Los hábitos alimentarios de los colectivos de inmigrantes

Frutas, verduras, productos de casquería y adaptaciones culturales y religiosas dibujan un nuevo marco para la seguridad alimentaria en España
Por Juan Ramón Hidalgo Moya 22 de noviembre de 2004

La población inmigrante en España supera ya el 6% del total. Atendiendo a su país de origen, fundamentalmente del continente sudamericano y del norte de África, traen consigo hábitos, preferencias y culturas alimentarias que pueden chocar con las que se encuentran en España. Además de las consecuencias económicas que acarrean estas divergencias, sobresalen las cuestiones de seguridad alimentaria, regidas en muchos casos por normas dispares.

Un reciente informe sobre los hábitos alimentarios de los inmigrantes en España fue presentado por el Ministerio de Agricultura el pasado mes de octubre. La toma en consideración de este colectivo con respecto a la alimentación viene justificada, tal y como apunta la ministra en su prólogo, por el hecho de que representan un segmento de consumo alimentario emergente, con una demanda de nuevos productos con distintos sabores y diferentes formas de preparación. Hábitos alimentarios específicos que han supuesto en algunos sectores un incremento notable de sus ventas, como así está ocurriendo en el ámbito de las frutas y verduras, casquería o despojos, y en polivalentes (productos alimenticios de diferente índole propios de los países de origen).

La nueva situación que se plantea es, cuanto menos, interesante. Y es que no sólo la cuestión afecta directamente a los inmigrantes que llegan a nuestro país en busca de productos originarios o parecidos a los de su lugar de nacimiento, sino que muchas veces son los propios españoles los que buscan nuevas sensaciones gastronómicas en los alimentos propios de inmigrantes o de otras culturas religiosas.

Tanto en un caso como en otro, cabe preguntarse si las expectativas del «nuevo consumidor» como factor esencial de la seguridad alimentaria, se cumplen con respecto a todos los productos que consume. De momento, la población inmigrada se queja, atendiendo al estudio realizado por el Ministerio de Agricultura, de que el sabor de determinados productos autóctonos no es igual al que tienen sus productos originarios. Y los españoles que acceden a determinados productos propios de la inmigración o de otras culturas religiosas, pueden llegar a desconocer características básicas de los mismos, como puede ser su composición nutricional, la forma de manipularlos o conservarlos, e incluso, el cumplimiento de determinados parámetros respecto al sacrificio animal. No cabe duda de que el factor de la inmigración va a suponer un nuevo planteamiento de lo que la justicia entiende como consumidor medio, y cuya conceptualización depende, básicamente, de la información y formación recibida. Cuestión sobre la que todavía queda un largo camino por recorrer.

Nuevos hábitos, nuevos cambios

Los colectivos procedentes del Norte de África se adaptan mucho mejor a la dieta mediterránea española que no los procedentes de Sudamérica
El informe de referencia recoge el hecho de que estamos ante una población nueva, a la cual hay que escuchar para atender a sus demandas y abastecer sus necesidades. Y en este sentido, apunta una nueva obligación para los fabricantes de productos alimentarios y la distribución: dar respuesta a estas necesidades.

La cuestión que ahora debería plantearse el sector alimentario afectado es si la nueva situación les va a representar cambios importantes en su manera de actuar con respecto a los nuevos consumidores, ya sean inmigrantes, o españoles que se deciden por consumir este tipo de productos.

Un aspecto a cuidar, a fin de evitar responsabilidades, va a ser el de la información que debería facilitarse al consumidor final, ya sea a través del etiquetado, de su publicidad o de su propia presentación en el mercado. Y otro, el de las prácticas tradicionales en el punto de venta, y ya no sólo por el hecho de que podrían infringirse determinados principios religiosos del consumidor final, como sería el caso de poblaciones de musulmanas o judías, sino también por no acabar perjudicándose económicamente. Por ejemplo, muchos creyentes de religión musulmana han dejado de comprar algunos productos de su dieta porque en determinados establecimientos proceden a cortar el queso con el mismo cuchillo o lonchadora que el jamón u otros embutidos procedentes del cerdo.

Menudencias, frutas y verduras

Entre los productos que más han aumentado su consumo en los últimos años por el efecto de la inmigración debemos destacar el de las frutas y verduras, así como el de la casquería o despojos. En este último caso, el sector de las menudencias, como así se conoce a este tipo de productos en Argentina y otros países de Sudamérica, y cuyo término, más amable pretenden acuñar en España (en Cataluña ya se les conoce con este nombre desde siempre en su traducción de menuts), han comprobado como tras la profunda crisis del sector por el asunto de las vacas locas, y por efecto básico de la inmigración, su nivel de ventas incluso ha superado al que había con anterioridad a la crisis, apuntando hacia un claro crecimiento de las mismas.

Los consumidores, producto de la proliferación normativa para atajar el mal de las vacas locas, se han encontrado con un producto mucho más controlado por parte de las autoridades y de los propios operadores, lo que ha generado una mayor confianza hacia este tipo de alimentos.

Por el camino, como factor preventivo de un posible riesgo alimentario, el legislador comunitario ha incluido como Materiales Especificados de Riesgos (MER) a algunos productos considerados anteriormente como despojos, entre ellos sesos de bovinos, ovinos y caprinos de más de 12 meses, y el intestino, del duodeno al recto, de los bovinos de cualquier edad (entre otras, la Decisión 2000/418/CE).

Esta decisión complica en mayor o menor medida la dieta de algunos colectivos de inmigrantes, especialmente sudamericanos, que ven como determinadas menudencias, aptas y legalmente permitidas en sus países de origen, van a quedar fuera de su dieta en España.

De momento, desde el sector se han puesto a trabajar en el texto de una nueva normativa que consideran esencial para regular la situación, a fin de ofrecer una mayor seguridad jurídica a la hora de comercializar y elaborar este tipo de productos, conservando incluso especificidades propias gastronómicas con respecto a algunos de ellos.

En cuanto a las frutas y verduras, los operadores del sector han detectado un fuerte incremento con respecto a su consumo; y de nuevo, el factor ha sido la inmigración. Así, por ejemplo, el colectivo de ecuatorianos y colombianos practican una auténtica cultura de la fruta, considerando que su consumo es esencial para su dieta, tanto de forma natural, como en forma de zumo, que ellos mismos preparan en casa con licuadora, hasta el punto de sustituir el agua de la comida por esos zumos caseros, como apunta el propio estudio.

El hecho de que estemos, cada vez más, ante una sociedad multirracial y menos homogénea, puede comportar que determinadas empresas se vean obligadas a traer incluso verduras desde Tailandia vía aérea, ya sea para el consumo de algún colectivo específico o para abastecer los cada vez más abundantes restaurantes exóticos.

ADAPTACIÓN DE HÁBITOS ALIMENTARIOS

Img halal2En la actualidad el 6,2% de la población española es extranjera, en su mayoría inmigrantes, que acceden para completar su dieta diaria a una amplia oferta de productos en España. El colectivo con mayor porcentaje de inmigrantes, atendiendo a sus países de origen, es el ecuatoriano, seguido muy cerca del de marroquíes, al que ligeramente, y por primera vez, superan, y más lejos por el de colombianos.

La adaptación de los distintos colectivos a la dieta mediterránea no se ha hecho esperar, y así, según destaca el estudio de referencia, ya son la mitad de los recién llegados desde el Magreb los que consumen este tipo de comida, siendo más reticentes al cambio, frente a lo que pudiera parecer, los que proceden de la América Central y del Sur, que se encuentran más apegados a sus tradiciones alimentarias.

Un caso curioso de este último colectivo es lo que se ha detectado con respecto al café Si bien es cierto que están muy acostumbrados a tomarlo en sus respectivos países de origen, el que consumen en España lo consideran otro producto distinto, ni siquiera parecido, que encuentran mucho más fuerte, y que les produce verdaderos problemas de adaptación al mismo.

Son problemas que podrían, con el tiempo, extenderse a otros productos, en los que parecen observar una pérdida o transformación con respecto a las características propias de los mismos en sus respectivos países de origen, e inciden sobre aspectos considerados por éstos como fundamentales, como el sabor.

No cabe duda de que la nueva situación planteada, y los posibles problemas de adaptación de los alimentos a sus dietas, pueden comportar nuevos enfoques sobre el concepto de calidad y seguridad alimentaria en un futuro no muy lejano.

Bibliografía
  • MINISTERIO DE AGRICULTURA, PESCA Y ALIMENTACIÓN; Hábitos alimentarios de los inmigrantes en España. Madrid, 2004.
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