Niñas trabajadoras invisibles

Millones de niñas en todo el mundo se ven obligadas a dejar la escuela y son víctimas de la explotación laboral
Por Azucena García 18 de marzo de 2011
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Imagen: Plan

Se cuentan por millones. Las niñas que trabajan en todo el mundo conforman un grupo numeroso que, a menudo, se somete a una situación de explotación laboral. En su mayoría, trabajan en el sector doméstico, donde también lo hacen los niños, aunque en menor cuantía. Los datos de la ONG Plan apuntan que un total de 246 millones de menores entre 5 y 17 años (218 millones según datos de Save the Children en 2008) tienen un empleo o, al menos, la obligación de desempeñarlo, ya que las condiciones en que lo realizan se asemejan más a una situación de semiesclavitud. Las estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo precisan que el trabajo infantil afecta a más de 100 millones de niñas.

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Son niñas invisibles porque con frecuencia trabajan de un modo clandestino. No se sabe nada de ellas ni de lo que hacen. Son menores consideradas pobres, cuyo único fin es conseguir ingresos económicos. La desesperación lleva a algunas familias y a las propias niñas a cambiar los estudios por el trabajo. La ONG Plan alerta: «Las niñas, por el simple hecho de ser menores y mujeres, son las primeras obligadas a dejar la escuela».

Un informe publicado en 2009 por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) con motivo del Día Mundial contra el Trabajo Infantil subraya que más de 100 millones de niñas en el mundo están involucradas en trabajo infantil. La directora general de Plan en España, Concha López, señala que trabajan hasta 18 horas al día, por lo que «no pueden asistir al colegio o relacionarse con otras personas que no sean los dueños de la casa». Quedan así en una posición de vulnerabilidad, sin ayuda y en clara dependencia de sus empleadores, » que en ocasiones abusan física, emocional o sexualmente de ellas».

La mayor parte de las niñas trabajan en el sector doméstico, «donde rara vez existe protección ni regulación», precisa Plan. Sobre todo, esto ocurre en América Latina, en África y en el sudeste asiático, donde destacan Filipinas, Tailandia, Bangladesh e India, donde el 81% de las trabajadoras domésticas tiene entre cinco y doce años.

Por qué trabajan

«Por el simple hecho de ser menores y mujeres, son las primeras obligadas a dejar la escuela», alerta Plan

Las pequeñas trabajan por varios motivos. En ocasiones, porque sus padres consiguen un empleo para ellas en el servicio doméstico -o aceptan otro que les ofrecen-, con el fin de obtener ingresos para paliar la precaria situación familiar o porque no pueden garantizar su manutención y prefieren que otras familias se encarguen de ellas.

Otras niñas buscan un empleo porque se han quedado huérfanas, porque huyen de matrimonios concertados en sus lugares de origen con hombres mucho mayores que ellas o que ni siquiera conocen, y hay menores que escapan de su hogar para evitar que les somentan a la mutilación genital femenina. Es el caso de las niñas africanas.

Además, el trabajo doméstico se percibe como un trabajo de mujeres, señala Save the Children, cuando se inicia se desconocen sus efectos dañinos, se entiende como una preparación para el matrimonio, se ve al empleador como un benefactor o como una extensión de la familia y, otras veces, se recurre a él como pago de una deuda contraÍda por las familias de las menores.

El informe de la OIT advierte de que la crisis financiera mundial «podría empujar a un número creciente de niños, en particular niñas, al trabajo infantil». Pero quizá la peor razón es el tráfico de niñas procedentes de comunidades rurales. Incluso a menudo es una práctica admitida porque forma parte de la tradición, como en los casos del «reste-avec», en Haití, o el «kamalari», en Nepal. Se envía a las menores, «que a veces no superan los cinco años», a trabajar en casas radicadas en ciudades de todo el país.

Estos trabajos se desarrollan sobre todo en los grandes centros urbanos, ya sea en casas de familiares o conocidos, «que las emplean a cambio de techo, comida y la promesa de escolarizarlas. Promesa que no siempre se cumple», subraya Plan.

Trabajar como esclavas

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El informe de Save the Children «Esclavos puertas adentro», publicado en junio de 2008, detallaba cómo 40 millones de niños y niñas son sirvientes domésticos en todo el mundo. De ellos, cerca de 10 millones trabajan ocultos en las viviendas de sus empleadores «sin que sus actividades puedan, en la mayoría de los casos, ser controladas».

El trabajo doméstico es la primera ocupación de las niñas menores de 16 años que trabajan y que corren el riesgo de convertirse en esclavas -también los niños- «sin ningún tipo de derechos». El informe asegura que la percepción común acerca de que estos menores no sufren abusos, «fomentada por la creencia popular de que sus empleadores ejercen toda una labor de caridad y filantropía», ha llevado a que la violencia permanezca oculta e ignorada.

El estudio indica que algunos niños trabajan en condiciones peligrosas o de explotación, aunque estas situaciones son invisibles porque tienen lugar en el ámbito privado de los hogares ajenos. Destaca que los niños más vulnerables y explotados son quienes trabajan fuera del hogar familiar, ya que dentro se considera aceptable el denominado «trabajo ligero», que un niño realiza como contribución a las tareas familiares, «siempre y cuando no interfiera con su asistencia a la escuela, impida su ocio, ni se realice en condiciones de peligro o explotación».

Entre las actividades que desempeñan los menores figuran: servir la comida, limpiar la cocina y los utensilios, planchar, coser, abrillantar zapatos, ordenar las habitaciones, limpiar los muebles, barrer y fregar los suelos, limpiar los baños, limpiar coches, reparar equipamientos, cuidado de personas o acompañamiento, cuidado de animales, limpieza de cuadras y establos, recogida y transporte de agua, leña y otros combustibles, encargarse de las basuras y los desechos.

Historias de niñas

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Para concienciar sobre la necesidad de ayudar a las niñas a superar esta situación, miembros de Plan han contactado con algunas menores que forman parte de programas llevados a cabo por esta entidad o ajenas a los mismos. Éstas son algunas historias que han recopilado.

Filipinas. Jendy tiene 12 años. Trabajaba de cinco de la madrugada a diez de la noche, los siete días a la semana. Su sueldo: 80 euros al mes. Vive interna en un centro de rehabilitación acusada de extraer un teléfono móvil a su empleadora. A Vangie, la suya le pegaba e insultaba cuando bebía.

Nepal. Con ocho años, los padres de Asha enviaron a la pequeña a trabajar a casa de unos parientes. Se levantaba a las cuatro y media de la madrugada y se acostaba a las once de la noche. Estuvo allí hasta que cumplió 18 años, sin días libres, sin hablar la misma lengua que la familia y sin conocer a nadie. Gracias al programa de formación de Plan, ahora dirige su propio restaurante.

Zambia. Themba tiene 16 años. Tras fallecer su padre, su madre abandonó a la niña y a sus hermanos. Ella empezó a trabajar como asistente doméstica y ahora vive en un centro coordinado por Plan para niños de la calle, donde aprende un oficio.

Qué se puede hacer

Las alternativas para ayudar a éstas y a otras niñas son varias. Es posible apoyar los programas de escolarización implantados por Plan en numerosos países, donde también realiza labores de sensibilización con las familias y con los empleadores “para explicar la importancia de que las niñas sigan con su educación”. Esta organización también da la opción de firmar para que el 22 de septiembre se declare el Día Internacional de las Niñas.

El Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC) de la OIT se creó en 1992 para la erradicación progresiva de éste. Está implantado en 88 países y se centra, sobre todo, en las peores formas de trabajo infantil: formas de esclavitud o prácticas análogas -como la venta y trata de niños-; utilización, reclutamiento u oferta de niños para la prostitución, la producción de pornografía o actuaciones pornográficas; utilización, reclutamiento u oferta de niños para la realización de actividades ilícitas; trabajos que, por su naturaleza o por las condiciones en que se realizan pueden dañar la salud, la seguridad o la moralidad de los pequeños.

En su apuesta por la educación de las niñas, UNICEF patrocina desde 2008 el programa “Educación secundaria para las niñas” en la escuela del distrito Vangaindrano de Madagascar, “donde las diferencias por motivos de género en la educación son de las más elevadas del país”. Además, lleva a cabo programas de acceso a la educación en todo el mundo para lograr la igualdad de oportunidades en este ámbito y la educación primaria universal, el fomento de la autonomía de las mujeres a través de la educación de las niñas y la igualdad entre los géneros, la educación en situaciones de emergencia y después de las crisis, el desarrollo de la primera infancia y preparación a la escolaridad y la mejora de la calidad de la educación primaria y secundaria.

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