Dieta mediterránea, la ‘huella’ para prevenir el ictus y el infarto de miocardio

Investigaciones recientes confirman las bondades de la dieta mediterránea para la salud cardio y cerebrovascular. Te contamos cómo sacar partido a la alimentación para beneficiarte de ellas
Por Natalia L. Pevida 10 de octubre de 2020
comida mediterranea
Imagen: Ella Olsson

Un nuevo hallazgo científico ha puesto el foco en la dieta mediterránea. Un equipo internacional de expertos ha descrito por primera vez los metabolitos (moléculas que circulan por la sangre y que se producen durante el proceso fisioquímico del cuerpo humano denominado metabolismo) que advierten de la aparición de infarto de miocardio e ictus en la población. A través de esta dieta, entonces sería posible saber quién puede sufrir en cinco años episodios cardio o cerebrovasculares. En las siguientes líneas te contamos más sobre este descubrimiento, lo que podría suponer en un futuro y qué alimentos debe tener (y cuáles no).

Más allá de agrupar un conjunto de alimentos saludables, la dieta mediterránea es un estilo de vida considerado hoy patrimonio cultural por la Unesco y referente de planteamientos de sostenibilidad para Naciones Unidas. Un paradigma milenario del que España forma parte y objeto de estudio para la ciencia desde los años cincuenta del siglo XX, cuando el científico estadounidense Ancel Keys, padre de la investigación de los determinantes nutricionales en relación con la enfermedad cardiovascular, observó que los habitantes de los países ribereños del Mediterráneo tenían una esperanza de vida superior a la de los estadounidenses, debido a una menor incidencia de infartos. La ciencia contemporánea ha seguido validando el papel de esa dieta como escudo protector ante las dos enfermedades no transmisibles de la civilización moderna que más vidas se cobran: el infarto de miocardio y el ictus.

La huella metabolómica de la dieta mediterránea, contra el ictus y el infarto

Así, el estudio español Predimed (Prevención con Dieta Mediterránea), desarrollado por investigadores de la Universidad de Navarra, la Rovira i Virgili y la de Harvard e iniciado en 2003 con más de 7.000 participantes, ha demostrado en diferentes investigaciones la relación de los hábitos de vida con la salud y la enfermedad. La pasada primavera, además, esta investigación hacía público su último hallazgo: el descubrimiento del rastro de la dieta mediterránea en el plasma sanguíneo a través de la combinación de 67 metabolitos capaces de predecir un infarto de miocardio o ictus a cinco años vista.

Este descubrimiento supone que, por primera vez, se ha identificado una huella metabolómica relacionada con la adherencia a la dieta mediterránea, lo que aumenta la exactitud de la predicción de quién va a tener un infarto o un accidente cerebrovascular en un periodo de cinco años, tal y como ya demostró el ensayo Predimed en un artículo publicado en el año 2013 en The New England Journal of Medicine, y que se vuelve a confirmar con el hallazgo.

Hoy, con un análisis de sangre se puede determinar el grado de adherencia de una persona a este patrón alimentario. La principal novedad afecta a la manera de hacer investigación epidemiológica: sustituye los habituales cuestionarios a los miles de participantes en los estudios por pruebas más exactas, ya que, como apunta el catedrático de Salud Pública de la Universidad de Navarra y responsable del ensayo Predimed, Miguel Ángel Martínez-González, la técnica de los cuestionarios presentaba ciertos límites de objetividad. Algo que ahora se soluciona con la identificación en la sangre de esta huella (o “firma”) que informa de la adhesión a este estilo de alimentación. “La huella metabolómica de la dieta mediterránea depende del patrón dietético y de cómo responde el organismo con todos sus mecanismos de regulación. La Inteligencia Artificial, que se emplea para detectar estos metabolitos, es la demostración contundente de que todo lo que veníamos diciendo es verdad”.

alimentos dieta mediterraneaImagen: DanaTentis

El siguiente paso en esta línea de investigación será demostrar el rastro metabólico en el plasma del alto consumo de ultraprocesados. “De momento, cuatro estudios internacionales, publicados en los años 2018 y 2019, relacionan su consumo con incrementos de la mortalidad”, explica Miguel Ángel Martínez González.

Qué es la dieta mediterránea (y qué no)

El factor etnográfico de los países del arco mediterráneo ha favorecido su arraigo a esa dieta durante 5.000 años. Sin embargo, desde finales del siglo XX, la invasión de la comida rápida y los ultraprocesados relegó a las cocinas locales, lo que llevó a las sociedades modernas a una ruptura de contacto con aquellos usos culinarios. Un cambio de paradigma que se traduce en aumento de la obesidad, diabetes y muertes prematuras por enfermedades cardíacas o cerebrovasculares.

? Pero la clave no está en la búsqueda con lupa de ingredientes, sino en la perspectiva general de un hábito de vida saludable. Y ello implica el regreso a un patrón basado en verduras y hortalizas, frutas en piezas enteras —mejor que zumos, aunque sean caseros—, legumbres, cereales de grano entero y, en menor medida, un consumo de pescados blancos y azules, huevos y carnes de ave blancas, todo ello siempre cocinado con aceite de oliva.

? La dieta mediterránea tiene gran impronta en el recetario tradicional, pero no se debería confundir “tradicional” con “saludable”. Así, quedarían fuera alimentos muy cotidianos como los cereales refinados (incluidos sus derivados como el pan, las galletas, la pasta, los cereales de desayuno y los snacks elaborados con harina blanca), los embutidos, la repostería, los alimentos y bebidas azucarados y las bebidas alcohólicas. Todos ellos quedan relegados a un consumo muy puntual en la dieta mediterránea. Es decir, este patrón no contempla un consumo habitual de alimentos ultraprocesados ni de aquellos que contengan elevadas cantidades de azúcares, grasas de baja calidad, sal y harinas refinadas.

?? La sal, por su parte, debe reducirse al mínimo posible, sin sobrepasar el máximo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) de 5 gramos diarios, apurando más este límite en el caso de personas hipertensas. Pero la principal fuente de sal en la alimentación no es el salero, sino alimentos como el pan blanco, los platos preparados, los quesos curados y los ultraprocesados como los snacks, los cereales de desayuno, los embutidos… Además, la cocina de la dieta mediterránea usa hierbas aromáticas, especias y otros ingredientes que permiten potenciar el sabor de nuestros platos sin recurrir en tanta medida a la sal.

Dieta mediterránea y covid-19

El azote del coronavirus SARS-CoV-2 ha puesto a prueba el sistema inmune. Hay personas que no presentan síntomas de la enfermedad y otras que, por el contrario, acaban falleciendo. Llevar un patrón de alimentación sano y equilibrado puede ayudar al buen funcionamiento del sistema inmune: “Su respuesta depende de un conjunto de múltiples variables. Frente a las infecciones, hay varios nutrientes que juegan un gran papel: el cobre, el hierro, el selenio, el zinc y las vitaminas A, B12, B9, B6, C y D. Sabemos que la dieta mediterránea asegura la adecuación nutricional mejor que ningún otro patrón, lo que nos lleva a pensar que nos deja mejor protegidos frente a infecciones, pero en relación con la covid-19 aún es pronto para establecer conclusiones”, remacha Martínez-González.

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