Cuidado con el calor

En verano, el calor excesivo y mantenido en el tiempo puede convertirse en un riesgo para la salud sobre todo de niños, ancianos y personas con enfermedades crónicas
Por Montse Arboix 1 de agosto de 2014
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Imagen: team.ddef

En el periodo estival, es fundamental extremar las precauciones y protegerse de las altas temperaturas. Esta medida preventiva es esencial sobre todo entre la población más vulnerable a sufrir deshidratación y golpe de calor, como son los niños, los bebés, los ancianos y las personas con enfermedades crónicas, ya que en ellos pueden tener consecuencias más graves. Este artículo describe quiénes están más en riesgo ante la canícula estival, por qué y qué medidas ayudan a mantener la temperatura corporal a raya.

El calor, cuando es excesivo y de forma prolongada, puede convertirse en un peligro para la salud de las personas. Las temperaturas extremas provocan pérdida de líquidos y de electrolitos (sales minerales) que pueden descompensar las enfermedades crónicas, y agravarlas, o producir deshidratación. Los niños, las personas mayores, las embarazadas y las lactantes son quienes tienen más riesgo de sufrir deshidratación.

Con el calor, los ancianos se deshidratan más rápido, tienen poca sensación de sed y olvidan ingerir líquidos
Sed intensa, pérdida de apetito, sensación de malestar, fatiga y dificultad para concentrarse, debilidad y dolor de cabeza son los primeros síntomas de esta falta de hidratación, aunque también la presencia de piel pálida y húmeda, sudoración profusa, pulso débil y respiración superficial, además de vómitos.

Los ancianos pueden manifestar, asimismo, confusión mental y orina concentrada; y los niños y bebés, llanto sin lágrimas, piel y mucosas secas, ojos hundidos, piel con coloración grisácea y menor cantidad de orina de la que cabría esperar.

¿Quién debe extremar las precauciones ante la canícula?

Las personas con un mayor riesgo de sufrir las consecuencias de las altas temperaturas son:

  • Mayores de 65 años, sobre todo las personas más ancianas y que dependen de otros para realizar las actividades de la vida diaria; los que tienen restringida la movilidad o están encamados; personas con enfermedades crónicas como patologías cardiovasculares, diabetes, EPOC, insuficiencia renal, enfermedad de Parkinson o de Alzheimer o patologías psiquiátricas.
  • Personas que toman fármacos antidepresivos, neurolépticos, antihistamínicos, diuréticos, betabloqueantes o que tienen un consumo crónico de alcohol. Tomar más de un fármaco aumenta el riesgo.
  • Individuos que viven solos y que tienen poco contacto social. Si además residen en los últimos pisos del edificio y la vivienda está mal acondicionada para soportar los rigores del verano, el riesgo se incrementa.
  • Quienes tienen sobrepeso o un peso muy por debajo de lo que sería deseable.
  • Trabajadores, deportistas o personas que pasan varias horas en el exterior, y más si hacen actividad que requiera un esfuerzo importante.
  • Niños menores de cuatro años, sobre todo los bebés de menos de un año.
  • Quienes ya han sufrido enfermedades provocadas por el calor.

Ancianos: evitar el golpe de calor

En la época estival, los especialistas de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) recuerdan que es vital prevenir el golpe de calor sobre todo en la población anciana. Las personas mayores, junto con los niños, responden peor a los rigores del verano. Son la población más susceptible a las altas temperaturas, se deshidratan con mayor rapidez, tienen poca sensación de sed y olvidan ingerir líquidos. Si además la persona sufre alguna enfermedad crónica, obesidad y toma fármacos, el riesgo de sufrir un golpe de calor se ve aumentado.

Los ancianos son más sensibles al golpe de calor porque tienen los mecanismos de compensación del frío y el calor enlentecidos. Además, es una población que per se no está bien hidratada, puesto que tiene alterada la sensación de sed, lo que hace que no beba lo suficiente. Esta situación empeora con las altas temperaturas estivales, que provoca que aumente la deshidratación, ya que el cuerpo intenta compensar esta falta de líquido con la sudoración, lo que agrava aún más la situación. Se crea, entonces, un círculo vicioso que hace que el organismo no pueda refrigerarse de manera adecuada y aumente la temperatura corporal.

Los síntomas de temperatura corporal alta o hipertermia son: dolor de cabeza, sensación de boca seca y pastosa, náuseas, vómitos, mareos, escalofríos, piel seca y enrojecida, calambres musculares en brazos, piernas o vientre, desorientación, pérdida de conciencia o confusión y ausencia de sudoración ante las temperaturas altas.

Prevenir el aumento de la temperatura corporal

Para evitar la hipertermia, los expertos señalan que es fundamental:

  • Ingerir líquidos aunque no se sienta sed: agua, infusiones, zumos de fruta y evitar las bebidas alcohólicas.
  • Seguir una dieta sana, equilibrada y ligera e incrementar el consumo de frutas y hortalizas. No tomar comidas condimentadas de digestión pesada.
  • Evitar estar en el exterior entre las 12:00 y las 16:00 horas y, por supuesto, permanecer a pleno sol.
  • No realizar actividades que provoquen esfuerzo y sudoración en momentos de calor, aunque sea recoger la cocina o arreglar el hogar.
  • Proteger la casa del calor manteniéndola fresca y ventilada. En las horas de mayor insolación lo mejor es bajar las persianas y abrirlas cuando se haya puesto el sol. Refrescar el ambiente con aire acondicionado o con ventiladores.
  • No permanecer en vehículos estacionados o cerrados.
  • Utilizar ropa ligera, ancha, de tejidos naturales (como el algodón) y de colores claros, además de usar sombreros o gorras para proteger la cabeza y gafas homologadas para el sol. Cubrir la mayor parte del cuerpo: la ropa protege del sol y contribuye a la evaporación del sudor.
  • Remojarse de manera frecuente la cabeza, la cara y la ropa.
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