Efectos inesperados de los antibióticos en la carne de pollo

La retirada de fluoroquinolonas para el tratamiento de enfermedades en aves de granja no evita la aparición de fenómenos de resistencia a antibióticos
Por Mercè Fernández 22 de marzo de 2005

En 2002, dos de los mayores productores de pollo de Estados Unidos anunciaron que dejaban de usar fluoroquinolonas en sus granjas. Un equipo de investigadores ha analizado muestras de carne de pollo de estas marcas para ver los resultados de esa retirada. Según los investigadores, siguen hallándose cepas de bacterias Campylobacter resistentes a esos antibióticos.

La presencia de bacterias patógenas resistentes a antibióticos en la carne de pollo es diferente en función de la marca comercial y depende, algo esperable por otro lado, del uso que se ha hecho de los fármacos en el proceso de producción. Así lo explica un trabajo de la Escuela de Salud Pública Johns Hopkins, de Estados Unidos, en el que los investigadores han analizado la contaminación bacteriana de diferentes muestras compradas en los supermercados. El objetivo específico era evaluar la resistencia a las fluoroquinolonas en Campylobacter, patógeno responsable de unos 2,4 millones de intoxicaciones alimentarias anuales en aquel país.

En 2000, la FDA estadounidense (Food and Drug Administration) propuso la retirada de las fluoroquinolonas como tratamiento en las granjas avícolas, propuesta que topó con las objeciones legales de Bayer, una de las multinacionales que producen el fármaco. Más tarde, en 2002, dos de los mayores productores de pollo, Tyson Food y Purdue Farms, anunciaron que dejaban de usar estos antibióticos en sus granjas.

Es en ese contexto que los investigadores de la Johns Hopskins procedieron, un año después, al análisis de diferentes muestras comerciales de carne cruda de pollo, incluyendo entre ellas las marcas Tyson y Purdue. El objetivo: averiguar si un año después de la retirada de las fluoroquinolonas, seguían apareciendo bacterias resistentes a ese antimicrobiano.

Cepas resistentes

La resistencia a Campylobacter en pollos se ha incrementado tras la autorización de estos fármacos y su uso en alimentación animal
Los resultados revelan que sí, y no precisamente en pequeñas cantidades. Según explican los investigadores en su artículo, que se acaba de publicar en la revista Environmental Health Perspectives, un alto porcentaje de los productos de las dos marcas comerciales -el 43% y el 96%; no se especifica qué porcentaje corresponde a cada cual- estaban contaminadas con cepas de Campylobacter resistentes a las fluoroquinolonas.

Otro hallazgo interesante es que las muestras que procedían de marcas «orgánicas» (en las que no se han usado antibióticos) están menos contaminadas por Campylobacter. Comparadas con estas últimas, las marcas convencionales, explican los investigadores, tienen muchas más probabilidades de llevar cepas resistentes a antibióticos.

La aplicación en las granjas de fluoroquinolonas es, junto a cefalosporinas, particularmente controvertida ya que se trata de dos antimicrobianos importantes para el tratamiento de infecciones sistémicas en salud humana. El riesgo de que cepas bacterianas resistentes se extiendan a personas no es ninguna novedad. La exposición de aves a fluoroquinolonas a dosis autorizadas ha ido asociada a una «rápida emergencia de cepas resistentes de Campylobacter», según recoge un informe de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), que a finales de 2004 hacía pública su opinión sobre el uso de antimicrobianos para el control de Salmonella en aves.

En varios países europeos, sigue explicando el informe, «la prevalencia de la resistencia a Campylobacter en pollos se ha incrementado tras la autorización de estos fármacos y su uso en la alimentación animal». Este incremento, señala, ha corrido en paralelo al de cepas resistentes aisladas en humanos.

La excepción al fenómeno detectado es Suecia, donde las fluoroquinolonas se usan como primera opción para tratar a las aves en el caso de septicemia por E.coli. Sin embargo, los problemas clínicos son tan raros que apenas se usan. Algo similar le sucede a Noruega, que tiene porcentajes muy bajos de cepas resistentes a fluoroquinolonas (un 2,7% en aves; un 7% en humanos) en comparación con las cepas «importadas» aisladas en humanos (hasta un 60% son resistentes). Por el contrario, en Australia, donde el uso en animales de las fluoroquinolonas nunca se autorizó, no se ha aislado en humanos ninguna cepa de Campylobacter resistente en humanos.

Cualquier uso de antimicrobianos, dicen los expertos de la EFSA, ejercerá una presión selectiva sobre las poblaciones bacterianas y contribuirá a la aparición y dispersión de resistencias, no sólo en las bacterias contra las que se quiere luchar, como Salmonella y Campylobacter, sino también en la flora bacteriana propia de los animales.

Riesgos en salud pública

El riesgo para la salud publica dependerá de la conjunción de varios factores. Por ejemplo, si las aves son tratadas en la fase final del ciclo de producción, poco tiempo antes del sacrificio, el riesgo de que entren en la cadena alimentaria un buen número de bacterias resistentes es elevado, aunque sólo estarían en algunos ejemplares concretos. Sin embargo, si las aves son tratadas mucho tiempo antes, a lo largo de todo el crecimiento, el proceso natural de selección hará que al final lleguen «muy probablemente» un numero limitado de bacterias y cepas, pero éstas serán resistentes y habrán tenido tiempo suficiente para dispersarse a numerosas bandadas de aves.

Quizá es eso precisamente lo que explicaría el resultado del trabajo de los investigadores de la Johns Hopkins, en el que las marcas comerciales que no usan desde hace un año fluoroquinolonas siguen presentando, sin embargo, bacterias resistentes.

El tema no es banal. Es sabido que cuando una cepa ha desarrollado resistencias no hay vuelta atrás. La cuestión es controlar hasta qué punto esa cepa se ha dispersado a diferentes ejemplares. En ese sentido, los expertos apuntan la necesidad de una evaluación de riesgos que tenga en cuenta aspectos como el tipo de granja, el fármaco utilizado y en qué cantidades, así como la posibilidad de transmisión a otras bandadas y a otras granjas.

LA IMPORTANCIA DE LA PREVENCIÓN

Img pollos2En España, en 2004, se declararon 3.932 casos de intoxicación por Campylobacter jejuni y 722 por Campylobacter sp. (en realidad fueron más casos, porque estas cifras son las declaradas hasta el 23 de octubre). La cifra no se aleja mucho del año anterior (3913 por C. jejuni y 800 de Campylobacter sp). Hoy por hoy constituye la toxiinfección alimentaria más importante, sólo superada por Salmonella.

La infección por Campylobacter, que puede durar hasta unos 10 días, comporta síntomas como diarrea, fiebre y dolor abdominal. La causa más habitual de contaminación es C. jejuni, bacteria que aunque puede estar presente en cerdos y vacuno está especialmente adaptada para vivir en las aves. Esta es la razón por la que la carne de ave se considera la fuente principal de contaminación. Ello no descarta que puedan existir otras vías de contagio, ya sean agua contaminada o el contacto incluso con animales de compañía.

Desde un punto de vista alimentario, son muy importantes unas adecuadas manipulación y cocción de la carne, factores que eliminan el riesgo de infección. Sin embargo, esto no resta preocupación por lo que pueda ocurrir en el futuro, ya que progresivamente van apareciendo nuevas cepas resistentes a Campylobacter.

En esa línea, un trabajo del Centro Epidemiológico de Copenhage (Dinamarca), que se publica en el número de abril del Journal of Infectious Diseases y que ya está disponible en Internet, revela (después de un seguimiento de 3.471 pacientes) que las personas infectadas por Campylobacter resistente a quinolonas tienen un pronóstico peor y seis veces más probabilidad de un desenlace adverso, definido como infección invasiva o muerte. Dicen los investigadores que esta es la primera evidencia de los efectos clínicos de las cepas resistentes.

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