Lúpulo contra bacterias

Un compuesto de esta planta contiene ácidos amargos con capacidad para reducir la presencia de Clostridium perfringens en aves de corral
Por Marta Chavarrías 12 de noviembre de 2008
Img lupulo

Desde hace tiempo, la industria cervecera ha aprovechado las propiedades de los extractos y compuestos derivados del lúpulo (Humulus lupulus) no sólo para elaborar cerveza sino también para controlar el desarrollo de microorganismos. Ahora, estas propiedades podrían beneficiar al sector avícola, que lucha por mantener los productos libres de patógenos como Clostridium perfringens, una bacteria de amplia distribución en la naturaleza y común en los alimentos crudos.

Imagen: ripplestone garden

Aroma y sabor amargo son las dos principales propiedades de la cerveza que se obtienen del lúpulo, que es utilizado también por su «protección natural» contra bacterias patógenas. Y es que el hecho de que estos extractos tengan actividades biológicas (antimicrobianas, debido sobre todo al ácido denominado lupulina, que son los gránulos de color amarillo que se encuentran en la flor), no es nuevo. En la industria cervecera estos ácidos con actividad antimicrobiana son capaces de inhibir el crecimiento de microorganismos responsables de la alteración de la cerveza como Lactobacillus.

Ahora, una investigación estadounidense publicada en «Journal of Antimicrobial Chemotherapy» afirma que estos extractos pueden actuar, en las aves de corral, como potentes agentes antibacterianos contra Clostridium perfringens, que habita en el intestino de las aves de forma natural, en la mayoría de los casos sin causar enfermedad. Sin embargo, en ocasiones produce toxinas que son el origen de la enteritis necrótica, una enfermedad de las aves de engorde, como pollos, pavos, patos y aves silvestres, que si llega a los humanos a través del consumo del alimento contaminado puede provocar diarrea, dolor abdominal y vómitos.

Lucha natural

El uso de un ácido del lúpulo se convierte en un arma natural eficaz contra la presencia de Clostridium perfringens en carne avícola

La producción avícola se sirve de los antibióticos para prevenir la aparición y difusión de enfermedades. En algunos casos, incluso, estas sustancias se añaden a los piensos para potenciar su crecimiento, una práctica sin embargo que la Unión Europea prohibió en enero de 2006. Uno de los problemas que plantea este uso, o abuso en determinadas circunstancias, es la aparición de especies de bacterias resistentes a los antibióticos, lo que explica que se estén buscando alternativas menos agresivas e igual de efectivas. Uno de estos trabajos lo acaban de presentar expertos del Servicio de Investigación Agrícola estadounidense (ARS, en sus siglas inglesas), y lo hacen fundamentándose en una planta con reconocidas propiedades antimicrobianas, el lúpulo.

De uso generalizado para la elaboración de cerveza, se trata de una planta que contiene ácidos amargos que, además de conferir a la bebida su particular sabor, son potentes antimicrobianos. Uno de estos ácidos, la denominada lupulina, tiene además la capacidad de controlar la presencia de Clostridium perfringens en las aves de corral. Según la investigación, alimentar estas aves con diferentes concentraciones de lupulina en agua ha permitido, después de 22 días, el tiempo que tarda la bacteria en desarrollar la enfermedad en los animales, rebajar su presencia de un 30% a un 50%. Esta reducción se traduce en menos contaminación de la carne y en menos pérdidas en la producción.

La temperatura, clave preventiva

El Cl. Perfringens puede aparecer en gran variedad de alimentos, como las canales de los animales sacrificados, aves de corral, pescado, hortalizas y productos lácteos. La intoxicación alimentaria que provoca suele estar relacionada con el consumo de alimentos que no han recibido las condiciones de temperatura adecuadas. La presencia de una pequeña cantidad de Cl. Perfringens no es infrecuente en carnes crudas de aves de corral debido a su fuerte resistencia a altas temperaturas. Y es que en la mayoría de los casos este tipo de intoxicaciones se produce por no mantener un cocinado suficiente, especialmente cuando se trata de grandes cantidades de comida, y por una refrigeración posterior deficiente.

Uno de los sectores más implicados en este tipo de intoxicación es el de las preparaciones para grandes grupos de comensales, como escuelas u hospitales, puesto que puede aparecer cuando se prepara una gran cantidad de alimentos con anticipación. Según datos de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica, se trata de una intoxicación alimentaria importante desde el punto de vista cuantitativo, «con una frecuencia subestimada». En concreto, las estadísticas no incluyen muchos de los casos que se producen, y las estimaciones de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE.UU. (CDC) indican que, al ser una enfermedad leve (tiene un periodo de incubación de ocho a doce horas, aparece dolor abdominal, náuseas y diarrea, y la recuperación se suele producir a las 24-48 horas), los casos diagnosticados tendrían que multiplicarse por diez para llegar a una cifra más aproximada a la real.

AVES Y SALMONELLA

Más patógenos y nuevas aves de engorde han sido los temas centrales de un estudio cuyos resultados acaba de presentar la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA). En un intento para determinar la prevalencia de salmonella en este tipo de aves durante los años 2006 y 2007, los expertos comunitarios concluyen que el porcentaje de animales reproductores afectados por esta bacteria ha sido del 13,6% en toda la UE, mientras que en los de engorde la cifra se eleva al 30,7%. Estos números, que divergen de unos Estados a otros, corresponden a seis de los catorce países de la UE que han facilitado los datos. Según los expertos, las cifras más elevadas de contaminación por salmonella se han dado en las explotaciones con un mayor número de aves y en aquéllas donde se ha aplicado la vacunación. Cuanto mayor era el número de pavos en una misma explotación, mayor también era el riesgo de infección por salmonella.

Del estudio “Analysis of the baseline Surrey on the prevalence of Salmonella in turkey flocks, Part B” se concluye además que el riesgo de salmonella era más elevado en explotaciones de pavos cultivados de forma ecológica y menor en las de cría convencional. El análisis indica además que la relación entre la presencia de salmonella en pavos y los casos de salmonelosis detectados en humanos es menor que el papel que juegan otras aves, como los pollos de engorde y las gallinas ponedoras (Gallus gallus), aunque ello no indica que no exista un riesgo de transmisión de la bacteria a través del consumo de este tipo de carne.

Una de las medidas de prevención propuesta para evitar este tipo de infección pasa, tal y como indica la EFSA, por el diseño en cada uno de los Estados miembros de un programa de control de salmonella y en establecer medidas más específicas en las aves reproductoras para evitar posteriores infecciones en aves de engorde. La vacunación sería una de las claves de este control, así como el establecimiento de medidas de bioseguridad para las granjas de cría en libertad.

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