Hay tantos tipos de calabazas que podríamos probar una distinta cada día durante un año sin repetir. El abanico de opciones de nuestro mercado no está tan desplegado, pero esto no quiere decir que sea poco diverso. A lo largo del año, la huerta nos ofrece una gran variedad de calabazas con formas, tamaños, colores y hasta sabores bien distintos. Ahora veremos cuáles son las más populares y cómo elegirlas, conservarlas y prepararlas.
Las hay de verano y de invierno, pero la principal diferencia entre ellas no está en el momento de recolección, sino en que las calabazas de verano se cosechan antes de que terminen de madurar. Por ello, su piel es más fina, su pulpa resulta más acuosa y se pueden comer crudas.
Las calabazas de invierno son más dulces y contienen menos agua que las de verano. Su pulpa es carnosa y su piel bastante más gruesa, lo que ayuda a que duren más tiempo y se conserven mejor. La dureza de su cáscara, que a veces puede volver engorrosa la tarea de pelar y cortar este fruto, nos permite a cambio utilizarla como recipiente, para comer directamente en ella. Basta con cortar la calabaza por la mitad, retirar las pepitas con una cuchara y hornearla para obtener un plato rico, calentito y sencillo que se puede aliñar con un hilo de aceite y sal.
Cuáles son (y cómo preparar) las 5 calabazas más populares

- Cidra (invierno). Tiene forma redondeada y la piel de color verde y blanca. A primera vista, recuerda a algunos tipos de sandía y, al abrirla, al melón. No en vano, pertenecen a la misma familia. La pulpa de esta calabaza es de color blanquecino y muy rica en fibra. Se usa, sobre todo, para hacer un dulce tradicional de nuestra repostería: el cabello de ángel.
- Zapallo (invierno). Tiene la piel de color verde oscuro y una pulpa de color naranja intenso. Es muy rica en betacarotenos, que tienen acción antioxidante y ayudan a prevenir enfermedades cardiovasculares. Esta calabaza queda muy rica hervida, en sopas, purés, guisos y pucheros.
- Bellota (invierno). De color verde oscuro, su forma recuerda a las bellotas y tiene unas pronunciadas hendiduras que la recorren de manera longitudinal. Su pulpa es amarilla. Esta calabaza resulta idónea para hacer al horno.
- Moscada (invierno). También se conoce como calabaza cacahuete. Grande, de color naranja pálido y con forma de pera, da mucho juego en la cocina. Su pulpa tiene un sabor dulzón, lo que permite utilizarla en repostería, además de en platos salados. Combina muy bien con legumbres, mejora las sopas y se puede usar como ingrediente de bizcochos.
- Calabacín (verano). De todas las calabazas de verano, esta variedad es la estrella. En octubre aún está de temporada, si bien se comercializa durante todo el año. Esta hortaliza resulta más tierna y acuosa que las calabazas de invierno (el 95 % de su composición es agua). Ligero y fácil de digerir, el calabacín se puede emplear en muchas recetas y degustarse tanto crudo como cocinado.
Consejos para elegir, conservar y preparar calabazas
1. Elegir. Escoja siempre ejemplares firmes que aún conserven su rabo o pedúnculo, ya que les ayuda a mantener la humedad.
- Si es una calabaza de invierno, quédese con las que sean pesadas en relación a su tamaño y tengan la piel gruesa y áspera. Esto indica que están bien maduras.
- Si es una calabaza de verano, busque las que tengan una piel muy suave, brillante y no demasiado dura. También, las que pesen menos en relación a su tamaño. Serán más tiernas.
2. Conservar. Colóquelas siempre en un lugar fresco y seco.
- Las calabazas de invierno, mientras están enteras, se conservan a la perfección gracias a la protección de su piel. Pueden durar meses en buen estado. Una vez abiertas, lo conveniente es guardarlas en la nevera o cortar su pulpa en cubos o rodajas e introducirla en el congelador.
- Las calabazas de verano duran menos. En el frigorífico, se mantienen bien alrededor de una semana; congeladas, un mes. El truco, si las congelamos, es escaldarlas primero. Si se congelan crudas, pierden bastante humedad y se altera su textura (quedan secas).
3. Preparar. Las calabazas de verano se pueden comer crudas porque son más tiernas. Las de invierno, en cambio, son idóneas para la cocción.
- Para cocinar una calabaza de invierno, hay que retirarle la piel (a menos que queramos hornearla rellena y utilizar la propia cáscara como cuenco). La pulpa se puede hacer frita, a la plancha, rehogada o hervida. Queda muy bien combinada con arroz, en sopas y en guisos. Hervida y triturada, es un gran ingrediente para los purés de verduras.
- Para cocinar una calabaza de verano, el truco es escurrirla y dejarla secar un poco, ya que puede aguar el plato que elaboremos con ella. Esto no es necesario si la rehogamos o la empleamos cruda (por ejemplo, en ensaladas).