Ácido fólico y alimentación

El consumo de folatos antes de la concepción y en el primer trimestre del embarazo reduce la tasa de defectos del tubo neural en el recién nacido
Por Jordi Montaner 31 de agosto de 2004

El valor y la importancia de los folatos no se circunscriben sólo al embarazo. Los endocrinólogos reivindican su papel en la dieta normal tanto de hombres como de mujeres, a la vez que estudios recientes apoyan el carácter anticancerígeno del ácido fólico.

El ácido fólico es una vitamina hidrosoluble que forma parte del complejo B. En realidad, los alimentos no contienen ácido fólico como tal (ácido pteroil-monoglutámico), sino derivados conocidos como folatos, compuestos sintetizados por plantas y bacterias. El valor de tales sustancias deriva de la participación del ácido fólico en numerosas reacciones metabólicas que incluyen la síntesis de ADN, a través de la formación de purinas y pirimidinas, y la interconversión de aminoácidos, convirtiendo la serina en glicina, histidina en ácido glutámico y homocisteína en metionina.

El nombre de ácido fólico proviene del latín; concretamente de folium (hoja). Alrededor del 60% de los folatos ingeridos en la dieta proviene de los vegetales, cereales y frutas; mientras que el 40% restante procede de carnes, pescados y productos lácteos. Las bacterias intestinales son capaces de sintetizar pequeñas cantidades de ácido fólico, partiendo de todas estas sustancias.

Sobre el consumo de folatos

Los folatos son muy sensibles a la cocción. El calor provoca grandes pérdidas en la actividad de esta vitamina. Por tanto, los endocrinólogos recomiendan el consumo de frutas y verduras crudas siempre que sea posible. Asimismo, determinados medicamentos pueden interferir con la absorción o la vía metabólica del ácido fólico: antiácidos, sulfasalazina, colestiramina, anticonvulsionantes, algunos antibióticos y anticonceptivos orales.

Los especialistas critican que el consumo de folatos se recomiende sólo durante el embarazo y no durante todas las etapas de la vida

Existe un aumento de las necesidades de ácido fólico con la edad y en determinadas situaciones fisiológicas como el embarazo o la lactancia. La Food and Nutrition Board, del Institute of Medicine-National Academy of Sciences de EEUU recomienda una ingestión diaria que varía de 65 µg para los recién nacido a 400 µg para adultos. Durante el embarazo se recomiendan 600 µg y en la lactancia 500 µg.

Los especialistas, no obstante, critican que dichas recomendaciones se respeten sólo en las etapas de embarazo y lactancia, debido a un seguimiento protocolario de los obstetras con suplementos especiales. Advierten también que de no respetar las necesidades de ácido fólico del organismo en condiciones normales, por una dieta defectuosa, síndromes de malabsorción intestinal o consumo de determinados medicamentos, se originan trastornos de la división celular y alteraciones en la síntesis de proteínas; a la vez que puede desencadenarse una anemia megaloblástica, idéntica a la que se observa con la deficiencia de vitamina B12. Los síntomas clínicos de la deficiencia de ácido fólico incluyen alteraciones digestivas (estomatitis, diarrea), lesiones cutáneas y neurológicas.

Por otro lado, existe una clara evidencia de que la deficiencia de ácido fólico en la gestante está relacionada con la aparición de defectos del tubo neural en el recién nacido. Estas malformaciones están producidas por el cierre incompleto de algunas regiones del tubo neural que dan pie a trastornos como la anencefalia, encefalocele y espina bífida, (con efectos que varían desde la muerte, hasta parálisis más o menos importantes o incontinencia urinaria). Se piensa que, con el déficit de ácido fólico, el organismo no produce suficiente ADN para el desarrollo normal del embrión.

Ensayos clínicos han demostrado que la suplementación con ácido fólico, antes de la concepción y durante el primer trimestre del embarazo, desciende la incidencia de defectos del tubo neural en el recién nacido. De la misma manera, un bajo índice de folatos aumenta el riesgo de partos prematuros y puede provocar el nacimiento de bebés con poco peso.

Recomendaciones del GENA

Los cambios hormonales de la mujer embarazada transforman sus necesidades alimentarias y la cantidad y el tipo de nutrientes que requiere su organismo para un correcto desarrollo del feto. Los frutos secos, sobre todo las nueces, se consideran un alimento muy beneficioso para las embarazadas, según recomienda en España el Grupo de Especialistas en Nutrición y Alimentación (GENA), «por su alto contenido en ácidos grasos y folatos, además de contener otros nutrientes básicos como magnesio, hierro y zinc».

Según Montserrat Rivero, especialista en alimentación humana y dietética y a la par miembro del Grupo GENA, «la dieta de las españolas gestantes es deficitaria en cuanto a hierro, folatos y zinc, a la vez que incluye excesivas grasas».

La mujer gestante necesita duplicar su aporte de folatos a través de la dieta. Si la ingestión de folatos está por debajo de sus necesidades, queda reducida de manera automática su concentración plasmática y se produce un riesgo elevado de nacimiento prematuro y bajo peso del recién nacido. Expertos del grupo GENA suscriben que, aunque los suplementos farmacológicos pueden resultar necesarios en determinadas situaciones de riesgo, el conjunto de la población debiera mentalizarse de la necesidad de aportar las dosis necesarias de ácido fólico al organismo recurriendo a una dieta sana y equilibrada.

MÁS VEGETALES Y MENOS CARNES

Img meatLa revista Gut ha puesto de relieve que dosis elevadas de ácido fólico contribuyen a prevenir la aparición de cáncer de estómago. Se conocía que un déficit de ácido fólico incrementa el riesgo de cáncer, pero no estaba claro hasta hoy qué dosis de esta vitamina ayudaba a prevenirlo. Un equipo de investigadores del Instituto de Enfermedades Digestivas de Shanghai (China) indujo tumores a 16 perros durante 8 meses; la mitad de los animales recibió una dosis alta de ácido fólico y, al final del periodo, todos los animales sin tratamiento habían desarrollado cáncer de estómago, mientras que la enfermedad apareció sólo en tres de los ocho que habían tomado la vitamina. Los investigadores observaron mediante gastroscopia que los niveles de ácido fólico en el suero y en el estómago fueron elevados en los animales supervivientes.

Los autores del estudio aseguran que dosis adecuadas de ácido fólico influyen en la prevención de una carcinogénesis gástrica, y añaden que es esencial para prevenir las mutaciones que causan tumores, debido a su participación en la síntesis, metilación y reparación del ADN. Aconsejan, por tanto, incluir verduras y frutas frescas en la dieta e incluso recurrir a suplementos de folatos en individuos con susceptibilidad a tumores gastrointestinales.

Aun cuando las carnes sean también una fuente potencial de folatos, otro trabajo sobre cáncer publicado por el American Journal of Clinical Nutrition señala que una dieta excesiva de carne triplica el riesgo de cáncer de esófago y duplica el de estómago, lo que confirma anteriores estudios, que también habían asociado el consumo de carne roja al cáncer de colon. Los firmantes, un grupo de expertos del Instituto Nacional del Cáncer y la Universidad Tufts de Boston (Massachussets) analizaron a 124 personas con cáncer de estómago, 124 con cáncer de esófago y 449 sin cáncer; se especificó la dieta seguida por todos estos individuos y, en contraste con la dieta más rica en frutas, verduras y cereales, la que incluía más proporción de carne se asoció al mayor riesgo oncológico.

Sigue a Consumer en Instagram, X, Threads, Facebook, Linkedin o Youtube