Entrevista

Reyes Martel, jueza de menores en Las Palmas de Gran Canaria

Es durísimo denunciar a tu hijo pero, si no das el paso, no le haces ningún favor
Por María Huidobro González 26 de febrero de 2019
Img reyes martel jueza hd


La violencia filio-parental, la que ejercen los hijos sobre sus padres y madres, crece en España. Son casos cada vez más habituales en juzgados de menores como el de Reyes Martel, jueza de menores del Juzgado número 1 de Las Palmas de Gran Canaria. En ellos se aprecia que hay “una falta tremenda de valores” y en la familia “falta autoridad, comunicación, empatía”. Para Martel, como recomiendan los expertos en estos casos, no hay que esperar para actuar. “Desde pequeño, tiene que aprender quién es el padre y la madre” y hay que decirle “no” mucho antes de que cumpla 14 años, la edad penal. Lo afirma con rotundidad y claridad en esta entrevista donde, además, la jueza reconoce que a los hijos “hay que hacerles comprender que tienen derechos, pero también obligaciones”. Martel también habla de la #UP2U Project, una asociación de la que ella es presidenta y con la que se trabaja la reinserción de estos jóvenes.

¿Qué ven los jueces de menores en los juzgados en cuanto a la violencia filio-parental?

Cada año hay más delitos de esta violencia doméstica. Pero, por la afectividad de los padres hacia sus hijos, vemos que, al igual que la violencia de género, se denuncia tarde, cuando el problema está cronificado. Y no se trata de un problema de familias desestructuradas, sino que aumenta progresiva y fundamentalmente en familias con un nivel medio-alto. Está fallando la familia y la sociedad.

¿En qué?

“No les enseñamos a ponerse en el lugar del otro ni el valor de las cosas”
Los técnicos (psicólogos, trabajadores sociales, educadores…) que asisten a los menores nos indican que hay una falta tremenda de valores. Somos una sociedad cada vez más consumista, donde cosificamos el afecto de nuestros hijos, y esto les genera una falta de capacidad de frustración. Se da un egoísmo absoluto. Estamos creando tiranos, niños llave que entran y salen de casa, mientras los padres permanecen largas jornadas laborales para darles ese todo que creemos necesitan. Falta comunicación. Ellos viven en un mundo digital que a los padres no nos ha dado tiempo a asimilar. El panorama es desalentador. Estamos desconectados de ellos y, lo que es peor, les hemos dado el mando y el empoderamiento de los hogares. Entonces, cuando llega un problema, una recriminación, les pedimos que colaboren y les exigimos que tienen que cumplir con unas obligaciones, el problema estalla de forma violenta.

¿Falta autoridad?

Falta autoridad, comunicación, empatía… No les enseñamos a ponerse en el lugar del otro ni el valor de las cosas. Todo está al alcance de su mano con solo pedirlo. Y en nuestro afán de olvidar tiempos pasados, nos hemos olvidado de esos valores que aprendimos en casa, pero que ellos no han aprendido; hay que recuperarlos, porque si no, estamos perdidos.

Esta violencia se vive de manera más acusada en España, ¿quizás por eso?

En nuestro país se da un enorme complejo que debería quedarnos bastante lejos y tenerlo perfectamente superado: una época de restricciones y de dictadura. El cambio ha sido meteórico para lo bueno y lo malo. Hay cosas importantes que ya no cuentan, como saber perder, ganar, valorar las cosas, la comunicación… ¡Ya no saludamos ni al vecino! Hemos pasado de un excesivo chismorreo, al polo opuesto del “no me importa lo que te sucede”. Lo hemos visto con la violencia de género. Hemos tenido que hacer campañas para que la gente denuncie, no mire para otro lado y no se calle. Esto mismo tenemos que hacerlo con nuestros jóvenes. Ellos son víctimas de lo que hemos hecho. Es increíble que, con tanta campaña de concienciación, el aumento de violencia de género entre los menores sea tan bestial. Y ellos tomarán las riendas en el futuro.

Algunas leyes no ayudan.

“El 80 % de estos niños que están en situación crítica, ya con medidas judiciales, se recuperan”
Con el Gobierno de Rodríguez Zapatero se eliminó del Código Civil, donde se regulan los derechos y las obligaciones de padres e hijos, el poder corregir razonable y moderadamente a tu hijo. Y han pasado gobiernos de distinto color y no se ha hecho nada. Y el niño entiende así que no puedes corregirle ni castigarle sin salir, porque si no, te denuncia. Esto es un disparate. Hay que hacerles comprender que tienen derechos, pero también obligaciones. Porque cuando alguien les dice que están incumpliendo con su obligación (recoger la habitación, ayudar en casa, bajar la basura, estudiar), ellos piensan que no. Esa burbuja en la que crecen es una utopía. Hay que hacerles ver que no se tienen que hacer las cosas porque ellos lo digan. A veces se pierde, y no por eso vamos a pegar a la gente, a insultarla… Pero no tienen la culpa. La tenemos los mayores. Algo tenemos que hacer en la sociedad. Todos.

¿Alguna ley que ayude?

Existe el delito de atentado, cuando te enfrentas a un profesor en el ejercicio de sus funciones (dar clase o las notas). Los niños y los padres tienen que saberlo, pues ellos tienen la responsabilidad civil solidaria de sus hijos y deberán pagar las indemnizaciones.

¿Qué se hace con estos maltratadores?

Se están haciendo cosas positivas. El 80 % de estos niños que están en situación crítica, ya con medidas judiciales, se recupera: pueden llevar una vida normal, sana, y en el día de mañana ser unos ciudadanos que trabajen, paguen sus impuestos…

¿Y el resto?

No es irremediable. A esa edad tienen gran capacidad física y psíquica de amoldarse, adaptarse, cambiar… Todavía se puede actuar. De hecho, con trabajadores sociales, psicólogos… hemos creado una asociación sin ánimo de lucro (Up2U Project) a través de la que intentamos complementar esas herramientas que utilizamos para trabajar con estos menores con problemas.

Les “condenó” a hacer el Camino de Santiago. ¿Cómo fue la experiencia?

“La adolescencia es como un monstruo que se traga a tu hijo y luego, depende de lo que hagas, te lo devuelve, o no, y te lo devuelve en qué estado”
El año pasado hicimos el Camino 225 personas, de ellos 106 menores, algunos con sus padres y por diversos motivos, no solo que habían cometido delito de violencia doméstica. Sumamos la ruta jacobea que une el sur de la isla de Gran Canaria (San Bartolomé de Tirajana) y el norte (Gáldar) al camino inglés que discurre de A Coruña a Santiago para conseguir que los menores a los que propusimos hacerlo obtuvieran la Compostela y que pudieran participar de otros juzgados de España para poder cambiar el destino de estos chicos. La experiencia fue maravillosa. Queríamos que fuera una actividad integradora, y lo fue. Eran de distinta clase social, lugares, edades… que descubrieron otras realidades y la oportunidad que les daba la vida. Se estableció un feedback bonito de post-Camino que permanece. Y los chavales han tenido una evolución muy buena: han cumplido sus medidas de forma satisfactoria, han reordenado su vida, han vuelto a casa, otros a sus estudios, a su formación ocupacional… Y los mayores también están contentos. Así que vamos a repetirlo.

¿Cómo llegan a proponer esta medida judicial?

Las medidas judiciales están diseñadas en la Ley de Responsabilidad Penal del Menor, pero esta no las especifica. Dentro del programa de intervención educativa y de ocio saludable de estos chicos, los jueces de menores consideraron que hacer este Camino era bueno para trabajar la empatía, la solidaridad, la lucha por una meta, la capacidad de frustración, compartir, respeto del medio ambiente… todo lo que significa el Camino.

¿Qué otras medidas judiciales pueden tomar?

El programa de intervención es la vida del menor, por lo que en cada caso hay una parte dedicada a la formación integral de la persona. Por un lado, es educativa, así que, intentamos que siga los estudios o buscamos que haga una formación ocupacional según sus gustos. También podrá hacer una actividad deportiva de ocio saludable. Y si consume drogas, tendrá que entrar en un programa de deshabituación.

Volviendo al maltrato… ¿cuándo decir “basta”?

“Cuando un niño ve violencia familiar, es doblemente víctima: por lo que recibe y por aquello en lo que se está transformando”
La edad penal comienza a los 14 años, pero los problemas empiezan antes. ¡Hasta la pubertad se ha adelantado! Hay que comunicarse con ellos y dar explicaciones adaptadas a su edad. Y habrá un momento en el que habrá que decir “no”. Ellos entienden, pero no quieren entender. Y si siguen enrabietados, pues le diremos “no, porque lo digo yo, que soy tu padre o tu madre, y punto”. No hay que tener complejos. Somos sus padres, y ellos no están preparados aún para tomar decisiones. Lo estarán cuando tengan 18 y, sobre todo, cuando ellos puedan y quieran desenvolverse por ellos mismos; si a esa edad quieren hacer lo que les dé la gana, pues que lo hagan, pero fuera de casa. Y sobre el móvil y la wifi, ¿quién los paga? Como padres, tenemos derecho a controlarlo, a hacerlo cuando haya motivos. Y se lo diremos. Yo digo que la adolescencia es como un monstruo que se traga a tu hijo y luego, depende de lo que hagas, te lo devuelve, o no, y te lo devuelve en qué estado.

Pero si con 14 años no se avanza, ¿hay que denunciar?

Hay que actuar antes. Hay que decirle “no” mucho antes. Pero si con 14, tu hijo se te rebela, empieza a amenazarte, insultarte, vejarte, dar portazos, emprenderla con los muebles… sí.

No es por la adolescencia.

No, no se puede tolerar. Duele, es durísimo para un padre denunciar a su hijo porque te está maltratando. Pero si no das el paso, no le estás haciendo ningún favor, ni a nosotros mismos. Los chicos que maltratan a su madre terminan maltratando a otras personas. Y cuando maltratan es porque han visto maltratar y repiten conductas. ¡Ojo! Porque cuando un niño ve violencia familiar, es doblemente víctima: por lo que recibe y por aquello en lo que se está transformando. Esos niños van a crecer con un odio terrible personal, pero también en su personalidad. Ellos son lo que nosotros (la sociedad) estamos haciendo que sean. Por eso también las empresas tienen que aportar a esa suma que la Administración aporta. Ellos son el fututo, y es necesario un cambio desde lo profundo, donde todos tenemos que aportar.

En Francia se acaba de aprobar que la autoridad parental debe ejercerse sin violencia. ¿Qué opina del cachete?

Bofetón siempre ha sido delito. Es un maltrato real sin sentido y cruel hacia un menor. Lo fue, lo es y lo será siempre. Una cosa es dar un cachete o una nalgada y otra, que maltrates al niño o que le des sin razón de ser ni control todos los días. ¿Delito? Depende. Si le das un bofetón nada más llegar a casa y casi le estampas contra la pared, porque ese día tienes los cables cruzados porque te ha ido muy mal en el trabajo, es recriminable. Pero si rozas a tu hijo, porque ha falsificado las notas, se ha fugado de clase, está consumiendo porros, está todo el día al teléfono, no da golpe, contesta mal, rompe la puerta de la habitación… No se tiene que llegar a esos extremos. Desde pequeño, tiene que aprender quién es el padre y la madre. En el colegio aprenden cosas, convivir, compartir, pero es en casa donde hay que educarlos.

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