Alimentos transgénicos

Por EROSKI Consumer 19 de mayo de 2006

Los cultivos con organismos modificados genéticamente (OMG) empezaron a cultivarse, de forma generalizada, hace diez años. Los principales responsables de la alimentación, como la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, evalúan y analizan aún los aspectos que más controversia generan para determinar el futuro de la tecnología y de las implicaciones para el sector alimentario europeo. A pesar de las valoraciones a favor de este tipo de cultivo, los agricultores europeos, que cada vez tienden más hacia este tipo de práctica, no sólo chocan con las normas sino también con los detractores de este tipo de producción.

Alimentos transgénicos

La ingeniería genética permite seleccionar un gen específico e introducirlo en el organismo deseado. El resultado son los llamados alimentos transgénicos. En el diseño de un alimento transgénico prima la direccionalidad frente al azar (en la ingeniería genética se toma el gen adecuado), y en él es posible obtener la combinación genética adecuada de forma mucho más rápida. Esta técnica permite saltar la barrera de especie, gracias a lo cual es posible introducir características de un organismo a otro cercano en la escala filogenético o incluso entre especies no emparentadas.

Alimentos transgénicos

En principio, no es posible cruzar sexualmente un tomate con una patata, pero se pueden expresar genes de tomate en patatas o viceversa. Esta diferencia puede tener repercusiones éticas, ya que un hipotético vegetal transgénico que porte un gen de un animal puede ser un problema para un vegetariano de dieta estricta. Actualmente existen centenares de alimentos transgénicos desarrollados en laboratorios de compañías privadas u organismos públicos de investigación que pueden ser de origen animal, vegetal o fermentado.

Se han creado plantas transgénicas que resisten el ataque del taladro al portar un gen procedente de la bacteria Bacillus thuringiensis y que sintetiza una proteína tóxica. Otros desarrollos son más espectaculares, como patatas transgénicas que inmunizan contra el cólera o diarreas bacterianas, o una variedad de arroz transgénico capaz de producir provitamina A. Con él se pretenden evitar los problemas de ceguera asociados a dietas basadas en este cereal.

Un alimento transgénico es un ser vivo al que se le ha introducido un gen que pasa a formar parte de su genoma

También se han diseñado alimentos transgénicos animales, como carpas y salmones que portan múltiples copias del gen de la hormona de crecimiento. El resultado son peces que ganan tamaño de forma mucho más rápida. Sin embargo, las mejores perspectivas de futuro se centran en la expresión de genes que codifican proteínas de alto valor añadido en la glándula mamaria de diferentes mamíferos. Estos animales producen leches enriquecidas en fármacos como el activador del plasminógeno.

En el caso de los alimentos fermentados también se han aplicado técnicas de ingeniería genética. Las bacterias lácticas o las levaduras de uso en el sector agroalimentario han sido modificadas con genes exógenos dando lugar a quesos en los que se acortan los tiempos de maduración, vinos con un incremento de aroma afrutado, o panes en cuya producción se obvia la adición de aditivos con capacidad alergénica.

Control

ANTES DE COMERCIALIZAR, LOS TRANSGÉNICOS PASAN POR ESTRICTAS EVALUACIONES

Desde hace años, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) trabajan sobre este tema concediendo prioridad a la elaboración de los principios científicos de evaluación. El concepto más importante es el de la equivalencia sustancial, que otorga dicha categoría a los alimentos transgénicos cuya composición nutricional y características organolépticas son iguales al convencional del que proviene, con la única excepción del nuevo carácter introducido por ingeniería genética.

Control

En un principio, los alimentos transgénicos que han obtenido el permiso de comercialización han sido evaluados en función de tres criterios: contenido nutricional o equivalencia sustancial, alergenicidad y toxicidad. Hasta el momento, no hay datos científicos que indiquen que los alimentos transgénicos representen un riesgo para la salud del consumidor superior al que implica la ingestión del alimento convencional.

Desde el punto de vista legal, y tal y como han dejado constancia jueces y legisladores, los conflictos que suscitan los transgénicos no son sólo de carácter medioambiental o sanitario. La situación actual se enmarca en un proceso de globalización en el que se enfrentan el derecho al libre comercio por un lado y el derecho de las personas a preservar su salud y el medio ambiente por otro. Las dudas e incertidumbres que plantea la comercialización de OMG vienen dadas sobre todo por la ausencia de información sobre los posibles riesgos que podrían generarse a los consumidores. Un debate que se da tanto en la comunidad científica como en la sociedad y que ha determinado la aprobación de legislaciones nacionales destinadas a proteger al consumidor.

Los legisladores apoyan una regulación jurídica estricta controlada por los poderes públicos en general y por la Administración en particular

Algunos gobiernos han intentado regular el derecho de los consumidores a una libre elección sobre la compra mediante un correcto etiquetado específico. Sin embargo, la protección del consumidor ha tenido que conjugarse con la protección de las innovaciones biotecnológicas. Todo ello ha puesto al descubierto la insuficiencia de los principios del derecho clásico para resolver los conflictos que se generan entre el consumidor y las empresas que comercializan este tipo de productos. Actualmente todavía hay países que no permiten la importación, cultivo, uso o comercialización de productos transgénicos, mientras que en otros no existe una legislación adecuada para regular esta actividad.

Algunos juristas especialistas en la materia, y que apuestan por el desarrollo de los OMG, imponen dos condiciones fundamentales: que dicho desarrollo se produzca bajo una regulación jurídica estricta, elaborada por las instancias políticas democráticas elegidas por los ciudadanos, que minimice los riesgos y objeciones éticas existentes; y que la observancia de dicha regulación sea controlada por los poderes públicos, en general, y por la Administración pública en particular.

Superficie

LA SUPERFICIE DEDICADA A LOS TRANSGÉNICOS SE HA MULTIPLICADO POR MÁS DE 50 EN LOS ÚLTIMOS 10 AÑOS

Desde que se empezaron a comercializar los transgénicos hace 10 años, la superficie dedicada a los cultivos biotecnológicos se ha multiplicado por más de 50, y ha pasado de 1,7 millones de hectáreas cultivadas en 1996 a los 90 millones en 2005. De los últimos cuatro países que se han sumado a este tipo de cultivo, tres son europeos (Francia, Portugal y la República Checa). Durante el año 2005, y según datos del Servicio Internacional para las Adquisiciones Agro-Biotecnológicas (ISAAA), los países con más superficie dedicada a transgénicos fueron EEUU, Irán y cinco países de la Unión Europea (República Checa, España, Portugal, Alemania, Francia y Portugal).

Superficie

En el año 2005, la cifra de países con cultivos biotecnológicos ha llegado a 21, frente a los 17 de 2004. A los tres países europeos que se han sumado a este tipo de cultivos se le añade Irán. Brasil ha sido el principal productos de transgénicos durante el año 2005, con 9,4 millones de hectáreas cultivadas, seguido por EEUU (2,2 millones de hectáreas), Argentina (0,9 millones) e India (0,8 millones). De los 21 países con cultivos transgénicos en 2005, 11 son países en desarrollo y 10 países industrializados. Por orden de hectáreas, estos países son EEUU, Argentina, Brasil, Canadá, China, Paraguay, India, Sudáfrica, Uruguay, Australia, México, Rumania, Filipinas, España, Colombia, Irán, Honduras, Portugal, Alemania y República Checa. Los 14 primeros están considerados como «mega-productores», categoría a la que llegan los que superan las 50.000 hectáreas cultivadas.

Actualmente se comercializan en todo el mundo un total de seis variedades transgénicas

Las previsiones para el periodo 2006-2015 indican que podría mantenerse la tendencia ascendente observada entre 1996 y 2005, y que el número de países que adopten los cuatro principales cultivos transgénicos también lo haga. A los alimentos tradicionales, forrajes y fibras, podrían sumárseles productos nuevos como farmacéuticos, químicos y vacunas orales. Las previsiones apuntan a que la actividad transgénica aumente sobre todo en los países del Sur. Actualmente se comercializan en el mundo seis variedades transgénicas (soja, maíz, algodón, colza, calabaza y papaya). El arroz Bt, aprobado y adoptado en Irán en 2004, es uno de los que cuentan con mayor extensión de cultivo (unas 4.000 hectáreas).

La soja transgénica es otro de los cultivos con mayor actividad, y ocupa una superficie de 54,4 millones de hectáreas en todo el mundo, lo que supone el 60% del área global de transgénicos. A la soja le sigue el maíz (21,2 millones de hectáreas), el algodón (9,8 millones) y la colza (4,6 millones). En total, la cifra de agricultores que se dedican a los transgénicos llega a los 8,5 millones.

Percepción

MIENTRAS PRODUCTORES DEFIENDEN SU RENTABILIDAD E INOCUIDAD, ECOLOGISTAS PLANTEAN DUDAS AL RESPECTO

Los alimentos transgénicos, ¿son buenos o malos?, ¿constituyen un riesgo o un beneficio? Productores y agricultores defienden su rentabilidad e inocuidad, y bioagricultores y ecologistas plantean dudas y reclaman un debate ético. A pesar de todos los controles a los que se somete un alimento transgénico, se habla de riesgos y se hace referencia a aumentos de casos de alergia, peligro de aparición de resistencias a antibióticos, generación de cánceres o retrasos en el desarrollo inmunitario. Existen transgénicos que obvian problemas de alergenicidad, como la levadura panadera transgénica, cuyo uso previene la aparición de alergias inespecíficas en profesionales del sector panadero, ligadas a la adición de enzimas durante la panificación.

Percepción

En cuanto a la resistencia a antibióticos, la polémica se centra en la posible transferencia de dichos genes desde el alimento transgénico a alguna bacteria de la flora intestinal, con lo que se generan nuevas cepas bacterianas resistentes a antibióticos. No existen pruebas ni datos experimentales que apoyen esta hipótesis, por lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma que la presencia de genes de resistencia a antibióticos per se en un alimento transgénico no debería constituir un riesgo para la salud. Tampoco existen datos científicos que indiquen que exista un peligro sanitario relacionado con procesos tumorales o problemas en el desarrollo inmunitario.

Las cosas son menos claras en el terreno medioambiental porque no existe una metodología capaz de realizar este tipo de riesgos. El déficit de evaluación afecta no sólo a las plantas transgénicas sino también a las convencionales. Un riesgo claro es la posible transferencia de los genes exógenos desde la variedad transgénica a variedades silvestres. Dicha transferencia se puede producir con plantas convencionales, pero sólo si existe una compatibilidad sexual. En este sentido, la transferencia de genes es improbable si se utiliza maíz transgénico (no existen variedades silvestres) y probable si se utiliza soja transgénica. Debe tenerse en cuenta que las variedades transgénicas son las más evaluadas desde el punto de vista medioambiental.

Los consumidores de la Unión Europea aún tienen fuertes reticencias sobre los transgénicos

Algunos informes independientes de EEUU demuestran que, desde 1996, el maíz, la soja y el algodón transgénicos han provocado un aumento del uso de pesticidas de 55 millones de kilos. El cultivo intensivo de soja en Sudamérica está fomentando la tala de árboles, y se ha asociado a un declive de la fertilidad del suelo y la erosión del suelo. El informe señala además que los cultivos transgénicos no tratan el tema del hambre o la pobreza ya que la mayoría se destinan a la elaboración de piensos, no para alimentación. Después de 30 años de investigación, sólo dos de las modificaciones realizadas hasta ahora han sido beneficiosas para el mercado: la resistencia a insectos y la tolerancia a herbicidas.

En la Unión Europea, los consumidores todavía tienen fuertes reticencias sobre el cultivo de organismos modificados genéticamente. Estados miembros como Luxemburgo, Grecia y Austria se muestran contrarios a este tipo de productos. EEUU, sin embargo, parece estar en el lado opuesto.

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