Vacunas marcadas

Las vacunas «marcadas» o estrategias DIVA permiten diferenciar entre animales vacunados y animales infectados
Por Mercè Fernández 6 de octubre de 2003
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Las vacunas marcadas son una de las alternativas más viables para mejorar el diagnóstico y control de enfermedades animales de declaración obligatoria. Es un primer paso del largo camino que aun queda por recorrer para llegar a la vacuna ideal.

En el Laboratorio Nacional de Referencia italiano para la enfermedad de Newcastle y la gripe aviar, en Venecia, en colaboración con el Centro Nacional de Biotecnología (CNB -CSIC) en Madrid, se ha desarrollado uno de los primeros métodos para diferenciar entre aves vacunadas e infectadas de gripe aviar. Se basa en el uso de una vacuna a base de emulsión de aceite que contiene el mismo subtipo de hemaglutinina que el virus escogido pero que tiene una neuroaminidasa diferente. Es esta neuroaminidasa diferente la que permite «marcar» y diferenciar, en un test serológico, los animales vacunados de los naturalmente infectados.

La vacuna, según explicaron en la revista Avian Pathology, consigue una protección del 93% aunque no se ha podido evitar la excreción de virus a través de las heces. El test, «casi perfecto», tiene niveles de sensibilidad y especificidad de 98,1 y 95,7 respectivamente. Los resultados de esta investigación, dirigida por Ilaria Capua, del Laboratorio Nacional de Referencia italiano, sugieren que la estrategia de control DIVA puede representar una herramienta para el control de la gripe aviar.

De las estrategias DIVA (acrónimo de Diferentiating Infected from Vaccinated Animals) se hablará mucho en los próximos años. O al menos así debería ser, ya que es una de las apuestas más inmediatas en la investigación de vacunas. Así lo reflejaba un comité de expertos de la UE en un informe, publicado este año, sobre el futuro en diagnóstico y vacunas para enfermedades de declaración obligatoria como la fiebre aftosa, la peste porcina, la gripe aviar u otras de la Lista A de la Oficina Internacional de Epiozootias (OIE).

Vacunar o no

Las estrategias DIVA constituyen una de las apuestas más inmediatas en la investigación de vacunas para ganado

El último brote de gripe aviar, con el virus H7N1, entre 1999 y 2000 en el norte de Italia, acabó con sacrificios masivos de hasta 14 millones de aves. Los brotes de fiebre aftosa en 2001 en Gran Bretaña fueron devastadores para las granjas, que tuvieron que enfrentarse a más de dos mil focos y sacrificar millones de animales. Argentina, que se enfrenta ahora de nuevo a la fiebre aftosa, ya registró en 2001 hasta 2125 focos. ¿Pueden las futuras vacunas evitar los sacrificios masivos?

En casos como los de estas enfermedades, el gran problema de las vacunas actuales basadas en virus atenuados es que convierten a los animales en portadores, con el potencial de dispersar la enfermedad a través de sus excreciones, razón por la cual no se vacuna de forma preventiva. La solución debería llegar de la mano de la biotecnología, con vacunas como las basadas en ADN o en péptidos. No obstante, la investigación en esta área se halla, todavía, dice el comité de expertos de la UE, «en su infancia» y faltan años para que lleguen estas vacunas ideales.

Hay alternativas más cercanas con el uso de vacunas recombinantes, o vacunas basadas en virus inactivados incapaces de replicarse en el animal. La tecnología existe, afirma José Francisco Rodríguez Aguirre, del Centro Nacional de Biotecnología (CNB), pero «son vacunas más caras». Este investigador dirige una línea de trabajo sobre la biología molecular de birnavirus en el CNB y colaboró en el desarrollo del sensor ELISA asociado con la vacuna italiana citada al principio.

«Aquella zona el norte de Italia tiene un riesgo enorme», afirma. En el Venneto la producción avícola es muy intensa, con granjas de hasta un millón de aves. «Siempre tienen brotes de gripe aviar y es el único lugar en Europa donde se ha autorizado la vacuna de emergencia». Se sacrifican muchas aves y las pérdidas económicas son cuantiosas. La administración se vio frente al dilema de seguir indemnizando o buscar vías para proteger. «Y se decidió por la protección, por vacunar», sigue explicando Rodríguez Aguirre. «Pero había que controlar la eficacia de la vacuna y para eso se creó el sensor ELISA».

Precisamente para el caso de la gripe aviar el informe del comité de expertos de la UE plantea «seriamente» el considerar la vacunación de emergencia si el virus, altamente contagioso, se introduce en zonas con gran densidad de aves.

La enfermedad de Gumboro

Las vacunas tienen asignaturas pendientes y la historia ha demostrado que, en algunos casos, ha sido peor el remedio que la enfermedad. Es el caso de la bursitis infecciosa o enfermedad de Gumboro, un birnavirus que produce inmunosupresión y suele infectar a insectos, aves, peces y, potencialmente, reptiles. El primer brote conocido se dio en Delaware (EEUU) y el virus fue descrito por primera vez en 1958. Se optó por vacunar y «fue la propia aplicación de la vacuna preventiva lo que extendió el virus a prácticamente todo el planeta», detalla Rodríguez Aguirre. El consumidor no suele oír hablar de esta enfermedad «porque no causa zoonosis ni es de declaración obligatoria, pero es fundamental en el manejo de las aves y puede comportar muchos problemas».

«Es muy complicado. Se sabe muy poco sobre los tipos de cepas de este birnavirus, que es poco ruidoso, prodigiosamente mutante y tiene una gran resistencia a métodos de desinfección y altas temperaturas». Es realmente una suerte, apunta este investigador, que no afecte a humanos. Las cepas atenuadas que se usan para las vacunas son diferentes que las cepas de campo, más virulentas. Por eso, enfatiza, ya se están usando en las vacunas cepas intermedias o calientes, para inmunizar al pollo frente a un virus que puede ser muy virulento. No son nada suaves, explica. «Los animales ‘sufren’ cuando se les administra la vacuna».

Sin embargo, la vacuna no funciona ya que siguen apareciendo brotes. En realidad, con la vacuna se ha subvertido la intención original, sentencia Rodríguez Aguirre, y lo que se hace son «infecciones sincronizadas con un virus conocido». Seguramente nadie hace cincuenta años habría podido prever este resultado. ¿Conclusión? «Es necesario desarrollar nuevos métodos y vacunas no basadas en virus atenuados». Mientras, en función de la enfermedad, lo más sensato es optar por la erradicación, sacrificando los grupos afectados y colocando animales centinela, tal como se hace ya con la peste porcina o la fiebre aftosa.

A esta gran asignatura pendiente se une, según el comité de expertos de la UE, disponer de kits de diagnóstico rápido (actualmente se depende de laboratorios, con el consiguiente retraso que ello conlleva al llevar y traer muestras). Por lo mismo, no hay medios para analizar muestras a gran escala de forma rápida, lo que «incide negativamente en el control de animales importados» y, claro está, en el control de la entrada de virus en los diferentes países. Y, por supuesto, la falta de recursos que dificulta el avance en la investigación en el desarrollo de vacunas.

FALTAN RECURSOS

Una razón que puede determinar que no se dediquen suficientes recursos es el propio mercado. «El valor de los animales hace inviable el uso de vacunas de alta biotecnología», apunta Mariano Domingo, investigador y director del CreSA, en Barcelona. No es esperable que una granja avícola con mil pollos pague lo que un particular pagaría por vacunar a su mascota canina (lo que vendría a costar, según algunas ofertas consultadas, entre 15 y 17 euros). Con ese mismo razonamiento, tampoco es probable que una empresa desarrolle y lance masivamente al mercado vacunas caras basadas en la nueva biotecnología si no las va vender. Se busca, en cambio, formas fáciles, baratas y mecanizadas de vacunación.

Aunque si se trata de impulsar la investigación de vacunas de alta biotecnología, antes o después pueden cambiar las cosas. Los americanos han tomado buena nota de la epidemia en 2001 de fiebre aftosa en Reino Unido. El pasado verano, P. Gibbs, de la Universidad de Florida, publicaba un articulo en el Journal of veterinary medical education en el que examinaba la fiebre aftosa y sus implicaciones como posible arma bioterrorista.

Las lecciones aprendidas en la epidemia de 2001 muestran, dice Gibbs, la necesidad de pensar creativamente en investigación para dirigir mejor la amenaza de epidemias bajo lo que denomina «el nuevo orden mundial». Ante la hipotética situación, Gibbs defiende la necesidad urgente de mejorar el apoyo financiero para investigación, así como para la formación de profesionales veterinarios.

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