Depresión en el anciano

Este trastorno no forma parte del envejecimiento pero puede derivarse de factores estresantes como la enfermedad crónica, la pérdida de seres queridos o el dolor
Por Jordi Montaner 22 de junio de 2008
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Imagen: Rodolfo Belloli

La depresión es el trastorno mental más frecuente en los ancianos, sobre todo, en las ancianas. Lo cierto es que muchos médicos de atención primaria juzgan la depresión geriátrica como muy difícil de identificar, por el hecho de que abarque múltiples formas de presentación, se confunda a menudo con la demencia y pase socialmente desapercibida como un achaque más, propio de la tercera edad, cuando, en realidad, no forma parte del proceso normal de envejecimiento.

En España, la prevalencia de depresión en el anciano es de entre el 10% y el 15% en las consultas de atención primaria y de hasta un 50% en las residencias geriátricas. José Ángel Arbesú, coordinador del Grupo de Trabajo de Salud Mental de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN), explica que los pacientes ancianos padecen más enfermedades crónicas discapacitantes que el resto de los adultos y que, algunas de ellas, como alteran las vías neuroquímicas y los neurotransmisores cerebrales, al igual que otras, afectan a los ejes neuroendocrinos, lo cual puede desencadenar biológicamente una depresión. También añade que la deficiente adaptación a las enfermedades, tan habitual en las generaciones más ancianas, puede actuar como desencadenante de la depresión.

Soledad

«El paciente anciano depresivo que acude a la consulta de atención primaria suele tener escasos vínculos familiares o sociales y presenta una sintomatología somática importante que puede dar lugar a cambios en su forma natural de ser, volviéndose más irritable y menos sociable, aislándose en su domicilio. En cambio, la tristeza, como síntoma nuclear de la depresión, puede tener menos importancia en la ancianidad que en la edad adulta», afirma Arbesú.

Las enfermedades crónicas pueden desencadenar una depresión si alteran las vías neuroquímicas y los neurotransmisores cerebrales
Este experto reconoce, asimismo, que algunas patologías, como la enfermedad de Parkinson , el ictus, la demencia vascular, la enfermedad coronaria, las enfermedades endocrinológicas y las neoplasias, contribuyen a la angustia del paciente crónico mayor. Tanto la mayoría de las depresiones como de los deterioros cognitivos en edad avanzada se diagnostican precisamente en las consultas de atención primaria. «El médico de atención primaria va a ser, en la mayoría de los casos, el primero en interpretar las formas de depresión del anciano; ardua labor, teniendo en cuenta que la persona mayor no suele expresar de manera espontánea ni verbalmente el estado de ánimo en que se encuentra», explica el especialista.

Por este motivo, lo que el profesional debe explorar es el lenguaje no verbal y el metalenguaje en su entrevista clínica, indagando sobre el rastro de la depresión en muy pocas y débiles pistas. Ante todo, insiste Arbesú, es necesario establecer un diagnostico diferencial con otras enfermedades psiquiátricas y no psiquiátricas que forman parte del proceso de envejecimiento normal: «El concurso de síntomas fronterizos a la demencia, como una falta de concentración o de memoria, puede dificultar y retrasar el diagnostico de depresión, y hacer pensar al médico que está ante un deterioro cognitivo de inicio».

La utilización en estos casos del test de cribado de Pfeiffer y el «Mini Mental State Examination» (MMSE) pueden ayudar en el diagnostico diferencial entre demencia y depresión.

En alto riesgo

La tasa de suicidio en pacientes ancianos con enfermedad mental es del 15%, y los expertos aseguran que el consumado es más frecuente que en etapas más jóvenes: uno de cada cuatro intentos acaba en muerte. Este riesgo lleva a que los psiquiatras apremien a los médicos de atención primaria a afinar en los diagnósticos. Miquel Roca, psiquiatra del Hospital Juan March, de Palma de Mallorca, aboga por una formación de estos facultativos en la evaluación del suicidio «que erradique mitos falsos, como que hablar de ello induce a cometerlo, que las personas que aluden al suicidio nunca lo ejecutan o que el suicidio se comete sin previo aviso».

Los estudios demuestran que ocho de cada diez pacientes que se suicidan hablan de ello previamente y que la mitad de éstos había consultado al médico de atención primaria la semana anterior a quitarse la vida. «En los casos en los que el médico de atención primaria detecte una ideación clara o riesgo de suicidio, debe derivar cuanto antes el paciente a una unidad de salud mental, instaurando una colaboración entre hospital y ambulatorio que resultará indispensable para seguir a corto y medio plazo su evolución», incide Roca.

LOS INVISIBLES

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Los falsos mitos enmascaran la depresión del anciano. En primer lugar, deprimirse no forma parte del programa normal de todo envejecimiento. Sí consta hacer frente a la enfermedad crónica, a la idea de la muerte, a la pérdida de seres queridos y a distintos achaques que causan dolor, frustración o tristeza. Pero la depresión va mucho más allá de un estado de queja o de tristeza naturales. Para complicar más las cosas, abunda la idea de que los ancianos sufren demencia con facilidad y que su confusión, tristeza, trastornos del sueño o del apetito forman parte del paquete con que la naturaleza identifica el fin de nuestras vidas.

Pero los expertos urgen a discriminar las depresiones verdaderas de otros estados de abatimiento y a evitar que los ancianos empeoren. Demasiadas depresiones de la tercera edad pasan, por tanto, infradiagnosticadas. De cara a quienes conviven estrechamente con pacientes ancianos, los médicos recomiendan prestar mucha atención a cambios en la rutina con la que el anciano viste o se asea, cambios en sus relaciones sociales (si evitan contactos con otros familiares o amigos) y, más que estados de tristeza, recomiendan vigilar la imposibilidad del gozo ante un plato, una música, un chiste o un recuerdo, entre otros.

La incapacidad de reír es más preocupante que la facilidad con que se llora. Sensaciones verbalizadas de culpabilidad, vacío existencial, dolores abstractos, ideas suicidas, cansancio diurno exagerado y pérdida o ganancia de peso desacostumbradas apuntan igualmente a la posibilidad de una depresión. Algunos tratamientos farmacológicos y el consumo de alcohol pueden ser aliados perfectos de una génesis depresiva, por lo que deben también ser tenidos en cuenta.

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