Zoonosis: una amenaza invisible para la salud, muy ligada al medio ambiente

El 75 % de las nuevas enfermedades infecciosas que afectan a los humanos tienen origen animal. El VIH, el ébola o la covid-19 son ejemplos de este riesgo emergente, agravado por los problemas medioambientales
Por Ramiro Varea Latorre 4 de abril de 2022
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Imagen: Getty Images
«Vivimos en un planeta lleno de virus». Una afirmación categórica del prestigioso divulgador científico Carl Zimmer cargada de razón. Se calcula que en la Tierra hay 10 quintillones de estos microorganismos individuales. Para hacernos una idea, habitan entre nosotros más virus que estrellas hay en el universo conocido. Virus que generan el 10 % del oxígeno que respiramos y son esenciales para la vida. Patógenos diminutos que desde hace millones de años están presentes en el medio ambiente, en la fauna y en los seres humanos. Los virus han acompañado a la humanidad desde sus inicios y muchos han estado ocultos durante tiempo inmemorial en otros animales hasta que, por distintos motivos, han saltado e infectado a las personas. Lo mismo ha ocurrido con otros agentes biológicos, la mayoría de ellos microscópicos, como bacterias, protozoos, parásitos u hongos.

En la última década, tres de cada cuatro enfermedades humanas han tenido un origen zoonótico. Es decir, han llegado a las personas desde una especie animal, bien por contacto directo o indirectamente a través de los alimentos (huevos, leche, pescado, carne…). En cualquier caso, las zoonosis no son nada nuevo. Patologías tan dispares como la rabia, la tuberculosis, la salmonelosis, el anisakis, el ántrax, la fiebre amarilla o la propia gripe estacional comparten algo en común: han pasado de los animales a los seres humanos.

Ejemplos de enfermedades zoonóticas

En la actualidad, hay catalogadas más de 270 enfermedades zoonóticas, una cifra que se puede multiplicar en los próximos años. “Los patógenos no se paran nunca, siempre están buscando la posibilidad de ampliar su rango de expansión territorial. Es difícil que salten de una especie a otra, pero a veces ocurre, y esto va a ir a más. De cara al futuro, la tendencia no es buena”, lamenta el director del Centro de Enfermedades Transmisibles Emergentes de la Universidad de Zaragoza, Juan José Badiola.

Es lo que ha sucedido con la pandemia de la covid-19, hace ahora dos años. La irrupción de un virus desconocido en China vinculado a los murciélagos ha demostrado las debilidades de la especie humana. El SARS-CoV-2 es el mejor ejemplo de la amenaza invisible que suponen los patógenos de origen animal para nuestra salud y la propia vida del planeta.

A finales de diciembre pasado, Naciones Unidas lanzó una advertencia: esta no será la última pandemia a la que se enfrentará la humanidad. “Las enfermedades infecciosas siguen siendo un peligro que acecha a todos los países. Todo brote, dondequiera que surja, puede convertirse en una pandemia”, insiste el secretario general de la ONU, António Guterres. Los expertos coinciden en que las zoonosis no surgen por casualidad y, en gran medida, son consecuencia directa del impacto humano sobre la naturaleza.

Patologías más o menos recientes como el VIH, el ébola, el virus del Nilo Occidental, el Síndrome Agudo Respiratorio Severo (SARS), el Síndrome Respiratorio de Medio Oriente (MERS) o la gripe aviar demuestran que el asunto es serio. Con un agravante: ahora mismo, se dan las circunstancias idóneas para que esta temida explosión de nuevas enfermedades zoonóticas llegue más pronto que tarde.

Causas del aumento de enfermedades zoonóticas

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Varios motivos explican esta bomba biológica. Uno de los más importantes es la movilidad internacional de personas y mercancías debido a la globalización, lo que aumenta el riesgo de expansión de nuevas patologías. “El turismo es el factor de transmisión más activo de zoonosis”, admite el doctor Badiola.

Pero hay muchas otras causas que debemos tener en cuenta:

  • el contacto de la fauna salvaje con la fauna doméstica.
  • las crecientes resistencias de las bacterias a los antibióticos.
  • el crecimiento de las producciones intensivas de ganado (muchos de los cuales actúan como portadores intestinales de agentes zoonóticos).
  • el desarrollo de nuevas tecnologías para almacenar y conservar alimentos que, en ocasiones, favorecen la aparición de agentes microbianos, por ejemplo, las listerias en alimentos envasados al vacío.

Sin olvidar la destrucción de los ecosistemas y los hábitats naturales, cuyas consecuencias se amplifican debido al cambio climático. Esta pérdida de biodiversidad, sumada al tráfico de especies silvestres y de carne de animales salvajes, provocan la tormenta perfecta.

La salud humana, ligada a la salud del planeta

El aire que respiramos, el agua que bebemos, el entorno de trabajo o el interior de los edificios afecta de manera directa a nuestra salud. La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que un 23 % de la mortalidad está relacionada con factores medioambientales. Solo en Europa, 1,4 millones de personas mueren cada año por este motivo.

La contaminación del aire provoca enfermedades respiratorias, multiplica el asma y las alergias. La exposición a contaminantes orgánicos persistentes, como las dioxinas y los plaguicidas, produce trastornos neurológicos de desarrollo. Convivir con el humo del tabaco durante el embarazo aumenta aumenta el riesgo de síndrome de muerte súbita entre los bebés, de déficit de peso al nacimiento, de un funcionamiento reducido de los pulmones y de insuficiencias respiratorias y de infecciones del oído medio.

Son solo algunos ejemplos de los efectos de factores ambientales en la salud. “Debilitar la salud del planeta significa aumentar los riesgos de que se transmitan nuevas y viejas enfermedades y, por lo tanto, supone poner en peligro nuestra salud y nuestro futuro”, denuncia la organización ecologista WWF en su informe ‘Pérdida de naturaleza y pandemias‘.

El medio ambiente nos proporciona todos los recursos que necesitamos. Sin embargo, con la pérdida de biodiversidad, amplificada por el cambio climático, se multiplica el riesgo de pandemias. La destrucción y alteración del medio ambiente debido al creciente impacto humano sobre los ecosistemas y la vida salvaje, debilita los espacios naturales y facilita la propagación de patógenos. Esto aumenta el riesgo de contacto y de transmisión al ser humano, con efectos sobre nuestra salud.

Estrategia global para prevenir nuevas pandemias

Para protegernos de futuras pandemias, la solución pasa por reconocer que nuestra salud está íntimamente ligada al bienestar del medio ambiente y de la naturaleza que nos rodea. Esta es precisamente la filosofía de la estrategia One Health (Una sola salud), impulsada por la Organización de Naciones Unidas.

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Esta iniciativa propone un enfoque multidisciplinar que aborde la salud desde una visión integral (humana, animal y ambiental) de todo el planeta como una única realidad. La nueva fórmula permite tratar la gestión de las enfermedades zoonóticas, pero también otras cuestiones muy complejas como la malnutrición y la pobreza.

“Son problemas que nacen de la suma de diversos factores. Para solucionarlos, debemos tener en cuenta todos los condicionantes que hay. Solo así gestionaremos mejor los riesgos que afectan a la salud humana y a la del resto del planeta”, apunta la decana de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), Maite Martín.

➡️ Plataforma One Health

Hasta 127 entidades, entre ellas el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos y el Consejo General de Farmacéuticos de España, forman parte de esta iniciativa en la que también participan sociedades científicas, conferencias de decanos, asociaciones… Su objetivo es establecer una línea de diálogo con todas aquellas instituciones clave en la toma de decisiones, difundir la idea entre el público en general de que la salud del planeta y la de los animales influyen en la salud humana, facilitar la colaboración interdisciplinar y elaborar documentos de consenso sobre temas estratégicos de salud.

De esa manera, todos los actores que integran la Plataforma One Health colaboran entre ellos, intercambian información, aportan sus puntos de vista, enriquecen el debate y aumentan la masa crítica de conocimiento. Así es más fácil poner en marcha mecanismos de prevención que incluyan potentes sistemas de vigilancia epidemiológicas que permitan actuar con rapidez en cuanto se detecte el brote.

El problema es que, de momento, los patógenos nos ganan casi todas las batallas. En opinión de Juan José Badiola, la única vía para evitar la propagación de estas zoonosis pasa por “aprender de sus debilidades, conocer lo que pueden hacer que nos perjudica como especie humana y, a partir de ahí, actuar”.

➡️ Sistemas de vigilancia de enfermedades zoonóticas

En España, el año pasado se detectaron 74 brotes de patologías zoonóticas en animales. Esto sucede cuando, al menos, dos de ellos desarrollan la enfermedad. La cifra, muy baja, es resultado de muchos años de políticas públicas para combatir este tipo de patologías.

“Las administraciones públicas tienen implantados sistemas de vigilancia y control de zoonosis en el ganado y en animales silvestres, que ayudan a conocer el estado sanitario y la detección precoz de riesgos”, sostienen desde la Fundación Vasca para la Seguridad Agroalimentaria ELIKA. Estos planes de vigilancia también afectan a los denominados “vectores” que pueden transmitir la infección, que suelen ser mosquitos, garrapatas, pulgas o moscas, sobre los que también se hacen cribados para conocer la posible circulación del virus.

Pese a los esfuerzos, el riesgo cero no existe y no se puede bajar la guardia. Menos aún con el calentamiento global, ya que las altas temperaturas favorecen la expansión virus, bacterias y vectores, que pueden llevar a nuevas áreas del planeta numerosas enfermedades antes desconocidas o desaparecidas. Es lo que ocurre en España con el virus del Nilo Occidental, una zoonosis que transmiten los mosquitos a caballos y personas, que puede ser mortal. O con el virus hemorrágico de Crimea-Congo, muy peligroso, relacionado con las picaduras de garrapata y que ya circula por casi toda España.

Se cree que estos insectos llegaron a lomos de las aves silvestres migratorias de África y proliferaron sobre todo en ciervos y fauna silvestre. Gracias a unos inviernos cada vez más suaves que facilitan su propagación, se expandió por los montes. “Si modificas un ecosistema, estás creando situaciones proclives a la propagación de infecciones a los humanos que pueden partir de animales salvajes”, señala Badiola. De nuevo, emergen los efectos devastadores del cambio climático.

Gripe aviar: en el punto de mira
El reciente informe ‘Zoonosis y brotes en Europa’, elaborado por el Sistema de Información sobre Enfermedades Animales de la UE, advierte de la rápida propagación de algunas enfermedades zoonóticas por el continente, como la peste porcina africana (que solo afecta a cerdos y jabalíes) y la gripe aviar, con importantes focos de aves infectadas en España. Desde que empezó el año, las autoridades sanitarias han sacrificado miles de pavos, gallinas y pollos en explotaciones agropecuarias para evitar la extensión de la enfermedad.

La gripe aviar es precisamente una de las zoonosis que más preocupa por su potencial pandémico, ante la posibilidad de que pueda mutar y dar el salto definitivo a los seres humanos. En Rusia y países asiáticos ya se han detectado casos de personas contagiadas. Este virus respiratorio provoca una neumonía, similar a la que causa la covid-19, que puede ser mortal. “Es verdad que si no tomas precauciones, puedes infectarte. Pero se necesita un contacto directo y prolongado con aves enfermas y muertas. Lo que sí es más improbable es que, si nos contagiamos, podamos infectar a otras personas”, explica el profesor Badiola. Pero ¿nos podemos contagiar si comemos una pechuga o un huevo de un animal infectado? En España, la posibilidad de que llegue un alimento así a nuestras casas es “altamente improbable”, insiste este experto.

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