El nuevo Reglamento de Extranjería, que entrará en vigor a finales de junio, cuenta con amigos y enemigos. De un lado, el ámbito institucional lo defiende porque estima que supondrá “un modelo de inmigración regular, ordenado y vinculado al mercado de trabajo”. De otro, varias organizaciones se han opuesto al texto porque creen que vulnerará los derechos de las personas migrantes. Para Juan Carlos Rois, presidente de la Asociación América España, Solidaridad y Cooperación (AESCO), este texto ha desaprovechado la oportunidad de desarrollar algunos aspectos introducidos en la última reforma de la Ley de Extranjería, como el alcance del derecho a la educación, a asistencia jurídica o a sanidad, entre otros, aunque destaca algunos aspectos positivos. En su día a día como abogado, comprueba las dificultades de las personas extranjeras respecto a la integración en la sociedad de destino, pero cree en la interculturalidad porque se traduce en “la convivencia y la construcción de consensos”. Pese a todo, subraya que una sociedad inclusiva y cohesionada es posible, pero lamenta “que es difícil de alcanzar y tiene enemigos”.
Se ha desaprovechado un momento esencial para desarrollar algunos aspectos introducidos en la última reforma de la Ley de Extranjería, como el alcance del derecho de educación, sanidad, prestaciones y servicios sociales, asistencia jurídica, asociación, sindicación o participación, entre otros. De ellos, el Tribunal Constitucional dijo que debían ampliarse y reconocerse a todas las personas, con independencia de su situación administrativa. El Reglamento no ha desarrollado nada, ni ha tratado el tema de los CIES y el régimen de vida en los centros de internamiento, privados de libertad a pesar de no haber cometido ningún delito.
En cuanto a los aspectos más positivos, destacaría en primer lugar el hecho de privar a los consulados de la potestad para negar el visado, a pesar de las resoluciones que autorizan la estancia en España; un tratamiento más flexible, ágil y garantista a las mujeres que son víctimas de violencia; la agilización en general de los trámites de renovaciones y solicitudes; algunos aspectos relacionados con los menores inmigrantes; la mejora del arraigo laboral y, sobre todo, la nueva figura del arraigo familiar, que permite obtener papeles a los padres con hijos españoles, no solo nacidos en España sino de nacionalidad española, para poder cuidar de estos.
“Algunas personas llevan seis u ocho años en España y no hablan siquiera el idioma, lo que supone un problema para su ascenso social”
Son aspectos mal resueltos la posibilidad de que los procesos se queden dormidos por la burocracia, así como la mala solución para quienes quieren retornar, ya que se exige renunciar a la tarjeta de trabajo. Son malas soluciones, en general, las que supeditan casi todos los tipos de autorización de trabajo a la situación nacional de empleo, con condiciones muy rígidas y, sobre todo, que el Gobierno pueda, por orden ministerial, cambiar los requisitos para aprobar el arraigo social y condicionarlo a que no haya paro en España, lo que puede dejar en el limbo a todos los inmigrantes irregulares o que caen en irregularidad sobrevenida por la pérdida del trabajo.
El esfuerzo de integración es un proceso que se demuestra en el día a día y de muy difícil valoración. En mi práctica diaria compruebo que algunas personas llevan seis u ocho años en España y no hablan siquiera el idioma, lo que supone un problema para su ascenso social y una oportunidad para que les marginen y exploten. La norma establece que se debe acreditar esfuerzo, pero también se ha hecho con tal flexibilidad, que la valoración no equivale a acreditar que se habla el idioma, entre otros factores.
“La ordenación de la migración basada solo en el control no genera más que círculos perversos y efectos indeseables”
Apostar por la inmigración regular en el mundo actual, con conflictos, injusticias, desequilibrios y contradicciones, es decir que se pretende que la política ordene la inmigración y no se cree que haya una mano invisible que lo haga neutralmente. La cuestión está en qué se entiende por migración regular, ahí es donde hay que enfatizar las garantías, los derechos, la lucha por la igualdad, la apuesta por la integración y contra la xenofobia, los estímulos positivos a una migración ordenada, la vinculación de migración y desarrollo, la participación y el reconocimiento de los inmigrantes y la lucha contra las mafias y el abuso. Otro tipo de ordenación de la migración, basado solo en el control, no genera más que círculos perversos y efectos indeseables.
“Es urgente que la política migratoria entre países de origen y destino sea compartida, consensuada y basada en reglas justas”
Es absolutamente urgente que la política entre países de origen y destino sea compartida, consensuada y basada en reglas justas. Los países de origen no pueden conformarse con fomentar la salida de gente de cualquier modo y aspirar a obtener remesas, sin dar reconocimiento ni derecho a las familias migratorias. Ello supone desangrarse de su mejor activo: la calidad y el recurso humano de su población. Debe haber programas compartidos de desarrollo, pero eso supone poner en común qué entendemos por desarrollo, algo que nosotros asimilamos a la conceptualización “desarrollo humano” acuñada por el PNUD, vinculado a la justicia, a la dignidad humana, al respeto de la naturaleza, al equilibrio ecológico o a los derechos.
Este término no está desarrollo por completo y es polémico. De una parte, critica el modelo de ayuda al desarrollo vigente, que más bien ha sido un desarrollo “etnocéntrico” y unilateralmente entendido, vinculado a las políticas internacionales de los países donantes y a sus intereses. De otra parte, la lucha por los Objetivos del Milenio ha quedado reducida a aspirar a que las estadísticas de malnutrición bajen algo, pero esto no supone desarrollo ni combate la pobreza porque es un enfoque sintomático y que no incide en las causas estructurales de la pobreza, basadas en la injusticia, desigualdad e intereses de los poderes. El codesarrollo quiere ser una alternativa, pero no lo ha conseguido de momento. El codesarrollo tiene, al menos, dos enfoques: uno institucional, que propone que las instituciones hagan el codesarrollo, y otro social, que propone que el actor principal sea la persona. Este codesarrollo busca desarrollo económico, pero sobre todo social, empoderamiento, participación y mejores valores.
Las necesidades del momento pasan por abordar con imaginación y creatividad iniciativas para que la gente supere la crisis, desde apoyar el autoempleo al asociacionismo en cualquier ámbito, como el consumo compartido, uso del tiempo y del ocio. Otras necesidades pasan por facilitar el retorno en las mejores condiciones posibles, sin reproducir el círculo de fracasos, luchar porque los jóvenes puedan promocionarse y no ser una generación perdida, luchar contra el racismo y la xenofobia y profundizar en la democracia como marco de convivencia.
Todos los actores sociales: las instituciones, las instituciones de la sociedad civil, los migrantes, sus familias en el país de origen, las universidades, el mercado, etc.
En la sociedad radican las redes naturales que pueden crear cosas. Es un papel esencial, porque la dinamización o no de la sociedad hace que se puedan desarrollar proyectos relevantes o que nos los impongan.
Es un término y una apuesta por la convivencia y la construcción de los consensos desde lo que cada uno es y lo que juntos podemos ser. Me gusta.
Es posible, pero es difícil y tiene enemigos.
AESCO cumple 20 años y hace balance de su trabajo en estas dos décadas. Reconoce fallos y aciertos, sin descartar las oportunidades abiertas. Nació como entidad de cooperación, pero más tarde “se repensó a sí misma en función de nuevos problemas” y se convirtió en una entidad de inmigración y de lucha por la integración y los derechos de los migrantes, rememora su presidente. Más adelante, pasó a ser una “entidad puente”, que apostó por el binomio migración-desarrollo mediante la dinamización de las redes de migrantes y las familias migratorias. Entonces llegó el codesarrollo, “con muchos logros innegables en España, Colombia, Ecuador y Perú”. No ha podido, no obstante, potenciar la construcción de un movimiento transnacional migratorio.
El balance tiene claroscuros y plantea desafíos: unos relacionados con una visión amplia y la manera de llevarla a la práctica; otros, con la organización y la necesidad de ampliarla y democratizarla. Juan Carlos Rois considera que la oportunidad de cambiar las cosas “está ahí”. Por ello, con motivo de este vigésimo aniversario, AESCO realizará diversas actividades académicas y culturales que ayuden a incentivar la creación de espacios de diálogo e interrelación entre los diversos actores relacionados con el fenómeno migratorio. La próxima será el 10 de junio en Valencia, donde celebrará el encuentro “Políticas públicas de inmigración: hacia una política compartida”. El punto fuerte de análisis será la necesidad de cambiar la visión de la política de cooperación y de desarrollo, para que las personas migrantes sean “el principal eje y aliado de estas y del codesarrollo, un nuevo y activo instrumento”.