¿Vacaciones, dices? ¡No sin mi pantalla!

Nos pasamos todo el año soñando con gozar en verano de unos días de descanso. Pero cuando llegan, la ubicuidad de las pantallas hace que la desconexión no sea real
Por Nacho Meneses 30 de agosto de 2019
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Imagen: Mocup

Ni la toalla, ni el bañador, ni el protector solar. Cuando llega el momento de irse de vacaciones, lo primero que el 18 % de los españoles mete en la maleta es… el móvil, según el Estudio ASUS ‘Tecnología y verano en España‘, donde también se descubre que nueve de cada diez españoles consideran imprescindible el uso de la tecnología en verano. ¿Para qué? Sobre todo, se dice en el informe, para estar conectado con familiares y amigos (77 %) y mantenerse informado (59 %). Pero ¿de verdad es tan necesaria? Descubre en estas líneas cómo nos puede afectar el exceso de tecnología y qué puedes hacer para que no eche a perder tus vacaciones.

Desconectarse de las pantallas en vacaciones no es tarea fácil. Usamos el móvil como reloj, despertador, fuente de noticias y de ocio. Y en la maleta probablemente entrará la tableta, quizá el ordenador portátil, la consola… Y eso sin contar con la televisión, que encontraremos vayamos donde vayamos. Llegamos a nuestro destino vacacional con el propósito de descansar, aunque está por ver en qué condiciones, si tenemos en cuenta que no dejamos las pantallas en casa ni para ir a la piscina: siete de cada 10 llevan el móvil o la tableta encima. “Creo que la gente no hace un uso responsable del móvil, porque en vacaciones es un recordatorio permanente de tus obligaciones, de tus no-vacaciones, de ese día a día del que queremos desconectar”, argumenta Nimrod Puente, director académico del área de Marketing en IMF Business School.

¿Tienes dependencia tecnológica?

De acuerdo con un informe de la Universidad de California (EE.UU.), una de cada cuatro personas consulta su smartphone cada 30 minutos y el 25 % de los millennials lo hace más de 100 veces al día. Las constantes notificaciones que recibimos durante la jornada laboral no impiden que completemos nuestro trabajo, pero provoca que lo hagamos con mayores niveles de estrés y frustración.

El verano es también la ocasión perfecta para remediar la culpabilidad acumulada tras demasiados meses en los que muchos padres no pueden disfrutar del suficiente tiempo de calidad con sus hijos, e incluso por el exceso de horas que estos han pasado frente al televisor –o cualquier otra pantalla–. El buen tiempo y el mayor número de horas de sol invitan a salir a la calle y disfrutar de multitud de actividades al aire libre, aprovechando de paso para desconectar de las rutinas habituales. Y para ello, es fundamental apartarse del móvil. “Una persona que tiene dependencia tiende a llenar absolutamente todos los momentos en los que no está ocupada con el móvil. Para él o ella, el tiempo familiar o de ocio es como excavar un agujero en el agua de la piscina: enseguida se llega con el móvil. Si el agujero es más grande (en verano hay más tiempo libre), se llena enseguida con tiempo de pantalla y el tiempo pasa como si no hubiéramos visto pasar las vacaciones”, reflexiona Catherine L’Ecuyer, doctora en Educación y Psicología y autora del libro Educar en realidad (Plataforma Actual, 2015).

Vivimos en una época en la que no es suficiente con estar de vacaciones. Hay que exhibir cada experiencia, cada ocasión en las redes sociales, para que todos –mucho más allá de nuestro círculo de confianza– puedan ser testigos de nuestra felicidad. El postureo está de moda. No en vano, en verano se comparte el doble de fotografías que en invierno y se publican dos veces más imágenes y vídeos que actualizaciones de estado, aporta un análisis de IMF Business School. Y no siempre son reales: según un estudio de We are testers, el 10 % de los encuestados dice haber mentido en alguna ocasión sobre algún aspecto de sus vacaciones (como compartir fotos de un lugar que en verdad no se ha visitado).

Los menores, los más frágiles

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Imagen: Nadine Doerlé

El exceso de exposición a las pantallas tiene consecuencias negativas para todos, pero los niños son los que más las sufren. En España, el 21 % de los jóvenes entre 10 y 25 años sufre un trastorno de comportamiento debido a la tecnología, según una encuesta a 4.000 jóvenes que el Ministerio de Sanidad incluirá en su próximo Plan Nacional sobre Drogas. Y en Estados Unidos, el 59 % de los padres sienten que sus hijos están enganchados a los móviles, de acuerdo con la ONG Common Sense Media. Pero no siempre es así. “Este verano estuve en Canadá, y me llamó la atención el hecho de que los móviles están prohibidos en las piscinas, con el objeto de proteger el derecho a la imagen de las personas que están bañándose”, recuerda L’Ecuyer. “Mucha gente no tiene WhatsApp y usa poco las redes, porque las consideran invasivas… Puede que sea por inconsciencia, pero estamos creando huellas digitales de nuestros hijos menores, y no hay marcha atrás”, advierte.

La proyección digital que hacemos de nuestras vidas puede también tener el efecto de distorsionar nuestra verdadera realidad, si se llega al punto de construir “una identidad que no es real, y que nos hace sentir ansiedad cuando no estamos a la altura de esa falsa imagen que hemos proyectado al mundo. Corremos el riesgo de perder la intimidad familiar y la propia al exponer nuestras vidas a la mirada indiscreta de miles de personas que no conocemos”, sostiene L’Ecuyer. Y puede ir más allá, de manera que se pierda la sensibilidad, la capacidad de empatía para ponerse en el lugar del otro, “llegando a sustituir la amistad y el diálogo personal por una actitud de consumo, como si los perfiles fueran productos gratuitos a través de una vitrina”. Una situación que, en definitiva, puede provocar la pérdida del sentido de la relevancia, de lo que es realmente importante y lo que no.

Más pantallas, más campañas publicitarias

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Imagen: Pixabay

Conscientes de este incremento del uso de Internet en verano, al llegar la época estival las empresas ponen en marcha un 40 % más de campañas publicitarias en las redes sociales, según datos de Adglow. Campañas en las que, más que el producto o servicio que se promocione, lo que importa es el tono: mensajes superfrescos, con fondos muy claros, evocando mucho la estación más calurosa del año e incluso usando palabras como “verano”, “vacaciones” o “playa”, con la intención de meterse en la dinámica vacacional del cliente en este periodo.

“Hay un tipo de publicidad basado en la geolocalización. Por ejemplo, campañas dirigidas a ciudadanos rusos que están en Marbella en una época del año, buscando casas que comprar”, confiesa Puente. Constituye un tipo de marketing muy asentado en Estados Unidos, pero que en España solo usaban las grandes empresas y que ahora empiezan a utilizar las pymes: “Si un restaurante está en Tarifa, su público objetivo nunca se encontrará en Cantabria, por ejemplo, por lo que hacer publicidad nacional no tendría sentido”.

Buenas prácticas para el verano

Con el fin de sacar el máximo partido a las vacaciones y desconectar de los dispositivos tecnológicos, Catherine L’Ecuyer propone una serie de buenas prácticas que influirán en la calidad de nuestro descanso:

  • Compra un reloj y un despertador; te evitará tener que coger el móvil.
  • Por la noche, deposita el teléfono en una cajita, fuera del dormitorio.
  • Usa un smartphone viejo, y no el último modelo, para reducir las tentaciones de jugar con él.
  • Deshabilita todas las notificaciones.
  • Cuando estés tentado de usar la pantalla en un momento familiar, piensa que esas ocasiones están contadas en la vida. A medida que va pasando el tiempo, la cifra va bajando hasta que el contador se pone a cero.
  • Si necesitas interrumpir un momento familiar para utilizar el móvil, discúlpate y explica el motivo. Eso evitará perjudicar la armonía familiar.
  • Recuerda que el horario laboral habitual deja poco espacio para la conciliación. El verano te permite recuperar ese déficit de tiempo con tus hijos; no lo desperdicies.
  • No cedas a la tentación de fotografiar o grabar todo. Cada momento es irrepetible, y querer capturar esa instantánea puede hacer que no lo disfrutes verdaderamente. Más vale una vida llena y un álbum por contemplar, que un álbum lleno y una vida vacía.
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