Entrevista

“Diagnosticar pronto la enfermedad renal crónica, que afecta a una de cada siete personas y puede ser mortal, no cuesta ni un euro”

Emilio Sánchez, presidente de la Sociedad Española de Nefrología (SEN) y jefe del Servicio de Nefrología del Hospital de Cabueñes de Gijón
Por Francisco Cañizares de Baya 1 de marzo de 2024
Emilio Sánchez nefrólogo SEN
Los programas de detección precoz de algunos tipos de cáncer (mama, colon, próstata) han salvado millones de vidas, porque el pronóstico de esta enfermedad en una etapa temprana es mucho mejor que en fases avanzadas. Se discute ahora si debe hacerse lo mismo con los pacientes con riesgo de cáncer de pulmón (a través de una tomografía computerizada a bajas dosis), pero en España, de momento, se ha descartado por su alto coste. Sin embargo, este debate no se plantea en otras enfermedades muy frecuentes que no presentan síntomas al comienzo y podrían beneficiarse de una medida semejante. Instaurar programas para detectar precozmente la enfermedad renal crónica, que afecta al 15 % de la población, tendría un coste insignificante. El jefe del Servicio de Nefrología del Hospital de Cabueñes de Gijón, Emilio Sánchez, acaba de ser elegido presidente de la Sociedad Española de Nefrología (SEN) y se ha fijado como objetivo para los próximos tres años convencer a las autoridades sanitarias de la necesidad de implantar esta medida.
¿Por qué es importante la salud renal?

El riñón forma parte del aparato cardiovascular. De hecho, nos referimos cada vez más al sistema cardiovasculorenal porque la mayor parte de las enfermedades que afectan al corazón o al sistema vascular lo hacen también al riñón. Además, es una patología muy prevalente. En España, uno de cada siete ciudadanos tiene algún grado de enfermedad renal crónica y un número muy importante fallecen de forma prematura por eventos cardiovasculares. Por lo tanto, cualquier estrategia para reducir el porcentaje de personas con esta patología es bienvenida.

Si es tan importante, ¿por qué se habla tan poco de ella?

Como presidente de la SEN me he propuesto el objetivo visibilizarla. Muchas personas se ocupan de su colesterol y se hacen pruebas para prevenir el cáncer de próstata o el de mama, y está muy bien, pero si uno sale a la calle y pregunta qué es un nefrólogo, estoy seguro de que nueve de cada diez personas no sabrían contestar. Somos más de 3.000 profesionales en España y atendemos al 15 % de la población con enfermedad renal crónica, una patología que es imprescindible que demos a conocer para prevenirla y reducir el número de afectados.

¿Qué relación guarda con el estilo de vida?

Tiene una relación directa con cuatro factores: dieta, hidratación, consumo de tabaco y obesidad.  Si abordáramos estos cuatro aspectos, reduciríamos de forma drástica el porcentaje de personas con enfermedad renal crónica sin utilizar un solo fármaco. De ahí la importancia de la divulgación.

Vayamos uno por uno. ¿Cómo debe ser la dieta?

Tenemos que apostar por la dieta mediterránea. En España ya se hace, pero hay que seguir abogando por una dieta rica en frutas y verduras que nuestra tierra es capaz de dar en abundancia.

En relación con la hidratación se escuchan recomendaciones muy variadas y en ocasiones contradictorias. ¿Cuánta agua hay que beber al día?

Se trata de favorecer que la gente está hidratada y beba con sentido. Digo esto porque ahora hay una moda, sobre todo entre los jóvenes, que consiste en estar todo el día bebiendo y tomar tres o cuatro litros de agua. No hay ninguna necesidad, se trata de beber cuando se tiene sed, en torno a un litro y medio al día.

¿Por qué es importante el tabaquismo en la salud renal?

En mis charlas utilizo una diapositiva con un cigarrillo con el título ‘Autopsia de un asesino’. Un cigarrillo tiene más de 400 tóxicos, muchos de los cuales son capaces de disminuir el oxígeno y activar mecanismos que dañan al riñón. Otros producen daño en las arterias porque acaban cerrándolas, se produce fibrosis (exceso de tejido) y se generan trombos. Al cerrarse las arterias, no llega sangre al riñón y estos se van secando, lo que da lugar a cánceres de riñón y la vía urinaria.

Sobre el tabaquismo se ha difundido mucho su relación directa con el cáncer de pulmón, pero no con el de riñón. ¿A qué lo atribuye?

A la falta de divulgación de la salud renal. Hay un dato muy revelador: es muy infrecuente que una persona tenga cáncer de vías urinarias si no ha fumado. Y esa es una asociación que se da casi en el 100 % de los casos. El consumo de tabaco no solo produce cáncer de pulmón, sino que genera mucha patología cardiovascular y renal. Por eso hay que convencer a la gente para que no fume, y en España lo hace todavía casi un tercio de la población. Hemos fallado en el relato del impacto que tiene el tabaquismo en la salud.

¿La obesidad tiene tanto peso en la salud renal como el tabaquismo?

Es fundamental. Hablamos del cuarto pilar de la salud renal. La obesidad se asocia a la patología cardiovascular y renal de forma espectacular. La evolución resulta muy preocupante. Cuando yo viajaba a Estados Unidos al acabar la carrera, hace 25 años, veía una cantidad de gente obesa espectacular, pero no la había en España. Sin embargo, ahora sí: el porcentaje se ha disparado aquí. 

¿La evolución de algunos de los factores que ha señalado demuestra que no nos tomamos en serio la prevención?

En España tenemos un magnífico sistema de salud, aunque tiene problemas organizativos. Pero, sí, falla en una cosa: la prevención. Se habla muy poco de ella en cualquier patología y en la enfermedad renal crónica aportaría numerosos beneficios.

¿El perfil del paciente con enfermedad renal crónica, entonces, es el de una persona con obesidad y fumadora?

Esa es la base. Todas estas personas tienen más riesgo de desarrollar hipertensión arterial y diabetes, que es la estación intermedia. Son las principales causas de enfermedad renal crónica en España. Ese es el itinerario de esta patología.

¿Es fácil de diagnosticar?

Muy sencillo. Para diagnosticar la enfermedad renal crónica solo necesito una gota de sangre y una de orina. La gota de sangre se usa para determinar una molécula que se llama creatinina y con ella calcular un parámetro, el filtrado glomerular. Hacerlo cuesta 25 céntimos de euro. La gota de orina sirve para determinar la pérdida de proteínas, lo que denominamos microalbuminuria, y hacerlo vale 50 céntimos. Diagnosticar precozmente la enfermedad renal crónica, que afecta a una de cada siete personas y puede ser mortal, no cuesta ni un euro.

Una persona que, por ejemplo, sea fumadora y tenga obesidad, ¿cómo puede despejar la duda de si sufre enfermedad renal crónica? ¿Debe pedir un análisis a su médico?

El diagnóstico deberíamos hacerlo en Atención Primaria porque la mayoría de los pacientes no se sienten enfermos, no tienen síntomas que les hagan ir al médico. Hablamos de una enfermedad silenciosa, no da síntomas hasta las etapas finales. Por eso, si conseguimos que todo aquel que tenga un perfil de riesgo se haga la prueba, habremos avanzado mucho. Es tan sencillo que en la SEN tenemos que conseguirlo como sea. Tenemos que convencer a las autoridades sanitarias para que hagan el mismo llamado para las personas con enfermedad crónica que se hace para la prevención del cáncer de colon.

Una vez que se ha diagnosticado, ¿cómo puede evitarse su progresión?

Por suerte estamos viviendo uno de los momentos más dulces de la nefrología. Durante los últimos 20 años solo hemos tenido un grupo terapéutico para tratar esta enfermedad: los inhibidores de sistema renina-angiotensina. Sin embargo, en los últimos dos años han aparecido nuevos fármacos. Dentro de nada vamos a tener disponibles cuatro pilares para el tratamiento con los que esperamos que la enfermedad renal crónica progrese de una forma mucho más lenta.

¿La perspectiva final de una persona con enfermedad renal crónica es la diálisis?

Llegar a diálisis es una tragedia porque altera mucho la calidad de vida, supone muchas molestias para el paciente y la familia y tiene unos costes sanitarios elevadísimos. El aspecto positivo es que llegan los supervivientes, los que no fallecieron por el camino. Por desgracia, la inmensa mayoría fallecen antes de un evento cardiovascular.

En las últimas semanas se ha hablado de la extensión de la diálisis domiciliaria. ¿Qué valoración hace?

Si se llega a la diálisis, sin duda, es mejor hacerla en tu entorno, con tu gente, siendo autónomo, sin estar sujeto a horarios y pudiendo viajar. Es importante difundir esta opción por los beneficios clínicos que aporta, que es lo que nos debe mover, y por otro lado, porque supone un ahorro para el sistema sanitario.

¿La última opción para una persona con enfermedad renal crónica es el trasplante de riñón?

La última o la primera, según lo miremos. Es la primera porque es la mejor. Entre someterte a diálisis y estar trasplantado es mejor lo segundo porque, tras la cirugía, puedes hacer una vida normal. Debemos ser ágiles y trasplantar a todo paciente con enfermedad renal crónica avanzada que pueda ser trasplantado. Estamos intentando meter a gente en lista de espera para un trasplante antes de que llegue a diálisis. También fomentamos la donación en vida recurriendo a familiares o amigos que le donen un riñón.

¿Hay órganos para todos los que necesitarían un trasplante?

La inmensa mayoría de los pacientes no van a acceder a un órgano porque tienen patologías asociadas que impiden que sean candidatos a un trasplante. Y aquí incluyo de personas con la enfermedad muy avanzada, a quienes tengan enfermedad cardiovascular grave o aquellos que presenten algún proceso tumoral o infeccioso activo. Acaba trasplantándose el 25 % de las personas que están en diálisis.

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