Niños tímidos, seis consejos para que superen su timidez

El 15% de los niños tiene problemas de timidez más o menos severos, que pueden superar en un entorno familiar seguro pero no sobreprotector
Por Marta Vázquez-Reina 13 de septiembre de 2013
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El pequeño se esconde tras su madre cuando le habla un desconocido, rehúye participar en actividades en grupo y se muestra asustado o retraído ante las situaciones nuevas. “Es que el niño es muy tímido“. Esta es la etiqueta que suelen colgar los padres a los hijos que muestran esta actitud, un 15% de los menores de seis años. Este artículo explica el origen de la timidez infantil, cómo reconocer al niño tímido y ofrece seis consejos para que el pequeño venza su timidez.

Timidez infantil, ¿cómo reconocer al niño tímido?

La timidez es un rasgo de la personalidad que está presente en el 15% de los niños menores de seis años, señala Inés Monjas, doctora en Psicología y autora de ‘¿Mi hijo es tímido?‘ (Pirámide, 2004).
La timidez del niño crece durante la adolescencia, cuando el 46% de los jóvenes se reconocen como tímidos

En la adolescencia, la timidez es aún más latente. Una reciente investigación publicada en ‘Pediatrics’ apunta que el 46,7% de los adolescentes de entre 13 y 18 años se consideran tímidos, una percepción más frecuente en las chicas que en los chicos.

La timidez infantil puede aparecer a partir del primer año del bebé, justo cuando inician sus miedos a la separación de sus padres. En estos casos, es una reacción habitual, una respuesta lógica del pequeño ante lo desconocido. Alrededor de los tres años, se debe enfrentar a un nuevo contexto social: el inicio del periodo escolar. Esta etapa puede acentuar esta conducta retraída hacia las situaciones nuevas.

El niño tímido suele mostrar las siguientes actitudes:

  • Intenta evitar a las personas que no le resultan familiares.

  • Prefieren estar solos, antes que integrarse en un grupo.

  • Si están con otros menores, suelen ser muy callados y poco participativos.

  • Se muestran miedosos y recelosos con todo lo que desconocen.

Los padres deben estar alerta ante estas señales, con el fin de intentar evitar que estos primeros signos de timidez puedan acrecentarse y derivar más adelante en una dificultad para establecer relaciones sociales. Inés Monjas recomienda a los progenitores que observen al niño cuando interactúa con los demás, que pregunten a las personas de su entorno (profesores u otros pequeños) e incluso hablen con el menor sobre sus dificultades.

El origen de la timidez infantil

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Imagen: Peter Dedina

Los expertos apuntan que el niño tímido nace, pero también se hace. El psicólogo estadounidense Jerome Kagan ha llevado a cabo una serie de estudios para determinar el origen genético de la timidez. Una de sus principales conclusiones, tras analizar a un grupo de 400 bebés de cuatro meses, es que el 20% de los niños nacen con una predisposición para ser tímidos. Son bebés que se muestran más callados, vigilantes e inquietos ante situaciones nuevas.

Sin embargo, gracias a la intervención positiva de sus padres y su entorno, más de la mitad de estos pequeños superan esta cualidad genética y no son tímidos cuando crecen. El factor genético, por tanto, no es determinante. De hecho, Kagan y su equipo también concluyen que el 20% de los niños que no muestran signos de timidez en la infancia pueden después desarrollar este rasgo de su personalidad, a raíz de experiencias sociales negativas o de unas condiciones familiares inadecuadas.

Timidez infantil: la importancia del entorno familiar

La familia es el pilar más importante en el que se apoya el menor durante su infancia, de modo que todo lo que ocurre en el hogar puede influir en el desarrollo posterior de su carácter y de sus cualidades, entre ellas ser más o menos extrovertido o inhibido.

Un entorno propicio para superar la timidez es aquel donde proporcionan al niño seguridad y estabilidad emocional, tranquilidad y muestras físicas de afecto frecuentes como abrazos o besos.

La timidez del niño puede vencerse en entorno familia seguro pero sin sobreprotección

Por el contrario, la sobreprotección, el estrés de los padres o las conductas poco socializadoras de la familia tendrán un efecto negativo sobre el comportamiento social del pequeño. Investigadores de la Universidad de Maryland (Estados Unidos) destacan sobre todo la influencia de la figura materna en la timidez de sus niños. Los hijos de las madres más estresadas y con una vida social más escasa son los que tienen más probabilidades de ir acompañados por su timidez hasta la adolescencia.

Timidez en niños: seis consejos para ayudarle a vencerla

  1. No forzarle. «Saluda», «no te escondas», «vete a jugar con los niños». La reacción de algunos padres ante la timidez de su hijo es insistirle en que sea abierto y apremiarle para que tenga una conducta para la que no está preparado. «Lo mejor que podemos hacer cuando el pequeño actúa con timidez es no insistir, ni forzarle, ni obligarle; cuanto más le digamos, menos conseguiremos», señala Sara Tarrés, autora del blog de maternidad ‘Mi mamá es psicóloga infantil’.

  2. Evitar la sobreprotección. Los padres sobreprotectores toman la palabra en el nombre de su hijo y acuden a consolarle cada vez que se muestra retraído. Esto, sin embargo, no ayuda a que el niño supere poco a poco su timidez. Tampoco es aconsejable evitar a toda costa las situaciones que pueden ser incómodas para el pequeño, ya que el aislamiento social solo acrecienta el problema.

  3. No etiquetar. Las etiquetas a los menores son peligrosas. No es recomendable escudar ante los demás la actitud del pequeño con el clásico «es que es muy tímido». Ante una situación nueva, es mejor dejar que se relaje poco a poco, hasta que la acepte con normalidad.

  4. Padres sociables, niños sociables. Si los pequeños observan que sus progenitores adoptan un comportamiento y una actitud sociable ante las circunstancias nuevas (no se muestran inhibidos, ni retraídos cuando conocen a alguien o llegan a un sitio desconocido), aprenderán y asumirán esta forma de actuar con toda naturalidad.

  5. Oportunidades para relacionarse. Quedar para comer o salir con otras familias con niños de su edad, invitar a algún amigo a comer o a dormir en casa, apuntarle a un deporte en equipo o salir con frecuencia al parque son algunas de las oportunidades que los padres pueden ofrecer a sus hijos tímidos para que practiquen sus habilidades sociales. Es importante acompañarle al principio para proporcionarle la seguridad que necesita y, poco a poco, dejar que se adapte con naturalidad a las nuevas situaciones.

  6. Reconocer sus méritos. Un pequeño gesto desinhibido supone un importante esfuerzo para un niño tímido. Por eso, es importante que los padres valoren sus actitudes positivas ante la timidez y reconozcan con palabras el mérito del pequeño. Este reconocimiento le ayudará a confiar en sus capacidades y le hará sentirse más seguro en futuras ocasiones.

Los riesgos de la timidez en niños

La timidez no es una enfermedad y no tiene por qué afectar al menor de forma negativa. El psicólogo estadounidense Philip Zimbardo, uno de los investigadores más reputados en este campo, sostiene que el punto de inflexión entre una timidez normal y otra que pueda preocupar a los padres lo determina “el grado de incapacitación que ocasiona al niño” para desenvolverse en el ámbito social o el escolar.

“La falta de interacciones del menor tímido puede derivar en posteriores déficits afectivos y emocionales“, señala Inés Monjas. Al no integrarse igual que el resto de sus compañeros en el grupo, el pequeño puede llegar a aislarse, lo que provocará el rechazo por parte de los demás.

Por otra parte, un estudio de la Universidad de Miami, publicado en el ‘Journal of School of Psychology’ apunta que los niños que ya en la edad preescolar muestran signos evidentes de timidez tienen mayor riesgo de fracasar en el ámbito académico. Rebecca Bulotsky-Shearer, autora de esta investigación, ha analizado a cerca de 4.500 menores de entre tres y cinco años. “Los niños tímidos tienden a pasar inadvertidos en la guardería y no se involucran en las actividades de la clase”, explica Bulotsky-Shearer. Asimismo, el comportamiento no problemático de estos pequeños provoca “que reciban poca atención por parte del profesorado”.

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