Entrevista

Giuseppe Russolillo, presidente de la Asociación Española de Dietistas-Nutricionistas (AED-N)

Deben diseñarse estándares para enseñar a la sociedad a comer bien
Por Maite Zudaire 30 de septiembre de 2008
Img grussolillo
Imagen: CONSUMER EROSKI

La Asociación Española de Dietistas-Nutricionistas acudía este mes de septiembre al 15º Congreso Internacional de Dietistas que se celebraba en Japón con la esperanza de conseguir la candidatura para Granada en el año 2016. Pese a la dificultad de alcanzar este objetivo, se cumplió la misión. ¿Cuáles fueron las claves del éxito? Una de ellas ha sido el impulso que ha experimentado la profesión en España en los últimos 15 años, durante los cuales ha logrado hacerse con «una voz y reconocimiento importante», asegura Giuseppe Russolillo, dietista-nutricionista y presidente de la Asociación Española de Dietistas-Nutricionistas (AED-N). Según el experto, también ha ayudado a alcanzar este reconocimiento el alto nivel de los equipos de investigación nutricional de empresas e instituciones, el rigor científico que avala los estudios en este campo así como el prestigio internacional de la gastronomía española. Esta elección, además, da derecho a la Asociación Española a ocupar, en los próximos ocho años, una de las seis vocalías en la Conferencia Mundial de Dietética, que se traduce en «estar en primera línea de la toma de decisiones y de conocimientos», lo que contribuirá a que la «profesión se consolide aún más».

¿Cómo ha visto a sus colegas de todo el mundo en el encuentro nipón?

Ha sido un encuentro multirracial y nos dejan el listón muy alto, porque Japón se había preparado a conciencia para este gran momento. Le costó 20 años conseguir ser sede. El congreso ha reunido a 4.000 dietistas y hemos compartido problemas que, aunque en distinto grado u orden, son muy similares en todos los países del mundo occidental. Hemos debatido sobre las últimas evidencias de cómo nuestro estilo de vida está haciendo mella en la alimentación de la sociedad y las consecuencias traducidas en enfermedades cardiovasculares, diabetes, obesidad y cáncer. Pero, además, se ha incidido mucho en las recomendaciones dietéticas que deben dirigirse a la población y en la necesidad de formar e informar a la ciudadanía. En definitiva, nos hemos llevado trabajo a casa. Ahora toca concretar estándares para enseñar a la sociedad a comer bien y diseñar estrategias para ayudar a que lo consiga.

¿Será labor de dietistas-nutricionistas?

Si algo ha quedado evidente es nuestro papel clave como agentes de la salud. El dietista ayuda a prevenir enfermedades y disminuye el coste sanitario. España es el único país de la Confederación Internacional que no tiene nutricionistas en la sanidad pública, y el único europeo en el que no hay profesionales en la atención primaria. Las cifras indican que al tener dietistas-nutricionistas atendiendo en los centros de salud primaria, el gasto sanitario disminuye entre un 10 y un 12%. Pensemos un poco: si la obesidad es una epidemia, si las consecuencias de dietas erróneas son enfermedades, pongamos medios en la escala sanitaria más sencilla y sana, allá donde está su equipo sanitario de cabecera.

Pero prima la costumbre de acudir a las consultas privadas.

“El ciudadano tiene derecho a exigir que en los centros de salud haya también dietistas”

Y está bien, pero no todo el mundo puede asumir el gasto, y estamos hablando de salud. Por eso, nos gustaría conseguir en este periodo que nos conduce a la meta del Congreso de Granada que el ciudadano también tome conciencia de que está en su derecho de exigir que en los centros de salud, además de profesionales de la medicina y la enfermería, se encuentren fisioterapeutas, podólogos, logopedas y dietistas-nutricionistas. Es un derecho amparado en la Ley de Calidad de la Sanidad de 1988, y se está vulnerando, porque ahora mismo es el particular quien se costea de su bolsillo la atención de un dietista-nutricionista, como si se tratara de un tratamiento estético, y es -ya está bastante claro- sanitario.

Es más, al ciudadano se le está exigiendo que tome conciencia de la importancia de no estar obeso.

Exacto, y de qué sirve que la Administración se gaste tanto dinero previniendo la obesidad, alertando de las nefastas consecuencias de una mala alimentación cuando después no le pone medios para que corrija hábitos, o sencillamente tenga a su alcance un profesional que le diseñe una dieta y le haga un seguimiento del tratamiento.

La obesidad infantil no deja de ocupar titulares.

Es que somos el cuarto país de la Federación con mayores niveles de obesidad entre los niños. Pero volvemos a lo mismo, se les exige a las familias y a los educadores que eviten que los niños estén mal alimentados, pero no se les da herramientas para corregir malos hábitos. No hay unidades especializadas en obesidad infantil. Y me refiero a grupos interdisciplinares, con pediatras, psicólogos, dietistas-nutricionistas, e incluso arquitectos que traten el tema a fondo y pongan medios.

Pero ¿cómo hemos llegado hasta aquí? La dieta mediterránea es patrimonio de nuestro país.

Nuestra cesta de la compra debería seguir siendo la fruta, las hortalizas, las verduras; todos ellos componentes elementales de la dieta mediterránea. Es más, nuestro país todavía mantiene un estilo de vida mucho más desestresante que otros, como la famosa siesta, un descanso saludable que se ejercita.

¿Qué falla entonces?

La educación desde la infancia, tanto la que ejerce la familia como la del sistema en general, que no está dotando de recursos a las familias para adaptarse a los nuevos estilos de vida. No puede limitar la obesidad infantil a las causas alimenticias. Los planes urbanísticos también tienen la culpa: se diseñan ciudades para ir en coche; la seguridad ciudadana influye: acudir al colegio andando puede ser peligroso, correr en bicicleta en un parque no es seguro. Hay que abordar la obesidad infantil de manera global. No es sólo la mala comida.

Este verano, CONSUMER EROSKI analizó varios productos que ayudaban, decían, a perder peso. Las conclusiones fueron que lo prometido estaba muy lejos de la realidad.

Algunos productos para perder peso sólo son eficaces cuando complementan una dieta seria. Sin embargo, es muy importante dejar claro al consumidor que hoy en día hay muy pocos productos que, utilizados como suplementos para la pérdida de peso, tienen la eficacia clínica demostrada. Esto significa que el producto ha sido testado científicamente y el dinero que se ha pagado sirve para lograr el efecto que se busca. Sólo dos principios activos cumplen este requisito, y ambos son expedidos sólo con receta médica y sometidos a seguimiento del paciente.

Hablamos de educación alimentaria. ¿Por qué se ha hecho necesaria?

“Se ha abandonado la cocina de cuchara, la comida en familia, que garantizaba buenos alimentos y cantidades justas”

Vivimos de otra manera. Se ha abandonado la cocina de cuchara, la comida en familia, que garantizaba buenos alimentos y cantidades justas. Pero el cambio es un hecho, y no podemos intentar volver a lo que hemos abandonado. Los profesionales y la población en general no hemos sido conscientes del cambio hasta que se ha producido, y en este momento se requiere reeducar, corregir malos hábitos. La educación alimentaria es básica. Antes se daba en familia, ahora no, así que hay que impartirla en los colegios, las familias deben encontrar instrumentos para reconducir conductas.

Una sociedad como la nuestra, que celebra todo alrededor de la mesa, lo tiene más difícil.

La relación entre restauradores y los dietistas está condenada a entenderse. Cada vez más. Ellos aportan la parte lúdica y nosotros los principios sanos. Si consiguiéramos establecer pactos y alianzas interprofesionales, y la Administración puede alentarlos, conseguiríamos comer de una manera sana, pero también divertida en cualquier etapa de la vida. Esta misma semana se ha celebrado en Pamplona el III Congreso Internacional de Gastronomía y Salud, donde exponen los puntos de vista y avances científicos y gastronómicos, conjuntamente, investigadores y profesionales sanitarios con restauradores y gastrónomos.

¿Existe este tipo de relaciones con los productores y la industria?

La industria agroalimentaria ya se ha sensibilizado. No sólo se está adaptando a las nuevas necesidad, de salud y de hábitos, sino que en algunos campos va por delante.

Esta semana también se celebra en Bilbao el IV Congreso de la Asociación Española de Dietistas-Nutricionistas, ¿con qué novedades?

Va a tener un perfil muy clínico. Por una parte, se va a profundizar en los nuevos tratamientos dietéticos en diferentes patologías, y se va a realizar una reflexión muy profunda sobre los nuevos alimentos que se lanzan al mercado, que requieren información y formación al consumidor.

¿Alimentos con propiedades saludables?

Efectivamente. Es difícil que hoy una leche no tenga añadidas propiedades, y los dietistas-nutricionistas tenemos que estar al tanto de lo último del mercado. Por un lado, el consumidor no tiene la información ni la formación suficiente para interpretar todo lo que le llega; y por otro, la industria está en constante desarrollo, ofreciendo nuevos productos. Los dietistas-nutricionistas somos en cierta medida el puente entre ambos, y por eso debemos estar formándonos constantemente.

¿También son quienes velan por la veracidad de los nuevos alimentos?

Somos una parte del engranaje. La legislación es muy precisa y está al día. Es más, la industria alimentaria importante es seria. Los engaños duran poco en el mercado. Y los nuevos productos que pasan todos los filtros son realmente interesantes para el ciudadano, si se sabe consumirlos, claro.

Lo primero es lograr entender las etiquetas.

A veces a un profesional de la salud también le cuesta. No hay estándares unificados, y cada industria etiqueta bajo unos estándares mínimos, pero luego añade su información particular. El consumidor se ve al final superado. Una asignatura pendiente de la Administración es invertir en educar a la población a interpretar los etiquetados.

ALIMENTACIÓN SOSTENIBLE

Uno de los retos que se plantean de la candidatura para Granada en el año 2016, además de contar con la participación de los expertos más importantes de todo el mundo y crear un ambiente de debate sobre los últimos proyectos nutricionales, es trabajar en una “nueva línea de investigación”. Se trata de la “sostenibilidad en la alimentación” que, según Giuseppe Rusolillo, dentro de “ocho años será el eje de discusión de la salud”.

Este concepto se refiere a la creación de dietas que, además de saludables y equilibradas, sean sostenibles, tal y como regirán las líneas argumentales de la Organización Mundial de la Salud (OMS). La manera cómo se concreta este término en relación con la alimentación es “sencilla”. Para Rusolillo, los alimentos que usen los dietistas deben tener “el menor coste ecológico posible para la Tierra”. Para ello, deben escogerse “alimentos propios de la geografía que nos rodea y optar por los alimentos ‘amigos’ del medio ambiente”.

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