Entrevista

Josep Vidal, especialista del servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Clínic de Barcelona

«La obesidad es un trastorno muy arraigado en nuestra forma de vivir»
Por Jordi Montaner 7 de enero de 2008
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Imagen: Ned Raggett

El wolframio, un metal muy preciado en la siderurgia, puede marcar pronto un hito en el tratamiento de los trastornos metabólicos. Mientras se especula con que unas sales de este metal pudieran suplir el papel de la insulina en la diabetes, el equipo de Josep Vidal, del Hospital Clínic de Barcelona, ha puesto en marcha la fase II de un ensayo clínico con tungstato sódico (derivado del wolframio), destinado a medir su efecto sobre la obesidad. La palabra ‘wolframio’ deriva de dos términos alemanes, ‘wolf’ (lobo) y ‘rahm’ (baba), y tiene su origen en la superstición de los mineros medievales sajones, que creían que el diablo se les podía aparecer en forma de lobo que habitaba las profundidades de las minas corroyendo la casiterita con sus fauces. Lo cierto es que la casiterita se encontraba a menudo impregnada de un ácido corrosivo rico en sales de tungstato.

¿De la mina a la farmacia?

Fue Joan Guinovart, químico de la Universidad de Barcelona, el primero en experimentar con tungstato sódico bajo la pretensión de mimetizar la acción de la insulina en la diabetes. Guinovart se puso en contacto con Ramon Gomis, del Clínico de Barcelona, para llevar a cabo estudios ‘in vivo’. Se vio entonces que, con independencia de mejorar la resistencia a la insulina de las ratas diabéticas estudiadas, lo que el tungstato sódico hacía era disminuir considerablemente el peso de los animales enfermos. No obstante, queda todavía mucho trabajo por hacer para que el tungstato sódico sea reconocido oficialmente como tratamiento anti-obesidad y pueda ser comercializado.

¿Casualidad?

Como tantas veces en el decurso de la ciencia, buscando una respuesta se da con otra. Guinovart, al igual que otros grupos de expertos, sigue investigando con las propiedades del tungstato sódico en la diabetes, pero los avances están ganando ahora más terreno en la obesidad. Superada la fase I de los ensayos clínicos, y habiendo certificado que este producto no es tóxico y que puede administrarse a dosis seguras en individuos sanos, nos disponemos a ensayar su efecto por primera vez en personas con sobrepeso u obesidad.

¿Cómo actúa este compuesto en el interior del cuerpo humano?

«Queremos adelgazar y a la vez seguir llevando la misma vida que propicia que engordemos»

No lo sabemos. Los experimentos llevados a cabo con animales de experimentación nos hacen pensar que el tungstato sódico no sólo podría mimetizar la acción de la insulina, sino también la de la leptina, hormona encargada de interactuar con el cerebro y reajustar los desequilibrios energéticos mediante señales que se traduzcan en menos hambre y un mayor gasto calórico. De todos modos, los hallazgos de la experimentación animal no siempre se traducen a la clínica humana y debemos aguardar a que la fase II de los ensayos concluya para conocer mejor lo que ocurre de verdad.

Para esta fase II sólo se han reclutado pacientes de género masculino. ¿Por algún motivo?

Por el simple hecho de que en la fase I no intervinieron mujeres y, al ser la primera vez que el tungstato sódico se ensaya en humanos, preferimos pecar de cautos y ceñirnos sólo al perfil de seguridad de la primera fase del ensayo. Pero es evidente que a la larga estudiaremos su efecto en mujeres, empezando posiblemente por las posmenopáusicas con sobrepeso u obesidad.

El índice de masa corporal seleccionado se ciñe a pacientes con obesidad leve o moderada. ¿Quedarán excluidos del posible beneficio los obesos mórbidos?

Siendo modestos, no podemos esperar del tungstato sódico un efecto marcadamente superior al de otros fármacos anti-obesidad previamente comercializados. Sabemos que el éxito de estos agentes se limita a casos en los que una reducción de cinco kilos se traduce también en un descenso de la hipertensión o la resistencia a la insulina importantes. En los obesos mórbidos se requieren pérdidas de peso muy importantes para las que tal vez esté más indicada una cirugía bariátrica.

Pues el bisturí puede acabar ganándole la partida a los fármacos.

Es cierto que se abusa de la cirugía bariátrica y que se deposita en ella falsas expectativas, pero el problema no es tanto de que los remedios más conservadores fallen sino de una falta de cultura sanitaria en general. La obesidad no se maquilla ni se desmaquilla con facilidad, es un trastorno de profundo arraigo en nuestra forma de vivir.

Entonces, un consejo vale más que mil pastillas.

Operar a un obeso o recetarle un tratamiento no va a servir de nada sin la imprescindible motivación. Paradójicamente, queremos adelgazarnos para seguir llevando luego la misma vida que propicia que engordemos. Disponemos de armas químicas y quirúrgicas para curar el sobrepeso y la obesidad, pero ante todo debemos tomar conciencia de que nos hallamos ante un problema de base que requiere un estilo de vida mucho más sobrio que el de costumbre.

¿Cultura o biología?

Ambas cuentan. El hambre es un mecanismo tan unido a nuestra supervivencia que no es fácil de adiestrar; como tampoco la satisfacción de los placeres y la sensación de bienestar o de plenitud. La conducta del hambre guarda una relación estrecha con otras facetas del comportamiento, cuyo desbarajuste más común es la obesidad. Sin conciencia de esta realidad, tratar la obesidad del obeso sería como hinchar un neumático reventado. La motivación, la toma de conciencia de por qué engordamos y de que se trata de un problema crónico y de actitud resultan la mejor garantía de éxito en todo tratamiento contra la obesidad.

LA SEGUNDA FASE
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Imagen: Dora Mitsonia

Durante el ensayo en fase II, el equipo de Josep Vidal de la Unidad de Obesidad del Hospital Clínic de Barcelona valorará por primera vez los efectos del tungstato sódico sobre la obesidad en humanos. El estudio se llevará a cabo con 40 pacientes de entre 18 y 65 años con un índice de masa corporal (IMC) entre 30-40 kg/m2. El objetivo principal del ensayo es asesorar la efectividad del tungstato sódico como adelgazante tras su administración durante un periodo de seis semanas. Pero el estudio también medirá otros factores como los cambios en la composición corporal (% de grasa), gasto energético o apetito.

El tungstato sódico dispone ya de buenas credenciales como agente eficaz contra la obesidad en modelos animales. Dos estudios publicados en 2005 en las revistas ‘Endocrinology’ y ‘Proteomics’ identificaron posibles dianas para esta sal derivada del wolframio y demostraron que el producto en cuestión previene el aumento de peso corporal, mejora el perfil metabólico asociado con la obesidad y reduce la adiposidad en ratas obesas alimentadas con una dieta alta en grasas.

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