Niños esclavos, la dura realidad de más de cinco millones de menores

Hoy, Día Mundial contra la Esclavitud Infantil, se recuerda que millones de niños y niñas en todo el mundo son obligados a trabajar en las peores condiciones imaginables
Por Azucena García 16 de abril de 2015
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Imagen: Ira Gelb

Más de cinco millones de niños y niñas en todo el mundo –podrían llegar a ocho millones– son esclavos. Ocupan de manera forzada empleos que ni los adultos elegirían si se les diera la oportunidad. Ellos son una mínima porción de los más de 200 millones de pequeños que trabajan en todo el mundo, pero son quizá quienes más sufren, sin ánimo de reducir ni un ápice el sufrimiento del resto de menores que trabajan para ayudar a sus familias, para saldar deudas contraídas por estas o como un ejercicio humano de supervivencia porque las enfermedades, los desastres naturales o el infortunio les dejaron huérfanos. Hoy es el Día Mundial contra la Esclavitud Infantil, una jornada que no se celebra, sino que reivindica el fin de una situación que jamás debió iniciarse.

Consecuencias de la esclavitud para los niños

La esclavitud se da cuando «una persona es propiedad de otra, para quien está obligada a trabajar, sin voz alguna en lo que le sucede»

El Convenio número 182 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) se refiere a las peores formas de trabajo infantil, entre ellas, la esclavitud. Asegura que esta condición se da cuando «una persona es propiedad de otra, para quien está obligada a trabajar, sin voz alguna en lo que le sucede». Un concepto clave es la voluntad: las personas esclavas la pierden, son retenidas a la fuerza «desde el momento de su captura, compra o nacimiento, y no se les permite abandonar ni rechazar el trabajo«.

A este respecto, la Recomendación número 190 sobre las Peores Formas de Trabajo Infantil establece que los Estados miembro de la OIT deben tomar las disposiciones oportunas para considerar «actos delictivos» estas formas de explotación, ya sea esclavitud o las prácticas análogas, como la venta y el tráfico de niños, la servidumbre por deudas y la condición de siervo y el trabajo forzoso u obligatorio, incluido el reclutamiento forzoso de menores para utilizarlos en conflictos armados.

Pero en cuestión de esclavitud destacan sobre todo dos: la sexual y la doméstica. La primera se da con frecuencia y con la peor de sus caras. Los pequeños, en especial las pequeñas, son vendidos como esclavos sexuales por quienes participan en conflictos armados o quienes se dedican al más malvado de los turismos. En cuanto a la esclavitud doméstica, experimentada también en su mayoría por niñas, Save the Children ha documentado cómo los menores trabajadores domésticos «sufren castigos extremos, como golpes con planchas ardiendo, flagelaciones y quemaduras con agua hirviendo en sus cuerpos».

La ONG Manos Unidas también ha denunciado la situación de los restavek o «niños en domesticidad» de Haití, que podrían ser más de 300.000 convertidos en sirvientes por familiares que viven en la ciudad y que acuden a visitarles al campo con la intención, oculta, de aprovecharse de ellos. «Hacen las tareas de la casa, acarrean agua, cocinan, acompañan a la escuela a los hijos de la familia y un largo etcétera de obligaciones, que les roban la niñez y la salud. Los restavek no reciben ningún salario y solo esperan el momento de hacerse mayores para poder liberarse. Mientras tanto sobreviven maltratados, mal nutridos, mal alojados, sin salario y sin ir a la escuela«, señala Manos Unidas.

Plan Internacional advirtió hace varios años de esta práctica en Nepal, donde las «niñas Kamalari» son obligadas desde muy pequeñas a trabajar en labores domésticas. «El ‘Sistema Kamalari’ se concibió hace más de un siglo para entrenar a las menores en las tareas del hogar. De este modo, las niñas son enviadas a trabajar como sirvientas domésticas a las casas de las familias más ricas, normalmente de terratenientes de castas altas o de negociantes. En general, solo tienen ocho o nueve años cuando son enviadas a trabajar; sin embargo, algunas son mucho más jóvenes«, detalla. Estas pequeñas se enfrentan a una situación terrible porque a menudo no hablan el idioma del lugar adonde las trasladan, carecen de apoyos y, en ocasiones, son víctimas de la violencia física y el abuso sexual.

Combatir la esclavitud infantil

El Convenio número 182 de la OIT recoge también las acciones inmediatas que han de poner en práctica los países firmantes para erradicar la esclavitud infantil. Estas deberán asegurar la prohibición y eliminación de esta condición, garantizar la rehabilitación de los menores, su inserción social y la atención a las necesidades de sus familias.

La Recomendación 190 sobre las peores formas de trabajo infantil, adoptada en 1999, pone el acento en tres actuaciones para combatir esta lacra:

  • Programas de acción. Su objetivo es eliminar «como medida prioritaria» las peores formas de trabajo infantil. Lo importante es que pide que se tenga en cuenta la opinión de los pequeños directamente afectados, de sus familias y, cuando proceda, de otros grupos interesados. Así se pretende, entre otras cuestiones, «impedir la ocupación de niños en las peores formas de trabajo infantil o librarlos de ellas, protegerlos contra las represalias y garantizar su rehabilitación e inserción social con medidas que permitan atender a sus necesidades educativas, físicas y psicológicas».
  • Trabajo peligroso. Se insta a detectar cuáles son estos trabajos, dónde se llevan a cabo y, en caso de que alguno fuera aceptado, debería legislarse la autorización del empleo a partir de los 16 años, «siempre que queden plenamente garantizadas la salud, la seguridad y la moralidad de esos niños, y que estos hayan recibido instrucción o formación profesional adecuada y específica en la rama de actividad correspondiente».
  • Aplicación. Es el aspecto relevante para que todo lo anterior sea eficaz. Para ello, se considera esencial que se mantenga información actualizada sobre la naturaleza y el alcance del trabajo infantil, siempre que se pueda, con datos desglosados por sexo, grupo de edad, ocupación, rama de actividad económica, realidad en el empleo, asistencia a la escuela y ubicación geográfica. Así se mapearía de manera fidedigna la situación de los menores y los Estados miembro deberían «establecer o designar mecanismos nacionales apropiados para vigilar la aplicación de las disposiciones nacionales sobre la prohibición y la eliminación de las peores formas de trabajo infantil».
La esclavitud infantil significa desigualdad

Misiones Salesianas denuncia que las cifras de tráfico de menores y de esclavitud infantil han aumentado sobre todo en los últimos años en África Occidental, donde destaca “una nueva amenaza” para los pequeños: los grupos como Boko Haram u otros del norte de Malí, “que captan menores para entrar en sus filas”. La portavoz de esta organización, Ana Muñoz, indica que estos grupos “ofrecen dinero y dan un estatus y un objetivo para su vida” a los niños y jóvenes. Sin embargo, estos viven “en muchos casos” esclavizados. La pobreza y la falta de oportunidades son decisivas para los menores. Por ello la clave está en la educación. “Es la herramienta que abre puertas a un futuro mejor”, precisa Ana Muñoz.

El siguiente vídeo explica el significado del trabajo infantil y sus consecuencias, además de arrojar cifras sobre esta coyuntura en el mundo. Viaja por varios países para mostrar la situación de millones de pequeños que trabajan en campos, minas, talleres, fábricas, casas y calles.

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