Entrevista

José Buendía, profesor de Psicopatología de la Universidad de Murcia

Cuando fallan familia y trabajo se enciende la luz roja del estrés
Por Clara Bassi 2 de septiembre de 2008
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Imagen: CONSUMER EROSKI

Amar, trabajar y disfrutar. Quien cultiva estas tres metas en la vida está más protegido frente al estrés que quien sólo se centra en poseer bienes materiales. Por eso, cuando fallan la familia y el trabajo a la vez, dos situaciones estresantes, se enciende una luz roja: las personas en esa situación pueden estar a punto de enfermar. Junto a los problemas en la familia y en el trabajo, el estrés económico, más habitual en tiempos de crisis, es otra de las fuentes reconocidas de estrés. José Buendía, profesor de Psicopatología, vinculado a la Universidad de Murcia, y autor del libro “Familia y Psicología de la Salud”, habla de todos estos factores desencadenantes del estrés.

Todos hablamos mucho del estrés, ¿pero cómo se define?

Hay una gran confusión respecto al estrés. Nos encontramos con personas que se lo toman como una patología, pero no lo es. El estrés surge cuando un individuo no puede cambiar de forma adecuada toda la presión que está recibiendo. Sería como llenar con mucha agua un río, de modo que llega un punto en el que ésta no cabe por el canal. El trabajo, la familia y otros factores, si no se pueden controlar ni canalizar, o determinadas situaciones, si son duraderas y agudas, pueden dar lugar a ciertas enfermedades, pero el estrés en sí no es una patología, sino un factor desencadenante de trastornos.

¿Cuáles son las consecuencias físicas y psíquicas del estrés?

Las consecuencias dependen de la vulnerabilidad de cada persona. Pero hay que poner el acento en dos: el infarto agudo de miocardio (IAM), que está relacionado con ciertos niveles de estrés, y la depresión, que está muy relacionada con el estrés.

¿Reúne un amplio abanico de síntomas?

Sí, una persona que es muy vulnerable a nivel intestinal sufrirá trastornos digestivos; otras, problemas dermatológicos o trastornos de ansiedad o depresión. Estamos en una sociedad del bienestar que produce mucho estrés debido a las expectativas inalcanzables que se nos plantean.

¿Puede precisar?

Una disminución importante de ingresos, un reajuste empresarial, cambiar de trabajo o de horarios y las vacaciones son acontecimientos estresantes

Se aprecian dos grandes fuentes de estrés. Unas veces el problema está en la familia, donde se viven cambios y modificaciones en la estructura familiar. Cuando a alguien le falla la familia, se apoya sobre todo en el trabajo e, incluso, puede que aumente su ritmo laboral. Y cuando la dificultad está en el trabajo, “burnout”, estrés o “mobbing”, la persona afectada se refugia en la familia.

¿Quiere decir que el problema aparece cuando fallan la familia y el trabajo?

Exactamente, cuando fallan ambas cosas, se enciende la luz roja del estrés.

¿Cómo puede saber una persona que se ha encendido esa luz y qué debe hacer?

Puede que no se dé cuenta y que la persona con la que tiene una relación más íntima -un amigo o familiar- sea quien le diga que “algo pasa”. Cuando tienes un problema, debes ser positivo y permitirte pensar.

¿Es necesario consultarlo con un psicólogo?

Más que acudir a un psicólogo de entrada, uno debe atreverse a pensar. Algo cambia cuando uno piensa, lo que ocurre es que no tenemos tiempo o no queremos. Una vez que pensamos, podemos atrevernos a comunicar nuestra opinión, decirla públicamente e, incluso, actuar en consecuencia. En la vida, la fuente de los trastornos mentales o psicológicos, en el fondo, es la ambivalencia: “quiero, pero no”. Cuando uno se analiza y establece una relación estrecha entre lo que piensa, dice y hace, eso le protege.

¿Es cierto que las vacaciones pueden generar más estrés respecto a otros periodos de trabajo intenso?

Las vacaciones son un momento para el ocio que hay que aprovechar. A la vuelta al trabajo, muchas personas piensan que sufren síndrome postvacacional, pero éste no existe: uno vuelve a encontrarse con los problemas que dejó antes de iniciar las vacaciones y que no había resuelto. Las vacaciones hay que llenarlas de actividades satisfactorias y saludables, sin obsesionarse en exceso. Además, los problemas de pareja suelen aparecen en primera línea durante las vacaciones, ya que se convive de forma muy estrecha. La prueba es que, a su vuelta, hay más separaciones y divorcios. Las relaciones ya no están destinadas a durar toda la vida. Se mantienen sólo bajo ciertas condiciones. Son frágiles.

¿Qué le parece la idea de trabajar las 60 ó 65 horas que propone la Unión Europea?

Me parece desproporcionado e innecesario en una sociedad como la nuestra, eso es propio de un entorno donde es necesario para subsistir físicamente. Las personas no viven para trabajar, trabajan para vivir. Lo importante es vivir. En una investigación internacional participaron personas mayores de México, Cuba y España, de 90, 95 y hasta 105 años a las que se preguntó por qué merecía la pena vivir, la pregunta clave que resuelve el estrés, y respondieron que “para amar, trabajar y disfrutar”. Una persona que se centre en lograr esas metas en su vida tendrá menos riesgos de enfermar por estrés que una persona que lo ponga todo en poseer bienes, dominar y subyugar.

Muchas personas trabajan más porque no llegan a fin de mes, más ahora, cuando se vivien tiempos de crisis. ¿La crisis económica genera estrés?

Indudablemente. Nosotros hemos trabajado el impacto psicológico del desempleo, una situación en la que apenas se cuenta con ingresos. Estas personas sufren estrés, al igual que aquéllas con contratos laborales muy precarios. Estos son factores de estrés muy importantes que se miden en las escalas de estrés como las de Holmes y Rahe: el despido, la jubilación, sufrir una disminución importante de ingresos, un reajuste empresarial, cambiar de tipo de trabajo o, incluso, de horario y las vacaciones, son acontecimientos estresantes, cambios en la vida a los que apenas hay tiempo para la adaptación. Asimismo, si una persona realiza una actividad laboral por encima de sus capacidades o tiene una preparación superior a la actividad que le han encomendado, podrá sufrir estrés.

AFRONTAR EL ESTRÉS ECONÓMICO
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Imagen: David Playford

Disponer de pocos ingresos o sufrir una disminución de los mismos es un factor reconocido como desencadenante de estrés. En la actualidad, muchas familias españolas se encuentran en esta difícil situación de falta o escasez de ingresos que “genera mucho malestar y estrés”, afirma José Buendía. Es lo que se conoce como estrés económico. Pero, ¿cómo afrontarlo? Por un lado, el experto sostiene que se debe enseñar a administrar mejor el dinero, empezando con los niños. De entrada, se deben buscar estrategias para intentar resolver los problemas económicos cuando es posible. Por otro lado, cuando no se pueden resolver, hay que aprender a convivir con ellos. “Todo individuo debe saber que hay que vivir con estrés”, explica Buendía.

Hay técnicas cognitivas para aprender “el arte de usar la cabeza” que ayudan a modificar patrones de pensamiento desadaptativos y a controlar la mente. En lugar de autocastigarse, las personas aprenden a elevar su autoestima y a trabajar en su defensa con estrategias de afrontamiento, como meditar, evitar enfadarse y los comportamientos hostiles, lo que es crucial porque “la hostilidad tiene un efecto boomerang”, incide el especialista, en la que la primera víctima de su efecto es la persona que la causa.

Las técnicas de afrontamiento son muy eficaces y ayudan a descubrir las causas específicas que las producen y analizar la situación desencadenante y también la personalidad del sujeto que sufre estrés. “La persona que se enfrenta al estrés con éxito, practica la actitud de las tres “ces”: combativa, comprometida y controlada”, según Buendía. Asimismo, “otra técnica que nunca falla, la más eficaz, es la del individuo que respira bien. Así, en una situación de estrés consigue estar controlado”. Y, por último, se deben practicar las técnicas de relajación o de autocontrol, muy útiles en momentos de tensión y de malestar.

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