Entrevista

Armando Pérez de Prado, cardiólogo intervencionista del Hospital de León

La enfermedad coronaria es responsable del 60% de las muertes de adultos con diabetes
Por Jordi Montaner 8 de julio de 2008
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Imagen: CONSUMER EROSKI

Pérez de Prado opera, en el Hospital de León, a pacientes coronarios con la intención de restaurar el flujo sanguíneo en un vaso obturado. No es cirujano y lo que practica no es, en realidad, cirugía, sino intervencionismo coronario percutáneo (PCI), la alternativa a la cirugía vascular convencional. Con él hablamos de esta técnica y de su aplicabilidad en pacientes diabéticos.

Los cirujanos torácicos les miran a ustedes por encima del hombro…

Existe una controversia sobre qué método da superiores resultados sin que se haya dilucidado aún cuál es mejor. Posiblemente haya pacientes que se beneficien mejor de la anastomosis arterial coronaria por injerto (CABG), que es el método quirúrgico; mientras que otros, que no son pocos, sacarán provecho de un intervencionismo coronario percutáneo (PCI).

¿Qué es un PCI?

Es una angioplastia coronaria, un método no quirúrgico para resolver la oclusión del vaso taponado ideada por el cardiólogo vienés Andreas Grüntzig en 1977, y que hoy día forma parte de la rutina en cualquier unidad hospitalaria de cardiología. Se trata de aprovechar la vía de un catéter (dispositivo que se puede introducir en vena o arteria, entre otros) para implantar una prótesis impregnada o no con fármaco que desobstruya el vaso y evite una reoclusión (que el vaso vuelva a cerrarse al retirar la sonda).

Usted ha tomado parte en Barcelona en el congreso EuroPCR 2008 y ha incidido en el reto de intervenir a pacientes diabéticos con coronariopatía.

“Es necesario plantear indicaciones y técnicas quirúrgicas específicas para el paciente diabético”

El EuroPCR constituye en estos momentos el encuentro más importante en materia de intervención cardiológica en Europa. En esta ocasión ha congregado a 12.000 profesionales procedentes de todas partes del mundo, especialmente de países europeos, pero también de América, Asia y Oriente Medio.

Y del encuentro de este año, ¿qué destacaría?

En uno de los simposios del congreso, diabetólogos, cirujanos cardiacos y cardiólogos intervencionistas hemos debatido sobre la mejor alternativa para tratar al paciente diabético con enfermedad coronaria. Ocurre que en esta enfermedad la diabetes mellitus empeora el resultado a corto y largo plazo tanto de CABG como de PCI.

¿En qué sentido?

Tanto cirujanos como cardiólogos intervencionistas nos enfrentamos al reto de tener que intervenir en pacientes con peores lechos vasculares, mayor morbimortalidad, peor pronóstico, menor permeabilidad a largo plazo de injertos venosos o radiales. En mi opinión, es necesario plantear indicaciones y técnicas quirúrgicas específicas para el paciente diabético. Por otro lado, sabemos que un control estricto de la glucemia mejora los resultados de la cirugía a corto, medio y largo plazo.

Y si el paciente, encima, es fumador…

Los individuos diabéticos no fuman más ni menos que los no diabéticos. El tabaquismo aumenta mucho el riesgo en mujeres diabéticas, no tanto en hombres (por razones todavía no aclaradas). Sabemos que un abandono tácito del hábito disminuye el riesgo, pero hace falta advertir que éste persevera aún 10 años después de haber apagado el último cigarrillo.

La diabetes puede que sea un obstáculo, pero el verdadero reto lo constituye la enfermedad coronaria “per se”.

Lo peor, en cualquier caso, es cuando se dan ambas circunstancias. La enfermedad coronaria es responsable del 60% de muertes en pacientes adultos con diabetes. El riesgo se multiplica por dos en los hombres y por cuatro en las mujeres.

Una combinación peligrosa.

De hecho, sabemos que en el 8% de los pacientes diagnosticados de diabetes mellitus subyace una enfermedad vascular periférica, tasa que alcanza el 45% a los 20 años de enfermedad. En los diabéticos, además, el riesgo de ictus se multiplica por cuatro. A modo de conclusión, podríamos decir que las complicaciones cardiovasculares en pacientes diabéticos intervenidos son de dos a seis veces más frecuentes que en pacientes no diabéticos.

UNA COMPLICACIÓN A LA ALZA
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Imagen: Patrick J. Lynch

La diabetes está adquiriendo en el mundo proporciones de epidemia global. Se cree que en el año 2025 habrá 330 millones de diabéticos. En este tipo de pacientes, las enfermedades cardiovasculares son las responsables del 70% de los ingresos hospitalarios y del 80% de las muertes, de modo que hoy las principales asociaciones científicas ven a la diabetes como una enfermedad cardiovascular.

Enfermedad macrovascular y microvascular, progresión acelerada de aterosclerosis, afectación coronaria, menor calibre de los vasos coronarios, desarrollo pobre de circulación colateral, incremento del riesgo aterotrombótico, agregabilidad plaquetaria aumentada, sinergismo con fenómenos inflamatorios y disminución de mecanismos fibrinolíticos son algunas de las principales complicaciones a que deben hacer frente los terapeutas.

Se conoce que los pacientes con diabetes mellitus mayores de 30 años tienen un riesgo cardiovascular comparable al de pacientes no diabéticos con un infarto agudo de miocardio previo, independientemente del sexo y del tipo de diabetes, por lo que no caben titubeos a la hora de plantear un tratamiento intensivo y preventivo de complicaciones. Dicho tratamiento se lleva a cabo hoy día de forma multifactorial, incluyendo un control de glicemia, de los niveles de presión arterial o nivel lipídico, combinando medidas higiénico-dietéticas con tratamientos farmacológicos.

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