Naranjas en la cocina, mucho más que zumo

Las naranjas tienen múltiples aplicaciones culinarias, gracias a su piel y a su jugosa carne
Por Peio Gartzia 23 de enero de 2012
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Imagen: genious2000de

La naranja es una fruta exquisita y muy jugosa que, en general, se emplea como tentempié, como postre y para hacer zumo. Pero las naranjas no solo se pueden consumir enteras o en zumo. También se pueden emplear en infinidad de recetas y platos, tanto dulces como salados. De esta fruta se aprovecha todo, incluso su piel. Su pronunciado aroma y sabor permite perfumar ingredientes y aliños que luego se utilizarán en la cocina. En este artículo se reseñan algunas ideas sencillas para aprovechar las bondades gastronómicas y nutricionales de las naranjas.

Dulces, ricas y refrescantes, las naranjas constituyen una de las principales frutas de mesa. Son muy populares y consumidas por toda la población, en especial, durante los meses más fríos. Constituyen una estupenda fuente de vitamina C, flavonoides y beta-caroteno, por lo que resultan muy interesantes para la salud cardiovascular. Las maneras más habituales de tomarlas es en zumos o enteras, como postre o tentempié. Pero existen otras opciones en las que hasta se aprovecha su cáscara.

La naranja en la cocina

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Imagen: CONSUMER EROSKI

Para cocinar con naranjas, primero deben pelarse. Hay que retirar por completo la parte amarillenta o blanquecina más pegada a la pulpa, ya que esta aporta un amargor poco agradable.

La naranja, ya pelada, se puede utilizar en ensaladas como la de cebolla y naranja, o la de patata, bacalao y naranja, una combinación muy particular y sabrosa. En el recetario de EROSKI CONSUMER hay otras exquisitas opciones de ensaladas con naranja. Entre ellas, la de garbanzos con naranja, la de escarola con gulas y gambas, la de lentejas y salsa César (que también lleva mandarina), la de arroz salvaje y basmati o la de endibias y dátiles.

Las naranjas también se usan en algunas cremas y potajes. Una de las más célebres es la crema de calabaza con un chorrito de zumo de naranja y unos trocitos de fruta. La crema de apio a la naranja también es deliciosa. Para este tipo de preparaciones, se trituran las verduras y las frutas. El resultado es un plato típico de invierno que, acompañado de unos picatostes, hará las delicias de pequeños y mayores de la familia.

Otra manera de emplearlas en la cocina es en forma de brochetas, tanto dulces como saladas, frías o templadas, con vegetales, pescados, mariscos o carnes. Esta es una de las presentaciones más versátiles. Se pueden preparar unas brochetas de naranjas con marisco, como unos langostinos o unas colas de cigalas, o con pulpo cocido, para luego cocinar la brocheta «vuelta y vuelta» en la plancha, todo aliñado a la gallega.

Piel de naranja: cómo usarla

Una de las formas de consumir naranjas consiste en aprovechar mejor su cáscara. Esta parte de la fruta aporta distintas posibilidades en la cocina. En este caso, después de lavar bien la cáscara para eliminar posibles restos de cera o de componentes químicos, se raspa la parte de color naranja y se utiliza para aromatizar una vinagreta o como saborizante, un complemento de la sal y demás hierbas aromáticas.

La piel también puede emplearse para dar un toque aromático a gelatinas, bizcochos y cremas pasteleras. Además, si se agrega un trozo de cáscara de naranja a un tarro con azúcar, se conseguirá dar al azúcar un aroma particular para usar en repostería o para endulzar de una forma especial las infusiones y cafés.

Naranja para pescados y carnes

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Imagen: CONSUMER EROSKI

Los pescados que admiten la naranja son el besugo, la dorada o la lubina. Gracias a su acidez, las naranjas también pueden utilizarse en carnes duras como la de caza o guisos como el zancarrón, la aguja de ternera o de cerdo. Puede usarse con un marinado y zumo de naranja (para la caza) o en el propio guiso, como los ragús o fricandó de ternera o de cerdo. La naranja neutraliza la grasa de estos guisos y ablanda la carne.

También pueden cocinarse solas. Basta con pelar las naranjas y acompañarlas con un poco de azúcar, si son muy ácidas, una vaina de vainilla y unas hojas de hierbabuena. Se asan a 200 ºC durante unos 20 minutos y, en este tiempo, se riegan de vez en cuando con sus propios jugos.

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