En la cocina el consumidor es el principal y único responsable de lo que sucede en ella. Trabajar en la cocina requiere una especial atención y unos conocimientos básicos de seguridad alimentaria para manipular alimentos y utensilios. La premisa primordial es evitar a toda costa una intoxicación alimentaria, además de impedir el deterioro de alimentos, golpes, cortes o lesiones del manipulador. El artículo explica cómo evitar accidentes en la cocina, tanto de riesgo alimentario como para el manipulador.
Todo protocolo básico para empezar a manipular alimentos es primordial cuando se entra en una cocina. Lavarse las manos; mantener limpias las superficies en las que se preparan y manipulan alimentos; evitar la contaminación cruzada (no mezclar alimentos crudos y cocinados); cambiar cada día los trapos de cocina; usar ropa limpia; no toser, estornudar o escupir accidentalmente encima de los alimentos; tener contenedores de basura con tapa y cierre con pedal; evitar que los animales domésticos entren en la cocina; utilizar siempre agua potable; y descongelar los alimentos en la nevera son las premisas básicas para empezar el trabajo en la cocina.
Además, es importante diferenciar dos áreas: la zona limpia y la zona sucia. Se debe establecer un circuito higiénico de manera que los residuos vayan a una parte y los alimentos para consumir en otra, sin que se puedan mezclar. En el sector denominado limpio se realizarán las preparaciones finales, justo antes de consumir los alimentos, ya sean crudos que no necesitan cocción o los ya cocinados. En el área sucia se llevarán a cabo todas las operaciones que precisen manipulación como limpieza, corte o picado.
Evitar accidentes en la cocina
La cocina debe ser un lugar seguro. Debe tenerse en cuenta que en ella hay muchos utensilios y productos peligrosos y que un simple descuido puede suponer un problema, tanto para los alimentos que se preparan como para la seguridad física del manipulador. Y es que, además de los riesgos de contaminación alimentaria, en la cocina se hallan muchos objetos que podrían causar daño: cuchillos, cristales, tenedores, tablas de corte, ollas, sartenes, productos químicos e, incluso, el fuego en caso de fogones tradicionales. Por eso, se deben tener en cuenta varios aspectos en este sentido:
Evitar que los mangos de las sartenes o las ollas sobresalgan de los fogones.
Cocinar con los fogones que quedan situados más en el interior.
El suelo de la cocina debe estar siempre limpio y seco para evitar caídas.
Los utensilios peligrosos como cuchillos, cortadores, tenedores, tijeras o detergentes deben guardarse de manera segura fuera del alcance de los niños.
Jamás dejar los cuchillos con la parte afilada hacia arriba.
No cortar nunca en dirección hacia uno mismo.
En caso de marcharse de vacaciones o por un tiempo, es preferible desconectar los electrodomésticos y apagar el gas.
Ventilar a diario la cocina para impedir acumulaciones.
Para prevenir quemaduras, es importante utilizar guantes o trapos en las manipulaciones de ollas o sartenes calientes.
Ubicar los productos de limpieza en un lugar separado de la comida, no en la misma despensa, para evitar posibles equivocaciones.
No retirar las etiquetas de los envases de productos químicos o inflamables. Lavarse las manos siempre después de su uso. Deben estar siempre identificados y fuera del alcance de los niños.
Nunca mezclar diferentes tipos de productos de limpieza ácidos o lejías.
No utilizar envases alimentarios para productos de limpieza.
No emplear envases que hayan contenido productos tóxicos para los alimentos, aunque se hayan lavado reiteradas veces.
Cuando se realiza la compra es importante no olvidar los aspectos más relevantes que garantizan la calidad y la seguridad de los alimentos:
Carne y aves: verificar información de la etiqueta como fecha de envase, sellos sanitarios, fecha de caducidad y aspecto general del alimento. No debe contener una gran cantidad de líquido en el envase, el color debe ser vivo y no deben marcarse demasiado los nervios o tendones.
Pescado: elegir las piezas con cuerpo arqueado y rígido, escamas bien unidas, piel sin arrugas y húmeda en todo momento y ojos transparentes.
Huevos: cáscaras intactas, limpias, sin manchas, sin fisuras ni grietas. Verificar la fecha de envasado. Conservar en la nevera una vez en el domicilio.
Frutas y hortalizas: escoger siempre productos de temporada. Los vegetales envasados deben contener etiquetado con fecha de envase. Elegir la fruta en su punto óptimo de maduración: es preferible consumir la fruta como máximo dos días después de su compra. Tanto fruta como hortalizas deben tener buen aspecto, sin roturas, sin podredumbres, sin lesiones en su capa externa.
Lácteos: verificar la fecha de caducidad o consumo preferente. Para los productos frescos y a granel (nata, leche, mantequilla), conservar siempre en frío y evitar romper por mucho tiempo la cadena de frío. Los lácteos con un elevado contenido en grasas suelen absorber olores, por lo que conviene colocarlos en el frigorífico en un espacio aparte.