.

Es muy probable que esto sea así por la disminución de los accidentes de tráfico, el uso del casco, los límites de velocidad u otro motivo. Para el receptor es mejor recibir un órgano de un donante vivo sin tiempo de isquemia (en el que el órgano no recibe oxígeno), que sí tiene el órgano de cadáver. De un vivo a un vivo, el receptor recibe un órgano en perfectas condiciones, de modo que los resultados son superiores.

¿Qué riesgos tiene un donante vivo tras la donación?

Los riesgos físicos de la donación de riñón son distintos a los del hígado. El primero tiene un riesgo de mortalidad del 0,3 por mil, es decir, fallecen 3 de cada 10.000 donantes de riñón, según la bibliografía médica. A corto y largo plazo, estas donaciones registran en torno a un 10% de complicaciones leves y moderadas durante el posoperatorio inmediato. En cambio, el donante de hígado tiene un riesgo de mortalidad del 0,3%, lo que significa que mueren 3 de cada 1.000, y después de la intervención el riesgo de complicaciones es de un 15%, que pueden ser graves.

¿Qué les ocurre por el hecho de quedarse sin un riñón o una parte del hígado?

“A largo plazo, si el donante de hígado no tiene ninguna complicación, el órgano se regenera”

Sucede un hecho irreversible: a una persona se le extrae un riñón, sin la certeza de que este injerto tenga una supervivencia larga para el receptor, ya que puede sufrir un rechazo. Por esta razón, el donante vivo nunca debería ser la primera opción y, si lo es, la causa tiene que estar muy justificada. De hecho, en el caso del riñón, el receptor puede vivir igual con la diálisis. La intervención le ofrece mayor calidad de vida, pero podría vivir sin él. En el caso de la donación de hígado, es diferente, porque el receptor sí se juega la supervivencia. Le cede un lóbulo del hígado, que se le implanta al receptor, y si este donante no tiene ninguna complicación, a largo plazo se le regenera el órgano. A veces, pueden sufrir fatiga y dolores.

Pero en los últimos años estos riesgos se han reducido, ¿no es cierto?

Se intentan minimizar. Se buscan órganos para beneficiar a los receptores y la comunidad trasplantadora internacional reconoce que los trasplantes de donante vivo se tienen que hacer de tal forma que se minimicen las consecuencias en cada caso, para que la confianza en el sistema sanitario no se vea afectada. El proyecto europeo ELIPSY recomienda crear un registro de donantes vivos desde el año 2008. Pero hace 50 años que se realizan extracciones de este tipo y, en Cataluña, por ejemplo, el registro de donantes vivos de riñón es de 2008. ¿Cómo podemos conocer los resultados que causan las donaciones de órganos, a largo plazo, en los donantes vivos sin registros? Por eso, en nuestro documento, proponemos que los estudios de los riesgos a largo plazo los realicen grupos independientes (no los especialistas en trasplante, cuyo interés es estudiar la supervivencia del injerto, que también es legítimo). Cuando hablamos del receptor, este sabe perfectamente lo que le puede pasar, tiene toda la información.

¿Qué sucede con el donante vivo?

Del donante vivo se conocen solo aspectos a corto y medio plazo. No obstante, para protegerle más, son necesarios más estudios para conocer qué efectos puede tener la donación de un órgano de un donante vivo a largo plazo.

En el documento, ustedes también hablan de riesgos psicológicos. ¿Cuáles son?

“La donación está pensada para emparentados genéticamente, como padres e hijos, pero también se da entre la pareja e, incluso, entre amigos”

En principio, la donación está pensada para personas emparentadas genéticamente, como padres e hijos, pero también se puede ampliar, cuando hay una relación afectiva, a la pareja e, incluso, a un amigo. Cuando un miembro de la familia necesita un órgano, puede haber presiones psicológicas de los familiares para que otro miembro se lo ceda. Si este potencial donante se decide, se queda sin un riñón y no tiene garantías de que su órgano sobreviva en el receptor o de que este tenga una supervivencia más larga.

¿Las mujeres tienden a ceder más los órganos a sus parejas que a la inversa?

Hay quien justifica esta tendencia con argumentos como que la enfermedad que determina la necesidad de un órgano afecta sobre todo a los hombres. También es cierto que, en el momento de donar a un hijo, si los dos progenitores son compatibles, las madres son las donantes mayoritarias. Nuestra recomendación es que no se realice un sesgo de género, de forma que donen tanto hombres como mujeres.

¿Quisiera hacer un apunte final?

“La ley nos obliga a todos a ser donantes, excepto si hemos manifestado lo contrario”

Es muy importante saber que a nivel mundial el tráfico de órganos aumenta. La donación de vivo podría enmascararlo, puede abrir la puerta al tráfico ilegal de órganos que, en España, está penado por la ley. La legislación está basada en el altruismo, la solidaridad, el consentimiento informado y sus efectos terapéuticos. Pero si una persona dice que cederá un órgano a un amigo, ¿cómo podemos objetivar que lo sea, que haya un altruismo detrás de esta donación y no una compensación económica? Es algo peligroso. Por eso, decimos que no se deben promocionar las donaciones de vivos como primera opción, a menos que estén muy justificadas, porque pueden enmascarar la venta ilegal de órganos, que es una realidad mundial en aumento.

Sin embargo, hay médicos que defienden que para el receptor es preferible la donación de un donante vivo porque se consiguen mejores resultados clínicos.

Sí, porque piensan solo en el receptor. Nuestro documento está centrado en el donante vivo y no hay duda de que la donación de vivo es mejor para el receptor y más barata, pero antes debemos promocionar el hecho de no perder el 15% de donantes de cadáver que aún perdemos, porque todavía hay este porcentaje de negativas familiares. La ley obliga a todos a ser donantes, excepto si hemos manifestado lo contrario.

DISCRIMINADOS POR LOS SEGUROS DE SALUD Y DE VIDA

Los riesgos físicos y psicológicos no son los únicos que tiene el donante vivo, ya que también cuenta con riesgos de tipo laboral y económico. Por un lado, la legislación española no contempla la donación de órganos como una causa de incapacidad temporal, de modo que con una interpretación restrictiva del art. 128 de la Ley General de la Seguridad Social no sería posible estar de baja, aunque con una interpretación ampliada, sí. En la actualidad, para no acudir al trabajo tras una donación, los pacientes deben pedir días de vacaciones, días libres sin cobrar sueldo o solicitar un permiso especial acordado con la empresa, entre otras opciones. El nuevo documento elaborado para proteger a los donantes recomienda que la incapacidad laboral para la donación se reconozca de manera explícita en la legislación laboral, destaca Lidia Buisán.

Por otro lado, los seguros de salud, de vida y los préstamos hipotecarios también les discriminan, ya que pueden estar penalizados, e inclusive perderlos, por los cambios en la salud del donante de forma voluntaria. Por ello, debería articularse alguna fórmula que lo evite, como la creación de un fondo de garantías que cubra las posibles consecuencias de la donación y que les permita no perder sus derechos por realizar un acto altruista, según Buisán.

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