Evaluar las necesidades del anciano y los recursos económicos, claves para elegir una residencia

El internamiento debe ir precedido de visitas a diversos centros para garantizar la buena acogida del anciano
Por EROSKI Consumer 17 de octubre de 2002

Aunque el hogar es siempre la primera opción y la más recomendable para el cuidado del anciano, para muchas familias no existe esta alternativa, por lo que necesitan buscar una residencia. Esta búsqueda debe planearse a conciencia y con la intención de encontrar un auténtico hogar para el mayor. Una serie de pasos ayudarán al anciano y sus familiares a optar por la opción más adecuada a sus necesidades.

Antes de nada, es necesario plantearse todas las alternativas posibles. Para ello, Antonio Burgueño, médico especialista en geriatría, aconseja elaborar un «plan» en el que se tendrán en cuenta varias cuestiones: las necesidades del mayor, los recursos económicos disponibles, las ayudas a las que se tiene acceso y las asociaciones que puedan orientar a la familia en cada caso particular. De hecho, asociarse -especialmente en situaciones límites como el Alzheimer- aporta importantes apoyos, económicos y psicológicos, tanto al anciano como a la familia.

El primer paso una vez optado por el internamiento será valorar los recursos con los que cuenta la familia, es decir, si se tiene acceso a una residencia pública o si, por el contrario, la elección se limita a un centro privado. En este último caso, hay que tener en cuenta que, como mínimo, una residencia para dependientes tendrá un coste de 1.200 euros al mes. «Por menos de este precio, dudaría de su calidad», asegura Burgueño, «a menos que sea una residencia sin afán de lucro». Por otro lado, tener derecho a una residencia pública no significa dejar de buscar, comparar y evaluar centros, ya que pueden existir privadas que ofrezcan más ventajas por su cercanía o por las actividades y cuidados ofertados.

Voluntad del mayor

En esta fase de búsqueda y selección debe tenerse en cuenta la voluntad y decisión del mayor siempre y cuando sus facultades mentales no estén alteradas, puesto que será él quien pase el resto de su vida entre esas paredes. En caso contrario se designará un tutor que pueda tomar las decisiones en su lugar.

Una vez elegido el tipo de residencia -pública o privada-, es conveniente optar siempre por la más cercana a los familiares para garantizar que las visitas sean frecuentes y evitar el desarraigo del mayor. Además, ésta es la mejor manera de asegurar el buen estado del familiar. «Un buen centro a 10 kilómetros de distancia, a la larga, puede ser mejor que un excelente centro que está a 70 kilómetros de distancia», aseguró Burgueño. En el caso hipotético de que hubiera varias en esta situación, la cuestión económica se convertirá, entonces, en un factor de peso en la decisión final.

Pese a ello, no hay que olvidar que el criterio principal será siempre asegurar que las necesidades especiales del anciano estén bien atendidas. Y, de nuevo la opinión del anciano y de su cuidador habitual es muy valiosa en este punto, ya que es quien mejor conoce los cuidados que requiere.

Cita obligada

La visita en persona a la residencia es un paso obligado y decisivo antes de reservar definitivamente plaza; de hecho, puede considerarse el más importante en el proceso de selección. Durante la visita, el familiar debe estar atento a pequeños detalles que en principio podrían pasar desapercibidos, pero que esconden las claves sobre la calidad de la residencia.

Antonio Burgueño aconseja «no dejarse llevar por el aspecto hotelero de la fachada o la entrada» que pueden conducir a error. «Aunque la higiene y las atenciones sean perfectas, puede que la calidad de vida que den sea mala». El recorrido por el centro se planeará mentalmente para estar atento a cualquier intento del guía por evitar una habitación o una zona de la residencia.

Es conveniente que quienes acudan al centro soliciten que una persona responsable le acompañe durante el recorrido e intenten ir a aquellos lugares en los que puede haber residentes recibiendo atenciones, como el comedor, el salón o la enfermería.

Visitas frecuentes

La precaución no se acaba con la obtención de la plaza. Una vez ingresado el mayor, los familiares y el propio interno deben seguir atentos a los mismos detalles que al comienzo para asegurar un trato correcto. Las visitas frecuentes son la mejor forma de comprobar el buen estado del mayor cuando éste no se encuentre en plenas facultades mentales para ser consciente por sí mismo.

Por otro lado, como recuerda Antonio Burgueño, el residente y sus familiares deben de tener claro que ingresar en una residencia no significa ceder el derecho de decisión a la dirección sobre sus cuidados médicos, actividades o disposición de su dinero. «El residente tiene el mismo derecho que un ciudadano de a pie, incluso algunas protecciones especiales contempladas en la ley», explicó. Ser tratado con respeto, tener información sobre los costes de su internamiento, la libre administración económica o un espacio propio en el que conservar su intimidad son algunos de sus derechos básicos que deben estar contemplados.

La existencia de una Junta de residentes integrada por los propios internos evita la actitud paternalista de determinados directivos y amplia la capacidad de elección del anciano y su familia.

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