No sólo el trabajo y la excesiva ocupación son causa de estrés. Algunos expertos aseguran que el verano también nos altera psicológicamente. Según José María Galparsoro, doctor especialista en medicina interna, «la luz ayuda, más que el calor, a superar nuestros estados de cansancio y depresivos y ello es debido al aumento de la melatonina, que nos estimula y nos da alegría». «No ocurre lo mismo -añade- con el calor y la humedad, que nos agobian».
Pero no son sólo las circunstancias climáticas las que nos llevan al estrés veraniego, sino la forma en que encaramos nuestros problemas y el modo rápido de vivir propio de nuestro tiempo. «Las personas se escapan de las ciudades, donde se encuentran presas. Y las vacaciones son caras. Viajar al Caribe, Egipto o Bali cuesta dinero. Hay quien puede permitírselo, pero otros no. Muchos recurren a préstamos bancarios, que luego cuesta pagar. Estas circunstancias generan estrés», explica Galparsoro.
El verano se presta también a una mayor convivencia entre padres e hijos y entre los dos miembros de la pareja y ello puede desencadenar nuevos conflictos cuando hay problemas sin resolver, según destacan los psicólogos. «Ello depende de la ilusión que se tenga en la educación de los hijos. Si a los padres les gusta jugar y pasar rato con los niños, las vacaciones no tienen por qué ser un motivo de estrés, y lo mismo ocurre con la pareja. Si ambos comparten la educación de los hijos y las tareas que competen a todos, el verano no tiene por qué ir en contra de la familia», indica el experto vasco.
Falta de sueño
La falta de horas de sueño o el dormir mal debido al calor o al ruido, habitual en algunas zonas vacacionales, redunda en un cansancio que merma la energía personal. «Se puede dormir mal todo el año, pero cuando la temperatura sube de los 22 grados por la noche, los problemas para conciliar el sueño aparecen», apunta Galparsoro. «Además están los viajes, que nos alteran. La carretera produce tensión. Si uno tiene que conducir, el viaje no depende sólo de él, sino del modo en que conducen los demás. Si viaja en avión y a sitios lejanos, el ritmo de sueño se altera», precisa.
Además, los golpes de calor y el viento sur favorecen la irritabilidad. «Eso es algo demostrado. La gente, con el excesivo calor y la humedad, se encuentra más alterada. Y el viento sur agrava los problemas psiquiátricos», agrega el especialista.
Fin de las vacaciones
Quien tiene tendencia a sufrir cambios de ánimo, se verá seguramente afectado por el fin de las vacaciones. «A mi me encanta volver a mi ciudad y recuperar mi trabajo», afirma el médico. «Pero conozco a mucha gente que lo pasa mal. He conocido a personas que sufren un auténtico síndrome postvacacional. Se parece al que la gente siente los domingos por la tarde, sólo por pensar que el lunes se retoma la rutina laboral. Habría que estudiar qué es lo que hace que nos sintamos tan mal. Seguramente algo funciona mal en nuestro trabajo».
El verdadero problema de nuestro tiempo, que puede acentuarse en verano, es el estrés, asegura José María Galparsoro. «El denominador común del tipo de vida que llevamos es el estrés brutal al que estamos sometidos. He sido médico de familia durante 40 años y he podido comprobar que muchos de los trastornos que llevan a la gente al ambulatorio son de tipo psicosomático. Si uno sabe relajarse, aunque esté muy ocupado, y logra escapar del estrés, dejará de desarrollar cierto tipo de dolencias. El cuerpo y la mente están íntimamente relacionados».
Hay situaciones vitales estresantes, como la muerte de un ser querido. Pero conviene estar alerta para no dejarse afectar por otras circunstancias menos extremas que pueden conducirnos a la sobrecarga psicológica. «Conviene no olvidar que uno se va de vacaciones para liberarse del estrés o las tensiones que ha acumulado», afirma Galparsoro. «Hay que aprender a relajarse y elegir el tipo de vacaciones que más nos convienen. A veces buscamos el paraíso al otro lado del océano y lo tenemos a la vuelta de casa».