Dos formas de abordar la seguridad alimentaria

Mientras el modelo europeo tiene en cuenta todos los pasos de la cadena alimentaria, el americano aplica soluciones parciales menos exigentes
Por Maite Pelayo 9 de octubre de 2008
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Imagen: Fernando Pastor

A menudo vemos cómo se pone EE.UU. de ejemplo en muchas disciplinas, entre ellas la seguridad de los alimentos. Sin embargo, en Europa contamos con un concepto más avanzado, una visión preventiva integral que va más allá del simple control en las fases finales de los productos. Entre los múltiples puntos de divergencia, la obtención de productos animales saludables y, en concreto, los procedimientos llevados a cabo para garantizar pollos libres de microorganismos patógenos protagonizan uno de los últimos enfrentamientos entre dos maneras muy distintas de concebir el campo de la seguridad de los alimentos.

Imagen: Fernando Pastor

La presencia de microorganismos potencialmente patógenos para el consumidor en la carne de pollo, principalmente «Salmonella«, y su erradicación, ha sido un tema de principal interés para la UE, especialmente desde que en los años 90 se conoció un estudio comunitario que aseguraba que una cuarta parte de las muestras de pollo estaba infectada con «Salmonella» y tres de cada diez con «Campylobacter». Como resultado de las actuaciones realizadas desde entonces, principalmente la aprobación de una normativa comunitaria de 2004, la situación ha cambiado y ha mejorado de manera radical.

El caso de los pollos

Mientras la producción avícola europea aplica un costoso sistema de control, los productores norteamericanos practican un método puntual mucho más sencillo

Este tipo de problema se aborda en la UE mediante normas sanitarias muy estrictas que se aplican a lo largo de toda la cadena alimentaria, desde el proceso de cría, transporte, sacrificio y comercialización de las aves. Sin embargo, en EE.UU. esta situación se afronta de manera muy distinta: lejos de desarrollar y aplicar sistemas globales de prevención y eliminación de riesgos a lo largo de todo el proceso, la situación simplemente se resuelve desinfectando los pollos al final del mismo, con un tratamiento químico antimicrobiano, a base de cloro.

Este asunto pone de manifiesto un problema estratégico de base: frente al costoso sistema europeo de controles que abarca toda la cadena alimentaria, los productores norteamericanos practican un método puntual mucho más barato que elimina las bacterias al final del proceso. La preocupación surge no sólo de la permanencia en la carne de residuos de los productos utilizados, sino sobre si un uso continuado de desinfectantes acabaría creando resistencias en las poblaciones microbianas.

Posible resistencia bacteriana

Las sustancias antimicrobianas (antibióticos, desinfectantes o antisépticos) se han utilizado durante años para combatir infecciones bacterianas. Sin embargo, la realidad hoy en día es que muchos de los antimicrobianos han perdido su efecto y cada vez la resistencia bacteriana está más extendida. Según el Biological Hazards (Biohaz), grupo que estudia los posibles riesgos biológicos, perteneciente a la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, en sus siglas inglesas), las sustancias antibacterianas utilizadas para el tratamiento de las aves de corral no plantean problemas de seguridad.

No obstante, y aunque no hay datos anteriores que indiquen una mayor resistencia de las bacterias dentro del marco de su uso, en estos momentos se vuelve a replantear la posibilidad de que estos agentes antimicrobianos podrían ser responsables de la aparición de resistencia bacteriana cuando se usan en el tratamiento de la carne de aves.

Importación provisional

Hasta ahora, la comercialización de pollos tratados de esa forma está prohibida en Europa. Sin embargo, ya existe un proyecto de liberalización que, de aprobarse, autorizaría la importación provisional durante dos años de pollos tratados con soluciones antimicrobianas, en espera de nuevos estudios científicos. Aunque las etiquetas ofrecerían la información necesaria al consumidor, estarían por definir las necesarias obligaciones impuestas a los restaurantes y comedores que ofrecieran este tipo de producto. La cuestión es hasta qué punto resulta lógico establecer en el seno de la UE unas exigencias muy rigurosas, que son cumplidas con un enorme gasto económico y de personal, para permitir, por otro lado, la entrada y comercialización en el mercado comunitario de productos presumiblemente más baratos que no cumplen con dichas exigencias.

Esta disparidad de criterios a la hora de abordar la seguridad alimentaria en ambos continentes (el europeo abarca todos y cada uno de los pasos de la cadena alimentaria y el americano aplica unas soluciones parciales y a menudo excesivamente tolerantes) resulta al menos sorprendente en un país como EE.UU., en el que nació, a mediados del siglo pasado, el APPCC (HACCP) como sistema integral de autocontrol diseñado para la NASA, realizado por la compañía Pillsbury para garantizar que los alimentos consumidos en el espacio por los astronautas no representasen ningún peligro para su salud.

Dos países, dos modelos

En EE.UU. la seguridad alimentaria y la sanidad de los animales de consumo dependen tanto del Departamento de Agricultura (USDA) como de la Agencia de Alimentos y Fármacos (FDA). El primero se ocupa, además, de otras tareas, como la realización de campañas para acabar con el hambre en su país, supervisar y conservar parques nacionales, proporcionar agua potable a los sectores rurales y garantizar la seguridad de los productos derivados de la carne de vacuno, pollo y los huevos. La FDA, responsable de la regulación de los alimentos tanto para seres humanos como para animales, suplementos alimenticios, cosméticos medicamentos y dispositivos médicos y radiológicos, está a su vez dividida en otros centros mayores como el Centro de Seguridad de Alimentos y Nutrición Aplicada (CFSAN), responsable del fomento y la protección de la salud pública y garante de que el suministro de alimentos sea seguro, saludable y esté etiquetado de la forma correcta.

Entre las deficiencias del sistema de seguridad alimentaria detectadas en este país destacan las leyes anticuadas y el mal uso de recursos e incongruencias entre las agencias que protegen la seguridad alimentaria. El sistema de control de la seguridad alimentaria de los EE.UU. no ha cambiado en más de 100 años, por lo que la mayor parte de los fondos invertidos se gastan en prácticas anticuadas. Además, en los últimos tres años, la FDA ha disminuido su programa de seguridad y ha prescindido de 600 inspectores de su personal científico, por lo que apenas el 1% de los alimentos importados son inspeccionados.

En Europa contamos con la EFSA, creada en 2002, como piedra angular de la Unión Europea en la evaluación de riesgos relativos a la seguridad de los alimentos destinados a consumo humano o animal. En estrecha colaboración con las autoridades de los países miembros, la EFSA proporciona asesoramiento científico independiente sobre todas las cuestiones que afectan directa o indirectamente a la seguridad alimentaria, así como sobre temas de nutrición humana en relación con la legislación comunitaria. También es su función informar al público de una manera objetiva y transparente en este campo.

Bibliografía
Informe «Fixing Food Safety», publicado por el Trust for America’s Health.
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