El estrés, la obesidad o el tabaco son algunos de los factores que favorecen la hipertensión, una enfermedad que afecta al 30% de la población adulta y que se caracteriza por la ausencia de síntomas y su carácter crónico. En la mayoría de los casos, los pacientes hipertensos descubren que lo son por casualidad, en reconocimientos médicos de empresa o similares, lo que conlleva que un tercio de los afectados esté aún sin diagnosticar y que un 80% no siga un tratamiento médico de control.
Enfermedad silenciosa
La hipertensión o presión arterial elevada es una enfermedad que afecta al 30% de la población adulta y al menos a la mitad de las personas mayores de 60 años. Una cifra nada despreciable que, sin embargo, según indica el presidente de la Sociedad Hipertensión y Riesgo Cardiovascular del País Vasco, Jesús Morán, “no es alarmante”.
La razón es que los datos se repiten en la mayoría de los países occidentales, lo que supone que los facultativos se hayan acostumbrado a ellos. “No cabe duda de que es un problema de primer orden, pero no alarmante”, matiza Morán.
El principal inconveniente de la hipertensión radica, sobre todo, en su afán por pasar desapercibida. Y es que está considerada por los expertos como una enfermedad silenciosa. “No presenta ningún síntoma visible, el enfermo suele conocer que la padece cuando se somete a un reconocimiento en la empresa o realiza el chequeo previo al examen de conducir”, advierte Morán. “El problema surge cuando no se pasa ninguno de estos controles”, añade.
Situaciones como la descrita por el doctor desembocan en estadísticas preocupantes, como la que señala que en torno a un tercio de los hipertensos no está diagnosticado y que aproximadamente la mitad desconoce su situación. De este último grupo, según datos de la Sociedad Española de Hipertensión (SEH), la mitad no sigue tratamiento y, de los tratados, sólo la mitad está controlado.
El hecho de que un 80% de los afectados no reciba la medicación necesaria para controlar la presión arterial se traduce en una elevada tasa de mortalidad asociada a las enfermedades cardiovasculares, que alcanza el 40% de la mortalidad global.
Por esta razón, los expertos recomiendan medir la presión arterial “al menos una vez al año”, así como los adolescentes cuyos padres sean hipertensos y a todas las personas mayores de 45 años, tengan o no antecedentes familiares. “Es muy importante que cada uno conozca su presión arterial”, señala Jesús Morán.
Infarto de miocardio, principal consecuencia
Una presión arterial alta es, sin duda, perjudicial para la salud. No sólo porque produce complicaciones al combinarse con otras enfermedades, sino porque el efecto sobre los denominados órganos diana (cerebro, corazón y riñón) es fatal. “En el hipertenso las arterias se endurecen a medida que van soportando la presión alta de forma continua, se hacen más gruesas y tortuosas, pudiendo verse dificultado el paso de la sangre”, argumentan desde la SEH.
El principal riesgo para el paciente es el infarto de miocardio: un hipertenso no tratado tiene como media diez veces más riesgo de morir por esta causa que un individuo con tensión normal, debido a que el corazón es obligado a trabajar con mayor intensidad y se produce un aumento del tamaño del músculo cardíaco.
Asimismo, se contempla la posibilidad de sufrir daños en el cerebro (hemorragia o derrame, pérdida de memoria, parálisis) o complicaciones renales que desemboquen en un proceso de diálisis e, incluso, un trasplante de riñón. Además, la hipertensión acelera la aparición y desarrollo de placas de colesterol en las paredes de las arterias y aumenta la probabilidad de formación de trombos.
Factores de riesgo
Si bien la hipertensión es una enfermedad que carece de síntomas, existe una serie de factores que pueden derivar en dicha anomalía y originar serias complicaciones para la salud. La SEH, junto con el Ministerio de Sanidad y Consumo, reconoce que “el estricto control de los factores de riesgo puede reducir hasta un 34% las posibilidades de que aparezcan complicaciones coronarias, como angina de pecho, infarto de miocardio o muerte súbita”.
Una alimentación saludable, la práctica de ejercicio físico y el consumo moderado de alcohol y tabaco minimizan las posibilidades de padecer hipertensión. Pero, sobre todo, es necesario seguir “a rajatabla” el tratamiento farmacológico impuesto por el médico. Estos son los principales factores de riesgo:
- Colesterol: Combinado con un elevado índice de presión arterial, el colesterol favorece los ataques cardíacos. Una dieta equilibrada es clave para reducir la presión y el colesterol, que debe mantenerse por debajo de 200 miligramos por decilitro de sangre.
- Diabetes: En esta enfermedad la hipertensión encuentra un buen aliado para los accidentes cardiovasculares y de riñón. En este caso, los pacientes deben extremar las precauciones porque la mayoría de los diabéticos (40-60 %) son hipertensos.
- Tabaquismo: Los fumadores tienen hasta seis veces más probabilidades de sufrir una alteración cardiovascular. De hecho, el tabaco causa la mayoría de los infartos de adultos entre 25 y 40 años. Un riesgo que sólo admite una solución posible: abandonar el hábito de fumar de manera definitiva.
- Menopausia: Durante este periodo, las mujeres dejan de producir estrógenos y la incidencia de la hipertensión aumenta de forma considerable hasta alcanzar al 40% de las mujeres mayores de 60 años. También se produce un aumento progresivo de la diabetes.
- Obesidad: La obesidad lleva asociados el resto de factores de riesgo, lo que la convierte en el principal enemigo de los afectados.
Consejos para controlar la tensión
Los expertos destacan una serie de recomendaciones a la hora de controlar la tensión y poner límites a los riesgos que ésta conlleva:
- Dieta equilibrada: Una alimentación variada y equilibrada con pocas calorías y mayor valor nutricional contribuye a alcanzar mejores resultados. Es importante el consumo de frutas, verduras y cereales, así como evitar los azúcares refinados y el alcohol y reducir el consumo de sal a cinco g diarios.
- Ejercicio físico: No es necesario agotarse sino acostumbrar al cuerpo a una vida menos sedentaria. Un paseo diario de media hora de duración es suficiente.
- Dejar de fumar: Está comprobado que los hipertensos que dejan de fumar reducen la gravedad de la enfermedad en un elevado índice frente a los que mantienen el hábito del tabaco.
- Tratamiento farmacológico: Los fármacos, siempre bajo prescripción médica, ayudan a controlar la presión arterial y reducen el exceso de peso, a la vez que estabilizan estas pérdidas a largo plazo.
Hipotensión
Frente a la hipertensión se encuentra la hipotensión o presión arterial baja. Una situación menos frecuente y asociada la mayoría de las veces con adolescentes delgadas. “La tensión baja no provoca ningún riesgo, ningún problema”, considera Isabel Martínez. “Su efecto se nota, por ejemplo, cuando al ponernos de pie notamos una sensación de mareo, pero no es grave ni requiere tratamiento”, tranquiliza. “Se debe tener cuidado, no obstante, cuando la tensión arterial baja por debajo de límites peligrosos; en estos casos puede llegar a poner en peligro la vida del afectado”, explica. Es el caso de hemorragias importantes que pueden deberse a problemas graves de corazón o infecciones. Los embarazos o la diabetes pueden ser también causa de la hipotensión.