Entrevista

“La abundancia de microplásticos en el agua del grifo es menor que en el agua embotellada”

Victoria Moreno, miembro del Comité Científico del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)
Por Francisco Cañizares de Baya 4 de diciembre de 2024
Victoria Moreno entrevista microplásticos
Imagen: Victoria Moreno
Los plásticos han contribuido a mejorar la seguridad alimentaria porque prolongan la vida de los alimentos y los protegen de los gérmenes. Sin embargo, muchos de los envases que se fabrican con ellos no se reciclan y, al degradarse, dan lugar lugar a micropartículas que dañan el medio ambiente. Estas secuelas son más conocidas, y desde hace unos años se investigan sus efectos potenciales en la salud. Victoria Moreno es una de las científicas pioneras en esa labor. Ha sido directora del Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación y en la actualidad es miembro del Comité Científico del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

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¿Qué entendemos por microplásticos? 

Son pequeñas partículas de un tamaño inferior a cinco milímetros que normalmente provienen de residuos de productos fabricados con plásticos y que, al no haber sido reciclados, terminan en el entorno natural. Otro aspecto importante que los define es que están formados por polímeros sintéticos, principalmente derivados del petróleo, y se caracterizan porque no son biodegradables. 

¿Qué implicaciones tiene que no sean biodegradables?

Pueden permanecer en los entornos naturales, en los ecosistemas, durante mucho tiempo, cientos de años.

Una investigación del CSIC, en la que participó, estudió sus efectos en la diversidad bacteriana. ¿Cómo le afectan los microplásticos?

La consecuencia más importante es una reducción de bacterias del intestino que se consideran beneficiosas en muchas funciones del organismo y un incremento de potenciales patógenos que puede tener un efecto negativo para el ser humano. También vimos que afectaba al metabolismo intestinal, a cómo podemos degradar o metabolizar algunos nutrientes de la dieta, por ejemplo. 

¿Qué novedad aportaba la investigación?

Fue un estudio pionero porque por primera vez se recreaba in vitro escenarios que son similares a los que tienen lugar en la ingesta y el tránsito gastrointestinal humano. Después, hemos hecho otros estudios en los que hemos visto que estas alteraciones en la microbiota humana pueden tener un efecto en funciones inmunitarias o en otros sistemas del organismo.

¿Estos efectos pueden ser reversibles? 

Los datos son sobre modelos experimentales. No podemos exponer estas partículas al ser humano y, por tanto, no tenemos estudios claros que nos digan si son o no reversibles. Lo que sí hemos visto en nuestros modelos experimentales es que cuando hay una exposición prolongada, una ingesta a largo plazo de estos microplásticos, y especialmente de las partículas más pequeñas, conocidas como nanoplásticos, los efectos pueden ser incluso más drásticos. 

¿Por qué tanta preocupación por los microplásticos?

Porque son ubicuos, los microplásticos están prácticamente en todos los lugares y son altamente persistentes. Se ha visto que los respiramos en el aire y los consumimos con los alimentos, y es ahí cuando nos hemos empezado a concienciar, a preocupar por nuestra salud.

¿Los nanoplásticos entrañan el mismo riesgo potencial?

Con las evidencias científicas disponibles, debido a que son mucho más pequeños que los microplásticos, parece que tienen más capacidad de atravesar las membranas celulares y llegar a nuestros tejidos. 

cosméticos con microplásticos prohibidos
Imagen: colnihko / iStock
Los microplásticos son un fenómeno relativamente reciente y todavía hay pocas investigaciones. ¿Cuál es el nivel de la evidencia científica al respecto?

De microplásticos y efectos en el medio ambiente se habla desde hace 10-15 años, pero los estudios sobre los riesgos para la salud son mucho más recientes, no más de cinco años. En ese sentido, los datos son preliminares. La mayoría de los conocimientos sobre qué pasa cuando los ingerimos o los respiramos y qué mecanismos de traslocación tienen en el cuerpo humano son muy recientes y proceden, sobre todo, de modelos animales y modelos in vitro.

¿Qué sabemos de los efectos en el pulmón de los que se ha hablado? 

El pulmón es un órgano en el que se necesita investigar con más detalle los posibles efectos. Los estudios se basan fundamentalmente en algún tipo de microplástico. Los datos proceden de estudios epidemiológicos y se refieren, sobre todo, a los efectos en trabajadores por inhalación ocupacional de algún tipo de fibra sintética, por ejemplo, el nailon o los polvos de PVC. Ahí se han visto que hay efectos adversos graves, pero el conocimiento actual presenta limitaciones, porque muchas veces estas cohortes de estudios son pequeñas y no siempre se han podido demostrar estos efectos. 

¿En qué otras partes del cuerpo se han detectado?

En la sangre, las heces, hígado, bazo, la placenta, el intestino, los testículos o la saliva, entre otras. Que se hayan detectado en numerosas muestras biológicas humanas quiere decir que estamos expuestos, que llegan a nuestro organismo. Pero eso es un primer paso, ahora hay que seguir investigando. 

¿Cuál es la dificultad metodológica de la investigación con microplásticos para que los resultados sean fiables?

Se necesitan metodologías muy sensibles, que sean capaces de identificar o detectar estos materiales en una escala muy pequeñita, en una matriz analítica como es un tejido, un fluido biológico o una matriz alimentaria, es decir, matrices muy complejas. Ahora hay un gran desafío en la parte metodológica. Además, estas partículas están en todos los sitios, y en la toma de muestras y su análisis en los laboratorios es fundamental tener unas medidas muy controladas.

¿No hay unas medidas estándar?

Hay un avance metodológico, pero la comunidad científica insiste en que estas metodologías sean estandarizadas, que se tengan muchas precauciones. En ese ámbito son esperables muchos avances en los próximos años, en cómo mejorar los métodos de investigación. Hasta ahora algunos de los estudios que se han publicado adolecen de estos requisitos.

¿Es posible que la comida se contamine con microplásticos durante el procesado de esos alimentos? 

Es posible y, de hecho, se barajan distintas hipótesis de cómo el procesado conduce a la acumulación de las partículas en los sistemas alimentarios. Ya no solo se considera el envasado, sino que las materias primas, como el agua o los alimentos, e incluso el aire podrían contribuir a que estas partículas lleguen a la cadena alimentaria. 

¿Cómo llegan a los alimentos?

Varios alimentos pueden contaminarse a través de la presencia de estas partículas en el medio ambiente, llegando a los organismos y a las plantas, pero además, al estar presentes en el aire, las partículas podrían depositarse en los alimentos durante el procesado, el almacenamiento, el envasado y en el consumo. Ahora mismo se manejan estas potenciales vías de exposición, pero todavía no son concluyentes. Además, también podríamos decir que no son mutuamente excluyentes, son distintos momentos y procesos en los que las partículas podrían acumularse en los alimentos y llegar a nuestra dieta.

¿El agua que sale por el grifo o la embotellada tiene microplásticos? 

Según las investigaciones, el agua embotellada contiene, sobre todo, fragmentos y fibras de plástico procedentes de los envases de la botella, y en el agua del grifo se han detectado otro tipo de polímeros más diversos que podemos encontrar en otros muchos productos de consumo. Otra conclusión importante es que, en general, la abundancia de microplásticos en el agua del grifo es significativamente menor que en el agua embotellada.

¿El consumo de alguna de estas aguas puede entrañar algún riesgo?

Los estudios que se han realizado, tanto de los grupos de investigación españoles como de otros lugares, no han visto que sean unas concentraciones que a priori puedan tener un riesgo para la salud, aunque no tenemos todavía datos de riesgos de exposición.

Llevamos décadas utilizando plásticos, pero ¿conocemos todos los aditivos y componentes que tienen?

Desde el punto de vista de la salud, en absoluto, y este es un factor importantísimo. Estos aditivos se emplean en la preparación de los plásticos y normalmente se incorporan durante su producción, pero además también se pueden acumular en otras áreas, como el aire, el agua, etc. Muchos de estos aditivos que se utilizan para mejorar las propiedades de los plásticos se sabe que tienen propiedades dañinas para la salud.

¿El efecto de esos químicos puede ser acumulativo?

Ahora mismo existe una inquietud en la comunidad científica sobre si existe un efecto adicional de estos aditivos. Falta investigar en este sentido: hay que ver si son efectos acumulables y en qué medida están afectando estos aditivos. Por otra parte, los plásticos pueden ser un factor de vínculo de algunos patógenos que puedan estar en el medio ambiente y que se absorben durante el tiempo que permanecen en los ecosistemas. 

¿Existe suficiente información al respecto?

Tanto la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), como la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), y también la Organización Mundial de la Salud (OMS), están publicando en los últimos años informes sobre la evidencia científica, son accesibles y aportan una información derivada de las evidencias científicas.   

¿Qué puede hacer un consumidor para contribuir a la reducción de microplásticos? 

Los consumidores pueden implicarse al máximo en el reciclado de los objetos de plástico porque es crucial para reducir la proliferación de estas partículas. Por otra parte, aunque los plásticos son imprescindibles y los tenemos en todas las actividades de nuestro día a día, cada vez tenemos más soluciones para minimizar su consumo y utilización.

¿Y para minimizar o evitar sus potenciales efectos en la salud?

La inquietud tiene lógica, pero de momento no hay ningún dato que nos permita decir que van a afectarnos en una enfermedad o una patología concreta. Lo que sabemos es que los microplásticos pueden llegar a nuestro organismo, se pueden acumular y pueden tener algunos efectos potenciales; pero teniendo en cuenta que en muchas ocasiones estos trabajos proceden de modelos de estudio y condiciones que no siempre implican los escenarios fisiológicos más apropiados, no es posible generalizar estos efectos y hay que evaluarlos con prudencia. 

¿Están justificadas expresiones muy redondas para referirse a los microplásticos como “la nueva lluvia ácida” o son desproporcionadas? 

Más que desproporcionadas, no se ajustan a la evidencia científica. El objetivo es armonizar toda la investigación que se está llevando a cabo para dar respuesta a la preocupación que tienen los consumidores y que tenemos como sociedad. La que cita es una expresión quizá exagerada, pero eso no tiene que afectar al interés que deben tener los consumidores por informarse y a la investigación por aportar más conocimiento, que se necesita.

El empaquetarlo todo con plástico se promovió para garantizar la seguridad alimentaria, pero, dados los residuos que se generan, ¿no habría otra manera de asegurarla?

El plástico es un material perfecto en este sentido, pero hay que reconducir la manera que tenemos de utilizarlo. Es un problema complejo porque plantea el desafío de qué alternativas pueden implementarse. Tampoco es posible suprimir su uso por completo, al menos sin disponer de los materiales más adecuados.

¿Cree que hay suficiente concienciación en ese sentido?

Cada vez más. Es creciente la demanda mundial de alternativas al plástico y a otros materiales que tengan menor impacto medioambiental y potencialmente en la salud. Es un desafío colectivo. El CSIC trabaja desde hace años en la Plataforma SusPlast (Plásticos Sostenibles hacia una Economía Circular), investigando alternativas a los plásticos y, sobre todo, alternativas de reciclaje con nuevos enfoques más saludables para el medio ambiente y la salud.

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