Una residencia de ancianos de Huesca inicia una terapia pionera con perros abandonados para fomentar sensaciones y su intercambio

Estos animales pueden ser un gran estímulo para dar calidad de vida a personas mayores
Por EROSKI Consumer 23 de febrero de 2004

La residencia de ancianos «Vitalia Pirineos», en Sabiñánigo (Huesca), ha puesto en marcha un programa pionero de terapia con perros abandonados. El tratamiento consiste en que los ancianos pasen un rato con los animales, para entretenerse y para interactuar. Y es que la Sociedad Protectora de Animales y Plantas de Huesca, que participa en esta experiencia, afirma que un perro puede ser un extraordinario estímulo para dar calidad de vida a personas mayores, algunas incluso con Alzheimer.

El proyecto lo dirige el veterinario Sergio Otal, especializado en psicología animal y terapia canina. Este experto coordinó la formación del equipo de técnicos que se encarga de esta experiencia y que, junto con este veterinario, está integrado también por la psicóloga Ana Isabel Muñoz y por un terapeuta. Les apoyan los voluntarios de la Asociación Protectora de Animales y Plantas, que se encargan del cuidado y traslado de los perros.

La terapia es simple. Estos voluntarios llevan los perros a la residencia para que pasen un rato con los ancianos, para que interactúen y fomentar así el contacto y el intercambio de sensaciones, incluidas las emociones. «Buscamos que se desarrolle comunicación entre los ancianos, que se relacionen más entre ellos, y los perros median para que eso ocurra», explica la psicóloga Ana Isabel Muñoz.

Romper las barreras

«Es habitual que entre estas personas mayores que están en una residencia no hablen, falta mucha comunicación entre ellos» y se produce el aislamiento. En buena medida, esto es consecuencia de una sensación de «pesimismo, del rol que tienen asumido de ser personas mayores, que están en una residencia y que no les quieren», indica esta psicóloga. Sin embargo, se ha apreciado que la presencia de los perros ayuda a romper esas barreras de comunicación y de sentimiento.

«Las primeras sesiones eran muy difíciles, los mayores eran reacios a actividades nuevas, pero a partir de la tercera sesión ya vimos que se avanzaba claramente». Según Ana Isabel Muñoz, el día que llevaron a un cachorro confirmaron que el cambio se había producido, «lo cogían, lo acariciaban, hablaban del animal entre ellos, en los días siguientes preguntaban por él y se comprobó que se había entablado una comunicación en un grado que antes no existía». Se trabaja con una quincena de ancianos y cada semana se hacen entre una y tres sesiones, según las necesidades y el objetivo que se marca el programa de terapia. De momento, el resultado es positivo.

Cuando comenzó esta experiencia, la psicóloga elaboró un test para evaluar el estado de ánimo general de cada uno de los ancianos que componen este grupo de trabajo. «Notábamos que al principio se ponían de manifiesto los indicadores de ánimo decaído, poca alegría, que al ser preguntados destacaban más los aspectos pesimistas de su actividad cotidiana, y ahora se dan indicadores que denotan un estado de ánimo más alegre y se muestran menos tensos, más tranquilos».

En definitiva, el contacto con los animales sirve en una doble dirección: individualmente, estimula al anciano para estar más activo, «sentirse más válido» y mejora su estado de ánimo; y, ayudado también por esto, favorece la comunicación entre los abuelos, lo que a su vez mejora su calidad de vida. Ana Isabel Muñoz afirma que esos estímulos contribuyen al ejercicio mental e incluso beneficia a la memoria, «se acuerdan del perro, preguntan por él» y eso les ayuda también a recordar otros aspectos de sus vidas.

Preparación específica

Los animales que se utilizan son objeto también de un tratamiento específico. Empieza por su selección. «A todos los perros que recoge la Asociación Protectora de Animales y Plantas de Huesca les sometemos a pruebas para seleccionar a los que utilizaremos en la terapia, descartamos los que muestran agresividades o fobias, elegimos a los más estables, con actitudes y comportamiento idóneos para esta actividad», explica Sergio Otal. «Algunos perros -añade- incluso se entregan por un tiempo a familias colaboradoras, para que se adapten al contacto con personas. Además, a cada animal se le somete a pruebas periódicas para certificar que sigue siendo apto».

Otros aspectos a tener en cuenta son la talla y el pelo del animal. Por ejemplo, tienen que tener un tamaño suficiente como para que el anciano no tenga que agacharse demasiado para tocarlos, o que alguno de los perros tenga el pelo largo para que el anciano sienta más cuando lo toca.

A los responsables de este programa les gustaría que esta experiencia se extendiera en el futuro a otras residencias e incluso a los domicilios de ancianos, como una parte más de los servicios municipales de ayuda a domicilio.

Sigue a Consumer en Instagram, X, Threads, Facebook, Linkedin o Youtube