Residuos peligrosos en los centros sanitarios

El personal sanitario debe manipular estos residuos con los medios y la formación suficientes para evitar daños a la salud de las personas y al medio ambiente
Por Alex Fernández Muerza 28 de septiembre de 2007

Los centros sanitarios – hospitales, geriátricos o laboratorios de investigación – manejan cantidades diversas de residuos tóxicos, infecciosos, radiactivos, punzantes o cortantes que tienen que ser tratados específicamente para no dañar a la salud de las personas y al medio ambiente. Por ello, se dispone de protocolos muy concretos y una normativa que precisa cómo gestionar estos residuos.

Según la legislación, la dirección del centro es la responsable de garantizar el tratamiento adecuado de los residuos peligrosos, asegurando que el personal sanitario cuente con los medios y la formación suficientes como para realizar de manera segura la manipulación, el almacenamiento y el traslado al depósito final de los mismos.

En este sentido, el personal de limpieza no es el encargado de esta tarea. Normalmente, los centros suelen optar por contratar la gestión externa a una empresa especializada que, a su vez, colabora en su gestión interna.

El personal de limpieza no es el encargado de manipular los residuos peligrosos
En primer lugar, es preciso clasificar y cuantificar con exactitud los residuos, de manera que se pueda elaborar un inventario con la tipología y la cantidad estimada. Teniendo en cuenta las propiedades fisicoquímicas de los residuos, sus posibles reacciones de incompatibilidad en caso de mezcla y su tratamiento final, se establecen siete grupos de clasificación: Disolventes halogenados (productos líquidos orgánicos muy tóxicos e irritantes y, en algún caso, cancerígeno); Disolventes no halogenados; Disoluciones acuosas; Ácidos; Aceites; Sólidos; y Residuos Especiales que no pueden ser incluidos en los anteriores grupos por su elevada peligrosidad, así como los reactivos puros obsoletos o caducados.

Por otra parte, las sustancias clasificadas como cancerígenas se recogen aparte, según indica el Real Decreto 665/1997 sobre la protección de los trabajadores contra los riesgos por exposición a agentes cancerígenos durante el trabajo.

El envasado y separación de los residuos es otra de las tareas fundamentales. En general, se suelen utilizar distintos tipos homologados de contenedores, bidones o cajas estancas de polietileno, así como envases de seguridad con cortafuegos y compensación de presión, dependiendo del tipo y la cantidad del residuo. En cualquier caso, el envase deberá estar correctamente etiquetado según el contenido, e identificado según el productor, de manera que se informe rápidamente de los posibles riesgos.

Asimismo, el almacenamiento de los residuos en los distintos grupos, hasta la retirada por parte de la empresa gestora, es también responsabilidad del centro. La normativa prohíbe almacenamientos de residuos durante más de seis meses. Si las cantidades son pequeñas o los residuos no implican riesgo muy elevado, los contenedores pueden almacenarse junto a los centros productores, procurando un espacio exclusivo o utilizando armarios de seguridad y evitando el apilamiento.

En cuanto a la manipulación de los residuos, se deben asumir diversas precauciones para evitar posibles peligros, como utilizar equipos de protección adecuados al tipo de residuo; asumir el máximo nivel de protección en caso de desconocer sus características; manipular residuos siempre en compañía; escoger el tipo de envase según el tipo de residuo y transportarlo de manera adecuada según el peso y el tamaño, depositándolos siempre que sea posible en el suelo, y nunca a más de 170 cm. de altura ni en zonas de paso; realizar un vertido a los envases de manera lenta y controlada, evitando llenarlos más allá del 90% de su capacidad y cerrándolos hasta la próxima utilización.

Las cinco erres de los residuos sanitarios

La asociación Ecologistas en Acción sugiere a los centros sanitarios que interioricen “el principio de las cinco erres”:

  • Reducir al mínimo la cantidad y peligrosidad del residuo en la fuente. Por ejemplo, se puede optar por utilizar técnicas que utilicen la menor cantidad posible de sustancias. Asimismo, se puede ajustar al máximo el stock de reactivos no sólo como medida de seguridad, sino también para que no acaben desperdiciándose.
  • Reutilizar el residuo en el mismo uso que lo produjo.
  • Reciclar el residuo como materia prima secundaria en el mismo proceso productivo o de consumo que lo originó.
  • Recuperar los residuos para usos distintos del ciclo productivo que lo creó.
  • Reemplazar o sustituir sustancias, procesos y productos por otros menos contaminantes.

Asimismo, la asociación ecologista recomienda evitar las incineradoras externas y los hornos intrahospitalarios, y que las eco-auditorías sean imprescindibles. Por otro lado, añade, se deberían favorecer los productos más limpios, fabricándolos incluso ex profeso si no se encuentran en el mercado. Así, las botellas de vidrio retornables para el suero, el papel reciclado sin cloro, el agua oxigenada con limón en vez de la lejía, los alimentos ecológicos, los materiales de vidrio o cerámica, o el agua caliente solar son algunos ejemplos que deberían incluirse en estos centros.

Sigue a Consumer en Instagram, X, Threads, Facebook, Linkedin o Youtube