Estrés durante el embarazo

Las hormonas del estrés pasan de la madre al feto a través de la placenta, según señala un estudio
Por Malen Ruiz 14 de agosto de 2007

Las situaciones de estrés durante el embarazo no son algo deseable, ni para la madre ni para el futuro hijo, según desvelan investigadores británicos. Como sucede en tantos otros aspectos durante la gestación, lo que le pasa a la madre afecta en mayor o menor medida al feto. Pese a que el estudio, publicado en la revista “Clinical Endocrinology”, indica que a las 17 semanas se produce exposición a hormonas del estrés, todavía se desconoce como afecta al feto.

Las hormonas de estrés se vuelcan en el torrente sanguíneo de una persona cuando está en situación de ansiedad. Estas hormonas tienen un efecto positivo a corto plazo porque ayudan al cuerpo a enfrentarse a una situación percibida como peligrosa. Sin embargo, la duración excesiva de este estado tiene efectos perjudiciales, como el cansancio, la depresión o la facilidad para enfermar. El estrés durante el embarazo se traspasa de la madre al feto, seguramente mediante las hormonas del estrés a través de la placenta.

Presencia de cortisol

Desde las 17 semanas de gestación, la cantidad de la hormona principal del estrés, el cortisol, en el líquido amniótico que rodea el feto, está relacionada de manera directa con el nivel de esta hormona en la sangre de la madre, según han comprobado científicos británicos en 267 mujeres embarazadas. Es el feto el que produce en su mayor parte el líquido amniótico, de forma que la presencia del cortisol refleja su exposición a la sustancia. Es una relación química directa, aseguran los autores del estudio, que se hace más fuerte a medida que avanza la gestación.

Una de las etapas en la que el ser humano resulta más susceptible a la influencia del ambiente es cuando se está desarrollando en el útero

En animales ya se había demostrado que altos niveles de estrés en la madre durante el embarazo pueden afectar a la función cerebral y al comportamiento de los descendientes. Sin embargo, los mecanismos de afectación y los plazos de mayor afectación del feto en humanos siguen sin estar claros. El estudio ahora publicado, en la revista «Clinical Endocrinology», es el primero que indica que ya a las 17 semanas ya se produce exposición a hormonas del estrés.

Susceptibilidad fetal

«Somos todos el producto de nuestra historia de desarrollo», comenta la investigadora Pampa Sarkar, «y una de las etapas en la que resultamos más susceptibles a la influencia del ambiente es cuando nos desarrollamos en el útero». La experta señala que todavía hay que investigar más para desentrañar los mecanismos por los cuales el estrés maternal afecta al feto, tanto durante su vida fetal como su niñez. «No queremos preocupar sin razón a las mujeres embarazadas. Recordamos que una de las mejores formas de que la gente evite el estrés no específico es que lleven una vida sana y equilibrada».

Sin embargo, todas las mujeres que están embarazas o lo han estado saben que no es nada fácil evitar el estrés durante ese periodo, por ejemplo, el que sufren al someterse a pruebas diagnósticas como la amniocentesis (análisis del líquido amniótico) para conocer si el feto sufre alguna enfermedad que aconseje el aborto, como es el caso de la trisomía 21, indicativa del síndrome de Down.

Un estudio anterior del mismo equipo publicado el año pasado, también sobre embarazadas de alrededor de 17 semanas, evaluó el estado de ansiedad de éstas antes de la prueba así como su nivel de cortisol en sangre y lo comparó con un número de casi el triple de embarazadas como control. Las pruebas psicológicas indicaron un estado de gran ansiedad en las mujeres a la espera de amniocentesis, y se confirmó que iba acompañado de un aumento de cortisol en la sangre (la traducción fisiológica de este estado), aunque este incremento fue sólo moderado.

ANSIEDAD MATERNAL

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En Cádiz se realizó hace unos años un curioso estudio para dilucidar si existe relación entre el nivel de ansiedad maternal durante el embarazo y el comportamiento del feto, que se basó en el supuesto estado de mayor ansiedad precedente a la prueba de amniocentesis. En el hospital universitario de Puerto Real se estudió un pequeño grupo de embarazadas a las 15 semanas de gestación, la mitad de las cuales iban a someterse a la prueba. Se midieron varias sustancias presentes en la sangre, entre ellas la glucosa y el cortisol, así como otras en el líquido amniótico de las que se sometieron a la amniocentesis.

Además, se observaron los movimientos del feto al mismo tiempo, distinguiendo entre patadas, hipo, movimientos bruscos y contacto entre la mano y la cara. Los investigadores concluyeron que no había diferencias constatables entre los movimientos del feto en las mujeres que mostraban un mayor estado de ansiedad y las que mostraban un estado menor. Sin embargo, sí observaron una posible relación entre el nivel de glucosa en la madre y el mayor o menor movimiento del feto.

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