Comunidades Wi-Fi, redes inalámbricas libres

Las redes inalámbricas gratuitas florecen gracias a la iniciativa de los ciudadanos
Por Benyi Arregocés Carrere 12 de febrero de 2004

Las comunidades Wi-Fi (del inglés Wireless Fidelity) se forman gracias a los estándares de comunicación 802.11 que permiten la conexión a gran velocidad entre ordenadores, para lo que utilizan el espectro de radio libre de la banda de 2,4 Ghz sin necesidad de ninguna licencia. Así, se crean veloces redes paralelas a Internet, con personas conectadas de forma gratuita. Este movimiento ciudadano se expande por numerosas ciudades de todo el mundo.

Libertad

Internet es una red de redes. La más grande que existe, pero no deja de ser eso. Con la configuración actual, los usuarios dependen de grandes empresas de comunicación -los proveedores de acceso- para poder conectarse. Ante esta situación, muchas personas han reaccionado en todo el mundo, con más intensidad en aquellos países en los que la cultura de la Red se encuentra más extendida. La solución: crear otras redes libres y gratuitas, gestionadas por personas y, además, más veloces que la conexión que habitualmente se ofrece -sobre todo en España-. Todo esto se puede realizar gracias a que las conexiones inalámbricas a través de la frecuencia de radio de 2,4 Ghz. son de libre acceso.

Para esta clase de redes inalámbricas se utilizan dos estándares de transferencia compatibles entre sí: 802.11b, que permite conexiones de hasta 11 megabits por segundo (40 veces más rápido que un ADSL), y su evolución el 802.11g, que logra un máximo de 54 megabits por segundo y cada vez se encuentra más extendido.

La conexión de banda ancha que se consigue es otro de los puntos fuertes de esta tecnología, mucho más veloz que la habitual conexión de ADSL de 256 kb/s (1 megabit son 1024 kilobits) que ofrecen los proveedores de Internet a través de ADSL. “La velocidad depende de la señal recibida y ésta a su vez varía según factores como la potencia de las tarjetas, la distancia, los obstáculos o el número de usuarios”, expone Jaime Robles, creador y promotor de RedLibre.

El objetivo de estas comunidades de usuarios no es ofrecer acceso a Internet. Es mucho más ambicioso. Se trata de crear otra red, pero gestionada por sus propios usuarios. También pretenden acercar la tecnología a la sociedad, crear nuevos canales gratuitos de comunicación entre las personas e, incluso, ser una red de emergencia alternativa en caso de catástrofe, según nos indican desde el proyecto RedLibre. “Con estas comunidades empezamos a ser más libres. Con el Wi-Fi podemos hacer lo que nosotros queramos”, manifiesta Antonio Pardo, miembro de Madrid Wireless.

No obstante, algunos nodos de estas redes ofrecen acceso a Internet, aunque esto depende de la relación particular que tenga la persona con la empresa que le provea de conexión. “Las comunidades inalámbricas se dedican a interconectar nodos vía radio. Si después uno tiene un contrato con su proveedor de Internet en el que se le permite compartir su ancho de banda, es libre de hacerlo”, indica Pardo.

El funcionamiento de estas comunidades es horizontal, no hay distinciones jerárquicas. “Se aporta lo que se quiere y puede en cada momento, ya sean infraestructuras informáticas, asesoría informática y legal, montaje de nodos, diseño web, etc.”, explica Jaime Robles.

¿Cómo participar?

Se puede participar de dos formas en estas redes: o bien siendo usuario cliente, es decir, que sólo accede pero no redistribuye la señal, o bien siendo nodo, que tiene más relevancia en el funcionamiento de la comunidad. Para ser cliente tan sólo hace falta adquirir una tarjeta de red inalámbrica. En estos momentos se pueden encontrar por menos de 60 euros. “Los precios han bajado muchísimo en estos últimos años. ¡Por la primera tarjeta que compré pagué 150 euros!”, enfatiza Robles. La configuración para acceder como cliente a una de estas redes es sencilla y, en la mayoría de los casos, automática. Una persona se puede conectar a través de varios dispositivos: un ordenador portátil, uno fijo o un PDA.

En el caso de que se quiera crear un nodo -el elemento que forma la propia red- se requiere un ordenador, una antena, una tarjeta de red inalámbrica o un punto de acceso (unos 60 euros) y, después, un sistema operativo apropiado. La recomendación de estos expertos es instalar programas de código libre, como Linux. “Con Windows es un poco más complicado y además se necesita comprar programas. Nosotros recomendamos instalar GNU/Linux y no utilizar software pirata”, indica Pardo.

Estas comunidades Wi-Fi se están desarrollando en numerosas ciudades españolas, siguiendo la estela de lo que ocurre en otros países con mayor porcentaje de población conectada a Internet. Suelen denominarse en función del nombre de la ciudad, seguido del sufijo Wireless. Pero al mismo tiempo, el Proyecto RedLibre pretende unir todas esas redes ciudadanas en una red libre para todo el país.

Sin embargo, otros integrantes del movimiento inalámbrico libre ven más lejano este proyecto. “El alcance de estas redes es de unos cientos de metros. Para comunicarlas entre sí se debería pagar una línea o cable de datos y eso ahora mismo no lo contemplamos. Nuestra filosofía es que la red esté construida por los ciudadanos. Quizás dentro de unos años sí conectemos todas las redes inalámbricas de España en una sola red”, explica Antonio Pardo.

De momento, el número de personas que participan en estas comunidades inalámbricas es reducido. “No puedo conocer el número de personas integrantes de estas redes, pero me atrevería a decir que son, a día de hoy, dos o tres mil las personas que están relacionadas con las redes libres inalámbricas en España”, afirma Robles.

Una comunidad

Uno de los ejemplos que se puede tomar para hablar de este fenómeno es el de Madrid Wireless, que da cobertura a la ciudad de Madrid a través de Wi-Fi. “Comenzó hace 2 años y unos meses a raíz de las noticias que surgían en la costa oeste de los Estados Unidos sobre las comunidades inalámbricas ciudadanas. Conocíamos la tecnología e iniciamos el proyecto aquí”, recuerda Pardo, miembro de esta comunidad.

En estos momentos cuentan con unos cien nodos en Madrid capital y se encuentran diseñando la red metropolitana. “Ahora estamos organizando la red por barrios”, señala Pardo. Además, explica que no hace falta pedir licencia para montar la red porque el uso del espectro en esa banda es libre. La forma de darse de alta en una de estas comunidades es sencilla. Tan sólo hace falta pasarse por su página web.

La velocidad teórica de los estándares se ve reducida cuando es aplicada en la práctica. Sin embargo, todavía es muy superior a la que los grandes proveedores de Internet publicitan como banda ancha. “Con visibilidad directa, se produce una conexión a buena velocidad. Con el estándar 802.11b se están consiguiendo unas velocidades de conexión de 7,8 megabits por segundo y con 802.11g, de 45 megabits”, informa Pardo. Esto es, 32 y 180 veces más rápido respectivamente que un ADSL convencional.

Según nos señalan desde Madrid Wireless, cada nodo puede albergar en condiciones prácticas 20 conexiones de forma simultánea. “Como es una tecnología que tiene muy poca potencia -emiten con menos de 100 mW-, para el buen funcionamiento de la red es necesario que haya muchos nodos”, explican.

Empresas

Al mismo tiempo que se desarrollan las comunidades inalámbricas libres, las empresas de telecomunicaciones aprovechan las bondades de esta tecnología y el ahorro que supone no tener que pagar por las licencias. Están creando zonas Wi-Fi por toda España en entornos como hoteles, palacios de congresos y centros de transporte de pasajeros.

A los promotores de las redes libres inalámbricas esta iniciativa les parece muy apropiada. “Nos sirve para que muchas personas conozcan y hagan uso de la tecnología”, opina Jaime Robles. “A partir de ahí se pueden dar cuenta de las ventajas que ofrece constituir una comunidad Wi-Fi independiente”, recalca Pardo.

En teoría, esta tecnología permite aplicaciones que pueden hacer peligrar las enormes inversiones que las operadoras de telefonía móvil realizaron para pagar las licencias de la anunciadísima UMTS, la tercera generación de móviles. Con la transmisión de voz sobre IP (esto es, transmitir voz como si fueran datos) unida a los estándares de comunicación 802.11, se podría llevar a cabo una red móvil nacional alternativa, con un costo muchísimo menor y mayor capacidad de transmisión.

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