Uno de cada diez españoles sufre algún tipo de fobia que les incapacita para hacer una vida normal

Los jóvenes y adolescentes están más predispuestos a padecer esta patología mental
Por EROSKI Consumer 8 de julio de 2002

Cerca del 10% de la población española sufre de fobias, enfermedades mentales que provocan un temor angustiante ante un objeto, un lugar o una situación, sin que en realidad tengan un carácter peligroso. Este temor o pánico patológico es, en la mayoría de los casos, consciente y reconocido como absurdo por parte del paciente que lo sufre, que sin embargo no puede superarlo.

«Lo que diferencia a una fobia de un miedo -que los tenemos todos- tiene que ver con la incapacitación que puede producir en un momento determinado. El hecho de que puedas tener miedo a las arañas o a los ratones, si no es incapacitante, si puedes convivir con él, entonces ya no se considera una fobia», señala Kontxi Báez, doctora en Psicología del centro de Salud Mental de la localidad Guipuzcoana de Errentería.

Báez constata que, por ejemplo, el miedo a las serpientes es algo muy común entre las personas, «pero si vives en una ciudad no te supone ningún problema para hacer una vida normal. Diferente sería que tuvieras que trabajar en el campo». «El mismo miedo puede ser fobia o no. Depende de su interferencia con la vida diaria», añade.

Diferentes modos de adquirirlas

En cuanto a su origen, no se nace con ellas, sino que se adquieren a lo largo de la vida. «Hay dos modos fundamentales de adquisición de una fobia: la experiencia vital -una situación traumática o agresiva que te produce un miedo que te incapacita, que es la más común-; y a través de modelos, por ejemplo, el miedo a los perros es más fácil tenerlo si tus padres ya les tenían miedo. Es lo que se llama el aprendizaje vicario», indica Kontxi Báez.

Con respecto a la edad de los pacientes, existe una mayor predisposición de riesgo entre los jóvenes y adolescentes. «Hay miedos que tienen que ver con la edad y que son evolutivos, como el miedo a la oscuridad de los niños, pero no son fobias y remiten con la edad. Luego hay otras fobias específicas que sí tienen otro patrón diferente, por ejemplo las hematofobias -miedo a las extracciones de sangre, a las intervenciones quirúrgicas-. Éstas se inician en la infancia, hacia los siete años. El resto de las fobias comienzan generalmente a partir de los 17 años», dice Báez.

Karmele Salaberría, profesora titular de Tratamientos Psicológicos y Terapia de Conducta de la Universidad del País Vasco, describe los tres grandes tipos de fobias. «Un grupo lo forman las fobias sociales, que se traducen en un miedo por parte del que las padece a ser juzgado negativamente por los demás. Así se originan miedos a comer, beber, hablar o actuar en grupo; o a acudir a reuniones sociales o fiestas; miedos a establecer nuevas relaciones o a mantener las que se tienen; y en general se adopta una actitud escapista y de evitar la compañía de otros».

Un segundo grupo lo forman las fobias específicas, un temor concreto a un estímulo también concreto. «Aquí entran todas las fobias a animales: arañas, serpientes, perros, gatos…; así como las hematofobias, con miedo a la sangre, a las heridas o a los hospitales; y también todas esas fobias a conducir, a los ascensores, a los espacios vacíos, a volar en avión, a las alturas, a los espacios cerrados…», indica Salaberría.

Agorafobias

La profesora de psicología establece un tercer apartado al que denomina agorafobias, «en el que más que un sólo temor concreto lo que se dan son varios miedos mezclados, a los espacios libres (plazas, cruces, campo abierto, calles), a los transportes, a los espacios cerrados, así como a los propios síntomas de ansiedad del paciente que le llevan a pensar que cuando le suceda la crisis va a sufrir un ataque al corazón o se va a desmayar, y no le van a atender».

«La agorafobia es una de las fobias más incapacitantes. El miedo principal tiene que ver con el hecho de que uno se ponga malo y no se le pueda atender en ese momento determinado. Le puede ocurrir cuando se aleje de una situación segura como su casa o cuando deje de estar acompañado. En los casos más graves el afectado no puede ni salir de su domicilio», afirma Kontxi Báez.

Terapias

Tanto Báez como Salaberría coinciden al señalar que las fobias se curan. «Esto no es como una gripe que se te va la fiebre y te curas. Aquí entendemos por curación el que la persona que padece la fobia acabe teniendo una vida relativamente normal, con sus amigos, su familia y su trabajo», dice Salaberría.

«Lo que son las fobias simples tienen un buen pronóstico, en torno al 80%, 85% de respuesta al tratamiento. En fobias más complicadas -con varios miedos mezclados- se puede bajar hasta un 70% o 65% de curaciones. Pero en general funcionan bien con respecto a otras patologías de la psiquiatría en las que no hay tan buenos resultados».

Los tratamientos duran unos seis meses, y en ellos se va exponiendo poco a poco al paciente a que se vaya enfrentando a sus temores.

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