Entrevista

Uxío Labarta, Instituto de Investigaciones Marinas de Vigo

«El mejillón de Galicia es espléndido, objetivamente»
Por Mónica G. Salomone 18 de febrero de 2005
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El cultivo del mejillón ha pasado a ser en los últimos años una actividad económica de primer orden. A ello ha contribuido sobremanera un mejor conocimiento del medio marino y de las condiciones de vida del mejillón en su estado natural. Gracias a esta mejor comprensión, del que ha participado el grupo de investigadores liderado por Uxío Labarta en Vigo, se han podido introducir mejoras que han favorecido una mayor y mejor productividad.

Uxío Labarta, del Instituto de Investigaciones Marinas del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en Vigo, lleva más de dos décadas investigando en cómo hacer que el cultivo del mejillón rinda más. Y su trabajo ha dado frutos: ahora los mejillones gallegos son más regulares, lo que implica también mejores rendimentos. «En los últimos 30 años la producción se ha duplicado, y ello con igual número de bateas», afirma. Y no ha pasado como con otros productos, en los que una producción intensiva puede pagarse con pérdida de calidad. Junto a sus colegas Alejandro Pérez Camacho y María José Fernández Reiriz, Labarta ha publicado recientemente el libro Bateeiros, mar, mejillón.Una perspectiva bioeconómica. En él se explica cómo una actividad que a mediados del siglo pasado quedaba reservada a los menos favorecidos de las rías gallegas, el cultivo del mejillón, representa hoy el 23% de la producción pesquera española.

¿Cuál es el ‘secreto’ del éxito del mejillón en las últimas décadas?

En los últimos 30 años la producción se ha duplicado, y con igual número de bateas. La razón es que ha mejorado la técnica de cultivo y el conocimiento del medio. A principios de los setenta había igual número de bateas, pero todo se hacía de forma manual; no había maquinaria, los barcos eran pequeños… Requería un gran esfuerzo humano. Las cuerdas, por ejemplo, no podían ser muy largas. Ahora son cuerdas estándar, de 12 metros, y cuando están cargadas pesan entre 150 y 300 kilos. Y claro, hay que levantarlas. Por eso la tecnología ha sido clave en el proceso.

¿No tiene nada que ver con lo que se les da de comer a lo mejillones?

A los mejillones no se les da de comer, comen solo el alimento natural: filtran el fitoplancton y otras partículas en el agua. La acuicultura del mejillón es sin pienso.

Eso les hará más sensibles a las variaciones del medio, ¿no?

Claro, las variaciones de la producción primaria [plancton] en las zonas de cultivo determinan que tengan más o menos carne, su rendimiento. Y no en todas las zonas se puede conseguir el mismo rendimiento.

¿Cuánto tiempo necesita el mejillón para crecer?

«La acuicultura del mejillón es sin pienso, comen sólo el alimento natural, el fitoplancton y otras partículas en el agua»

Desde que se planta la semilla, que es un mejillón muy pequeño, de unos 15 a 20 milímetros, hasta el final pasan entre 16 y 18 meses con los métodos tradicionales. El mayor conocimiento del sistema y de su ecofisiología en los últimos años nos ha permitido acortar este tiempo entre 10 y 12 meses. Es una de las aportaciones de nuestro grupo de investigación al trabajo de los propios bateeiros.

¿Cómo se ha logrado ese recorte?

Antes la semilla se recogía sobre todo de las rocas del litoral, no de las cuerdas colectoras de las bateas. Y la de roca está sometida a las fluctuaciones de marea y por tanto de alimento, mientras que la de batea está siempre sumergida y con alimento en continuo. Esto permite un crecimiento más rápido, que nosotros podemos modular en función de parámetros fisiológicos, las zonas y las densidades de cultivo. Y a partir de ahí se han podido establecer nuevas técnicas de cultivo.

¿Qué es lo fundamental en esa nueva metodología?

Lo principal es que ha cambiado la caracterización del producto. El mejillón, como todo producto natural, está sometido a fluctuaciones de rendimiento, en función del alimento disponible, por ejemplo. El resultado es un producto muy irregular. Y cuando el mejillón alcanza los 8 o 9 centímetros se produce algo equivalente a un envejecimiento en edad: el organismo no absorbe igual los nutrientes y el rendimiento baja. Nosotros hemos establecido el límite fisiológico ideal, entre 7 y 7,5 centímetros, y ahí el rendimiento es óptimo. De tener un rendimiento de entre el 14% y el 25% se pasa a otro entre el 22% y el 30%.

¿Ha cambiado en algo su sabor?

En absoluto.

Hace mucho que no son noticia las mareas rojas.

«En nuestro grupo hemos logrado establecer el límite fisiológico óptimo del mejillón, lo que nos ha permitido incrementar el rendimiento»

Sigue habiendo mareas rojas, son un fenómeno natural, sólo que hoy están bien controladas. Cuando se detecta la toxina se cierra esa zona de explotación. Puede ocurrir una o dos veces al año.

¿Se detectan de forma automática?

Se empezaron a vigilar en 1975, y en 1991 se perfeccionó el sistema. Pero no es automático, hay que hacer muestreos, análisis del plancton y de la toxicidad de los mejillones antes de autorizar su salida al mercado.

No hay intoxicaciones.

En absoluto, está muy controlado.

¿Se usan los mejillones para controlar la contaminación en el mar?

Sí, porque viven fijos, y captan lo que les llega del medio. En el Mar del Norte hay un programa de alerta basado en los mejillones. Pero sólo se usan los de roca, porque los de batea pasan sólo año y medio en la instalación y no son buenos indicadores de la contaminación que pudiera haber

¿Se detectan variaciones anuales en la producción de mejillones en las rías gallegas debido a la contaminación?

No, en las rías gallegas los niveles de contaminación son bajos. Es contaminación orgánica, de vertidos urbanos sobre todo y más o menos depurados. No hay contaminación por metales pesados en el mejillón, pues los que hay se acumulan en el fondo, no en la columna de agua, que es donde están los mejillones. Nosotros no hemos detectado variaciones en la producción, ni hay trabajos que hayan demostrado algo así. Los mejillones no están contaminados, aquí en Galicia

¿Cómo es el mejillón gallego en relación a los de otras zonas?

Desde mi punto de vista es un mejillón espléndido, objetivamente. Es regular, con un alto rendimiento en carne, lo que les permite competir en primera línea.

¿Qué lugar ocupa en el mercado?

Galicia es el segundo productor mundial de mejillón, por detrás de China, y el primero de Europa, por delante de Holanda, Dinamarca, Francia y también Italia. El mercado del mejillón está en auge. En el último año hay presencia en Europa del mejillón de Chile, por ejemplo. Y está empezando a desarrollarse en países como Namibia o Marruecos.

¿Se ha exportado el método gallego de cultivo del mejillón a otras zonas?

Sí, desde luego que ha habido transferencia de tecnología a otros países. En Chile se usa el método gallego de bateas de 500 metros cuadrados, con 500 cuerdas de 12 metros cada una. Es algo que se hace en Galicia desde 1945, y sobre lo que se ha estado innovando permanentemente, tanto en maquinaria como en know-how.

UNA HISTORIA DE ÉXITO

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Actualmente hay en Galicia 3.300 bateas en 84 polígonos repartidos por las rías de Ares, Muros, Arousa (69%), Pontevedra y Vigo. De cada batea, con una extensión máxima permitida de 500 metros cuadrados, cuelgan de 300 a 500 cuerdas de 12 metros de longitud. La producción oscila entre las 60 y las 90 toneladas por batea, de las que se comercializan de 65 a 70 toneladas por batea y año, un total unas 260.000 toneladas anuales.

El 40% de la producción se vende en fresco y el resto enlatado (se comercializan entre 10.000 y 12.000 toneladas de mejillón enlatado). En total, la producción de mejillón comercializada en 2002 ascendió a 123 millones de euros.

Más de cuarenta países cultivan el mejillón. China, número uno mundial, produce más de 400.000 toneladas anuales. Tras Galicia están Italia, Nueva Zelanda, Francia y Holanda, con más de 60.000 toneladas. El cultivo crece en Chile o Grecia, cuyo mejillón ya está presente en los mercados europeos. En los noventa la producción mundial de mejillón de cultivo se incrementó en un 23%, hasta llegar en 2000 a 1,3 millones de toneladas.

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