Entrevista

«La dieta mediterránea está asociada a una mayor esperanza de vida y a un envejecimiento saludable»

Cristina Andrés-Lacueva, jefa de grupo en el Centro de Investigación Biomédica en Red Fragilidad y Envejecimiento Saludable (CIBERFES) del Instituto de Salud Carlos III
Por Sonia Recio 5 de marzo de 2022
Cristina Andrés-Lacueva CIBERFES
Una mayor adherencia a la dieta mediterránea reduce el riesgo de mortalidad en las personas mayores de 65 años, según concluye un estudio internacional en el que ha participado el CIBER de Fragilidad y Envejecimiento Saludable (CIBERFES, consorcio dependiente del Instituto de Salud Carlos III). El trabajo ha sido liderado por investigadores del grupo de Biomarcadores y Metabolómica Nutricional de los Alimentos de la Universidad de Barcelona (UB), dirigido por la doctora Cristina Andrés-Lacueva, que destaca la participación de los investigadores posdoctorales Tomás Meroño y Nicole Hidalgo. También ha colaborado el Instituto Nacional sobre el Envejecimiento (NIA) de Estados Unidos. El trabajo, publicado en BMC Medicine, se basa en el estudio InCHIANTI realizado en la región de la Toscana italiana, que ha seguido durante 20 años a 642 participantes de 65 años o más con datos completos sobre biomarcadores alimentarios.

Andrés-Lacueva, que remarca “la importancia de los equipos en investigación, en el avance de la ciencia en nuestro país”, es además catedrática de Nutrición y Bromatología de la Facultad de Farmacia y Ciencias de la Alimentación (UB), investigadora ICREA Academia y miembro de la Red de innovación Alimentaria de Catalunya (XIA). Hablamos con ella sobre la importancia de las conclusiones obtenidas en el estudio.

¿En qué consiste este estudio?

En este estudio se evaluó la adherencia a la dieta mediterránea utilizando dos enfoques diferentes. El primero, más clásico, es un cuestionario de frecuencia de consumo, y el segundo es un panel compuesto por biomarcadores dietarios, es decir, determinando compuestos específicos en sangre y en orina que reflejan nuestra alimentación.

¿Cómo se ha desarrollado la investigación?

La investigación comenzó hace ya unos años. En primer lugar, fue necesario establecer cuáles iban a ser los biomarcadores que conformarían el panel de compuestos en plasma que mejor reflejase la adherencia a la dieta mediterránea. Utilizamos una aproximación dual: realizamos una revisión bibliográfica y un análisis de validación dentro de la base de datos del estudio InCHIANTI.

¿Qué es el estudio InCHIANTI y por qué lo han elegido?

Es un estudio de cohorte prospectivo realizado en una muestra representativa de adultos mayores (mayor de 65 años) de dos regiones de Italia: Greve in Chianti y Bagno a Ripoli. Es un estudio único porque cada 3-5 años existe una reevaluación de la dieta y los datos clínicos, completando un tiempo de seguimiento total de hasta 20 años. La media de los participantes al inicio del estudio (año 1998) es 72 años y, por lo tanto, es uno de los pocos estudios que existen con un seguimiento tan largo en población mayor de 65 años no institucionalizada. Otra de las ventajas de esta población es que se trata de un grupo que prácticamente no ingiere complementos alimenticios, lo que sí hace la población americana, por lo que podemos asegurar que los biomarcadores provienen de la alimentación y no del consumo de complementos.

¿Qué dificultades se han encontrado?

La mayor fue la complejidad que representa encontrar un biomarcador representativo de cada grupo de alimentos que definen un patrón de alimentación mediterránea. La bibliografía es extensa y el tiempo invertido, considerable. Los alimentos están constituidos por miles de compuestos, por lo que determinar cuál de todos se absorbe, metaboliza, de manera proporcional a su ingesta y poder encontrarlo en plasma no es sencillo.

¿A qué conclusiones se han llegado?

«El efecto positivo de la alimentación en la salud no es cuestión de un solo alimento; tampoco de una ingesta puntual»

La evaluación de la adherencia a la dieta mediterránea mediante el uso de biomarcadores se asoció a mortalidad; utilizando los cuestionarios de frecuencia de consumo no se pudo establecer este vínculo. El efecto positivo de la alimentación en la salud no es cuestión de un solo alimento; tampoco de una ingesta puntual. La alimentación es un estilo de vida donde se ven sus frutos a largo término. Y requiere de biomarcadores muy sensibles que tengan en cuenta la diversa biodisponibilidad y afectación específica de cada alimento a cada persona, lo que conocemos como nutrición personalizada. Los biomarcadores en muestra biológica permiten conocer solo lo que la población reporta, es decir, los cuestionarios de frecuencia de consumo; no permite valorar el papel de la nutrición personalizada. Asimismo, los biomarcadores seleccionados estarían proporcionando información complementaria a la obtenida por las encuestas dietéticas.

¿Tienen previsto confirmar las conclusiones del estudio?

Sí. De hecho, una de nuestras líneas principales de investigación se centra en el estudio de biomarcadores, tanto para describir el consumo dietario como para comprender la relación entre la dieta y la salud humana. En este momento estamos evaluando marcadores que contribuyan a describir una dieta rica en polifenoles en adultos mayores institucionalizados. Los polifenoles se encuentran en alimentos de origen vegetal y podrían estar detrás de los efectos beneficiosos de la dieta mediterránea. Por otro lado, más allá de la relación entre dieta y mortalidad, estamos estudiando los efectos de compuestos producidos por la microbiota intestinal a partir de componentes de la dieta sobre medidas de salud cognitiva y cerebral.

El estudio confirma una vez más a la dieta mediterránea como óptima para vivir más y mejor.

Hoy en día no hay dudas sobre la dieta mediterránea como prototipo de dieta saludable, rica en alimentos de origen vegetal, y con bajo impacto medio ambiental. Asimismo, el concepto de dieta mediterránea incluye algunos aspectos del estilo de vida mediterráneo como el ejercicio físico, la vida al aire libre y las reuniones sociales. La dieta mediterránea no solo estaría asociada a una mayor esperanza de vida, sino también a un envejecimiento saludable, que está íntimamente relacionado con una mayor calidad de vida a lo largo de los años.

¿Somos conscientes de los beneficios que tiene para nuestra salud la dieta mediterránea?

Somos conscientes de estos beneficios, tanto en nuestro país como en Europa. No obstante, hay muchísimos factores que impactan en nuestras decisiones alimentarias y existen estudios que apuntan a entender por qué la población mantiene una baja adherencia a la dieta mediterránea. En muchos de ellos se destaca la relación entre una mayor adherencia a la dieta mediterránea y un mayor nivel socioeconómico o educativo. Es imperioso un plan que permita un mayor acceso a alimentos saludables, en especial, a los colectivos vulnerables. Los alimentos poco saludables también tienen un mayor presupuesto en publicidad y en parte dificultan que tomemos decisiones hacia patrones dietarios más saludables. Es preocupante que varios estudios muestran que a lo largo de los años la adherencia a la dieta mediterránea es cada vez menor.

¿Qué repercusiones puede tener en la calidad y la esperanza de vida seguir una dieta mediterránea desde edades tempranas?

De momento no podemos cuantificar el impacto a lo largo de la vida, pero algunos estudios estiman que aproximadamente por cada 10 años con una alta adherencia a la dieta mediterránea se ganan 4 meses de vida en buena salud. Esto podría parecer poco, pero es importante tener en cuenta que estos estudios son realizados en ventanas de tiempo y en personas ya adultas.

«Por cada 10 años con una alta adherencia a la dieta mediterránea se ganan 4 meses de vida en buena salud»

Los mayores de 65 años, ¿siguen la dieta mediterránea en mayor medida que otros grupos de edad?

La accesibilidad a los alimentos es un problema a lo largo de la vida, pero particularmente en los adultos mayores existen desafíos adicionales relacionados con la edad. Por ejemplo, la pérdida de gusto y olfato afecta el sabor de los alimentos, y esto disminuye la motivación hacia la comida, generando una pérdida de apetito. Adicionalmente, el funcionamiento del sistema digestivo se puede ver afectado también, impactando en procesos claves como la alimentación y la absorción de nutrientes. Por otro lado, en las residencias para adultos mayores el menú podría estar condicionado por las economías de los centros, no solo en términos de los alimentos que se sirven, sino también en el personal que supervisa la correcta alimentación de los residentes. Es imperioso que tengamos guías alimentarias especiales para adultos mayores.

cristina andres inchianti
Cristina Andrés-Lacueva, Luigi Ferruci (director del estudio InCHIANTI, director del NIA) y el equipo de investigación.
Imagen: Eroski Consumer

¿Se debe prestar más atención a los seniors y a su calidad de vida, poniendo énfasis en la alimentación?

Sin lugar a duda, pero el envejecimiento saludable comienza a los 30 años o incluso antes. No hay que esperar a una determinada edad para comenzar a mejorar la calidad de vida y de la alimentación. El no fumar, hacer ejercicio físico regularmente, mantener un índice de masa corporal normal (<25 kg/m2) y una buena alimentación son pilares fundamentales del envejecimiento saludable.

¿Qué es la nutrición de precisión y cuál es su importancia?

La nutrición de precisión se basa en el concepto de que cada uno de nosotros tiene una regulación metabólica particular, por ello nuestra respuesta a una misma dieta puede variar respecto a la de otras personas. Por lo tanto, el gran desafío que se pretende enfrentar desde la nutrición de precisión es la de mejorar la efectividad de las intervenciones dietarias mediante el diseño de dietas personalizadas. De momento, los estudios que soportan intervenciones dietarias para reducción del riesgo de enfermedades crónicas o sus factores de riesgo son a veces contradictorios o de una eficacia baja en términos absolutos. Para un enfoque de precisión, las técnicas ómicas son fundamentales y necesarias. Existen estudios para crear metabotipos en base a los datos de metabolómica y así poder personalizar la dieta en estos grupos de sujetos. También existen los enterotipos, que sería la agrupación de sujetos acorde a la composición de su microbiota. Sin este grado de detalle que provee el uso de las ciencias ómicas jamás sería posible caracterizar estos grupos de sujetos.

¿Podremos aplicar la nutrición de precisión a todos los pacientes que lo necesiten?

Es difícil decirlo, pero sí que veremos aplicaciones en este campo. Se espera un impacto considerable cuando finalmente la nutrición de precisión guíe políticas de salud pública. Supongamos personas con determinados riesgos definidos científicamente, cardiovascular, síndrome metabólico, obesidad como analogía a los metabotipos. Imaginemos que diseñamos un patrón alimentario para cada grupo. De esta manera, basta saber cuál es nuestro riesgo para saber si debería o no seguir determinadas pautas de alimentación que garantizarían algunos efectos deseados, como reducción de peso, presión arterial, etc. Esta apasionante línea de trabajo es la que más activamente estamos desarrollando en el grupo de investigación.

¿Qué otras líneas de trabajo están desarrollando en el grupo de investigación que usted lidera dentro del CIBERFES?

Básicamente tendríamos tres pilares: estudios de compuestos bioactivos de la dieta que permitan estudiar la huella metabólica de los hábitos alimentarios; estudios relativos a los metabotipos y su relación con los efectos de intervenciones o patrones dietarios; y desarrollo de metodologías analíticas y bioinformáticas para expandir el uso de la metabolómica en la nutrición. Dentro del campo del envejecimiento saludable estamos desarrollando trabajos relacionando la fibra dietaria y sus características con el peso corporal y la salud cognitiva. También tenemos otro estudio que apunta al análisis de compuestos bioactivos de la dieta y su relación con el riesgo de cáncer de próstata, entre otros.

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