Clónicos en el plato

Por Xavier Pujol Gebellí 3 de octubre de 2002

Distintos grupos de animales de interés alimentario obtenidos mediante técnicas de clonación podrían estar disponibles para su comercialización en poco más de un año. Un estudio de la Academia Americana de Ciencias, filtrado recientemente por The Washington Post, señala que ganaderos estadounidenses acumulan un pequeño arsenal de vacas y cerdos clonados con el objetivo de colocarlos en el mercado tan pronto como la FDA dé su visto bueno.

Se trata fundamentalmente de cerdos y vacas cuyo destino final es la producción de carne o de leche. Pero sus precios resultan hoy tan desorbitados que sacarlos ya al mercado sería poco menos que un sacrilegio. Deberían pagarse más de 20.000 euros por cada uno de los aproximadamente cien ejemplares que actualmente conforman la cabaña de animales clonados en Estados Unidos. Unos animales que se guardan como oro en paño a la espera de que la Agencia para el Medicamento y la Alimentación (FDA) norteamericana apruebe los requisitos básicos de seguridad para que su carne o su leche pueda encontrarse en los estantes de los supermercados. Eso podría ocurrir en un plazo no superior a un año.

La noticia, largamente esperada, no representa ninguna novedad en si misma. De hecho, ya fue dada a conocer en febrero de 1997 cuando se comunicó el nacimiento de la famosísima oveja Dolly, el primer mamífero obtenido mediante la clonación por transferencia nuclear. Entonces, Ian Wilmut, del Instituto Roslin de Edimburgo, y responsable de las investigaciones que habían llevado al nacimiento de Dolly en junio de 1996, predijo que la clonación de campeones, animales con una excelente productividad, acabaría siendo una realidad en poco tiempo.

Wilmut no se atrevió en 1997 a fijar plazos. Entre otras razones, porque el foco de al atención mediática se desplazó inmediatamente a la posibilidad de emplear su técnica para clonar seres humanos y porque, como ya entonces advertían científicos de todo el mundo, la tecnología era tan poco eficaz que difícilmente podrían lograrse animales de granja con precios asequibles a corto y medio plazo.

La realidad parece ser hoy, sin embargo, radicalmente distinta. Las técnicas de clonación por transferencia nuclear, han mejorado notablemente su eficacia. La prueba es que sólo en EEUU hay ya más de un centenar de animales clonados en poder de distintas compañías ganaderas, todos ellos con una aparente muy buena salud. Del mismo modo, el número de embriones a implantar en un útero para conseguir un embarazo, se ha reducido drásticamente; las malformaciones de fetos y los abortos espontáneos han reducido también su frecuencia; y, lo que es más importante, se ha ampliado el catálogo de animales a los que se ha conseguido clonar: de la pionera Dolly, una oveja, se ha transitado a terneros, cerdos y cabras, entre los de interés alimentario. De los de interés científico, como el ratón, se consiguió la primera camada hace ya más de cuatro años.

¿Transgénicos o clónicos?Mientras se resuelven las cuestiones puramente técnicas, en las que trabajan al menos medio centenar de empresas biotecnológicas en todo el mundo, empresarios del sector ganadero y científicos se aprestan a preparar lo que se prevé un duro debate ético marcado por unas exigencias de bioseguridad que poco o nada tienen que ver con las actuales.

Según las previsiones de la Academia Nacional de Ciencias de EEUU, autora del informe ahora revelado por el Post, la comercialización en serie de los primeros animales clonados para consumo alimenticio podría ser una realidad en el horizonte de 2005. Antes de esa fecha, la FDA debe dar su visto bueno a aspectos que en nada guardan relación con la calidad de la carne o la leche. Por el contrario, deben elucidar si en el proceso de clonación se ha producido alguna alteración genética que pueda transferirse a las canales de carne o a la leche. Y, lo más importante, asegurarse que, en caso de transferirse algunas de esas alteraciones, no iban a provocar problemas de salud en los consumidores. En lo que refiere a las cuestiones de carácter ambiental, el debate parece seguir otros derroteros: al tratarse de especies exclusivamente estabuladas, las posibilidades de diseminación en el medio, a diferencia de lo que se cuestiona con vegetales y peces, es prácticamente nula.

La pregunta que plantean ganaderos tanto a los representantes de la Academia como a la FDA es: ‘Si el animal al que se clona está listo para consumo, ¿cómo no lo van a estar sus fotocopias?’ La respuesta, acreditada en la experiencia acumulada y por las características de la técnica empleada, es simple: las fotocopias no son perfectas.

No lo son porque la técnica de transferencia nuclear se basa en la introducción del núcleo de una célula adulta en un óvulo con el objetivo de generar un embrión. De este modo, se transfiere la carga genética de la célula adulta, extraída del animal que se pretende clonar. Pero no toda la carga genética del embrión resultante es idéntica a la de su progenitor. En el óvulo se mantiene un orgánulo celular, la mitocondria, que almacena entre el 1% y el 5% del código genético total. Esa pequeña proporción, que los expertos denominan ADN materno por ser del óvulo, se recombina con el ADN del núcleo. De esa recombinación depende el éxito de la técnica una vez transferido el embrión resultante al útero de una portadora. Si el embrión se implanta sin problemas y no hay alteraciones genéticas trascendentes, saldrá un animal viable. La ratio ha descendido de los casi 500 intentos de Dolly hasta los algo más de un centenar actuales.

La verificación de que este proceso, además de eficaz y rentable, es inocuo, es el principal caballo de batalla. Muy probablemente, según los expertos, en pocos años la cuestión estará resuelta positivamente, por lo que el debate de los transgénicos en ganadería para carne o consumo de leche quedará desplazado por el de los clónicos de campeones cuando lo que se pretenda sea perpetuar sementales o grandes productores de leche, las dos principales aplicaciones previstas. Otra cosa, prevista para dentro de un decenio o más, va a ser comerse la carne de un campeón. Una chuleta de clónico hoy vale un ojo de la cara. Y continuará valiéndolo otros 10 o 15 años.

EL CONCEPTO DE PHARMINGLa extensión de las técnicas de clonación está favoreciendo que se abra un nuevo campo, el denominado pharming, como ya se conoce en determinados ámbitos. En esencia, se trata de “diseñar” animales a fin de que sean capaces de producir en su organismo algún producto farmacéutico de interés humano para luego crear rebaños. El término surge de las palabras inglesas pharmaceutic (farmacéutico) y farming (actividad granjera). La reunión de ambos es sumamente expresiva.

La tecnología que está tomando cuerpo para conseguir el mayor rendimiento posible es la suma de transgénesis y clonación. Muchos son los expertos que apoyan esta opción por considerar “lógica”. De lo que se trata, en esencia, es de introducir un gen -generalmente humano- para que se exprese en un determinado tipo de animal. Una vez obtenido el animal resultante, transgénico, de lo que se trata es de “fotocopiarlo, es decir, obtener copias genéticamente idénticas. Dicho de otro modo, clonar a los transgénicos.

Del transgénico lo que se pretende es obtener de la forma más simple la expresión del gen introducido. Las experiencias llevadas a cabo hasta la fecha demuestran que una de las vías más interesantes es provocar esa expresión, en forma de proteína, en la leche. De ahí es más fácil extraerla y purificarla. Esto es lo que están haciendo algunas compañías biotecnológicas, que ensayan métodos para la obtención a gran escala de proteínas humanas en la leche de ovejas y vacas. Es el caso de la tripsina o de un factor de coagulación básico en la lucha contra la hemofilia. Obtenido el animal, un proceso largo y costoso, su clonación aseguraría mayores producciones en unos términos de calidad contrastada en el progenitor.

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