Halloween: la historia de miedo (real) que deberías conocer antes de pedir dulces

No hace falta inventar relatos de terror para esta noche: algunos datos de salud y consumo alimentario tienen todos los ingredientes para llevarse un buen susto
Por Laura Caorsi 31 de octubre de 2019
Dulces halloween
Imagen: sambeawesome

Ni demonios ni fantasmas ni alimañas misteriosas acechando bajo la cama. Existen criaturas más concretas y cotidianas que amenazan nuestra salud. Están en la nevera, en la despensa, en los supermercados y las gasolineras. Sobreviven en las máquinas de vending, en los aeropuertos, en los restaurantes y en cualquier cajón del congelador. Hablamos, por supuesto, de los productos ultraprocesados, desde bollería y golosinas hasta bebidas azucaradas y snacks de pobre perfil nutricional. Como los monstruos más temibles de Halloween, también son fascinantes: se adaptan a casi todo y adoptan diferentes formas. La diferencia es que no son una fantasía ni se esconden en la noche. Son reales, hacen daño y se muestran a plena luz del día.

Cuando acabe el año, y si no hay sorpresas, cada uno de nosotros habrá bebido casi ocho litros de vino, más de ocho litros de zumos y néctares, 18 litros de cerveza y más de 36 litros de refrescos. El 83 % de esa cerveza será con alcohol, la mitad de los refrescos habrá sido de sabor cola y el 71,2 % de los zumos, en realidad, serán néctares y concentrados. Litro arriba, litro abajo, el escenario es más que probable: esto fue exactamente lo que hicimos el año pasado, según recoge el ‘Informe del consumo alimentario en España 2018′.

Una lata de refresco contiene unos 35 gramos de azúcar, pero una lata de bebida energética tiene todavía más. Su contenido ronda los 50 gramos, justo el doble de la cantidad máxima diaria recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Hoy, las beben siete de cada diez adolescentes, y más de la mitad las mezcla con alcohol. También uno de cada cinco niños en edad escolar toma bebidas energéticas y, en el 16 % de los casos, a razón de casi cuatro litros al mes.

Las bebidas espirituosas merecen una consideración aparte. Contienen, además de alcohol y de sus riesgos asociados, una notable cantidad de calorías vacías, como detalla el dietista-nutricionista Julio Basulto en este artículo. En nuestro país, casi el 5 % de las calorías que consumimos a diario proceden de las bebidas alcohólicas, unas bebidas cuya ingesta también se asocia a un menor control del mecanismo de la saciedad.

Chocolates, galletas y helados

El informe del consumo alimentario, publicado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, nos ofrece otros datos de interés. Por ejemplo, que cada año comemos 3,5 kilos de chocolates por persona. El 65 % de esos chocolates son bombones, snacks, cacaos solubles y cremas de untar. Al respecto, es útil saber que cuando cogemos un bote normal de crema de untar, más de la mitad de su peso es azúcar, mientras que, en el caso de los cacaos solubles, el contenido de azúcar supera el 70 %.

Calaveras dulces

Imagen: Larry White

Más datos. Ingerimos anualmente casi 6 kilos de bollería. El 75 % es industrial. Las galletas —unos productos muy calóricos que, como desgranamos en este análisis comparativo, contienen grandes cantidades de azúcar, grasas y sal— son el tipo de bollería que más consumimos. En la categoría bollería, el Ministerio de Alimentación también incluye los cereales de desayuno y los productos navideños (polvorones, mantecados, turrones, etc.), que, a pesar de su estacionalidad, están disponibles al público desde finales del verano. En un típico turrón de chocolate, la mitad del producto es azúcar.

Sin contar el queso ni el yogur, los derivados lácteos tienen una presencia destacada en nuestra cesta de la compra; sobre todo, los azucarados. Tomamos, por persona y año, más de 10 kilos/litros de batidos, postres lácteos, helados y tartas. Por supuesto, las composiciones varían según el producto y la marca, pero, en general, la cuarta parte de un helado es azúcar. También hay que pensar en las grasas saturadas, cuyo consumo se asocia a diversos problemas cardiovasculares y a patologías como el exceso de colesterol. La hipercolesterolemia, por cierto, es uno de los trastornos crónicos más prevalentes en nuestro país, según refleja la última Encuesta Nacional de Salud España (ENSE). Y no es la única patología vinculada al estilo de vida y la alimentación. También figuran en esa lista la diabetes, la hipertensión y un dato tan rotundo que asusta: más de la mitad de los adultos españoles tiene sobrepeso u obesidad (en el caso de los hombres, la cifra alcanza el 62,5 %).

Azúcar hasta en las salchichas

En España, cada persona come, al año, más de 11,5 kilos de carne transformada. Esta categoría incluye los siguientes productos: jamón curado y paleta, lomo embuchado normal e ibérico, chorizos, salchichón y salami, fuet y longanizas, jamón cocido, paleta cocida y fiambres, huesos de jamón curado, otros productos curados, productos a base sangre, otras salazones y otros cocidos, salchichas, fuagrás y paté. La OMS y otras instituciones de referencia internacional, como el Fondo Mundial para la Investigación del Cáncer o la Escuela de Salud Pública de Harvard, recomiendan reducir nuestro consumo de carnes procesadas. En nuestro país, al menos, comemos casi un kilo por persona al mes. Esta cifra no incluye la carne sin transformar.

Casi todo el mundo sabe que muchos de estos productos contienen cantidades notables de grasa y de sal, pero es interesante tener en cuenta que también llevan azúcar. En el ‘Estudio ANIBES’, realizado en 2013 por la Fundación Española de Nutrición (FEN), «se observó la presencia de azúcares añadidos en el 86 % de los embutidos y otros productos cárnicos del subgrupo (es decir, salchichas, tocino, chorizo)». El mismo estudio, que analizó centenares de productos, detectó que el 42 % de los alimentos y bebidas contenía algún tipo de azúcar añadido en su composición.

Halloween chocolate

Imagen: PublicDomainPictures

Buena parte del azúcar que consumimos se encuentra en los alimentos; incluso en aquellos que, como los embutidos, son poco sospechosos de contenerlo. Esta presencia, sumada al cambio de hábitos alimenticios y al alejamiento de la dieta mediterránea, explica lo que recoge en su libro Antonio Rodríguez Estrada, responsable del proyecto sinAzucar.org: que «un niño español medio consume más de 32 kilos de azúcar al año, y que un niño de ocho años ya ha comido más azúcar que su abuelo durante toda la vida«. El consumo de azúcar, que se une a un estilo de vida y de ocio sedentarios, también explica las elevadísimas cifras de diabetes que se registran en la actualidad.

Diabetes tipo 2, cifras que asustan

Según el ‘Estudio di@bet.es’, realizado en 2011 y considerado el mejor estudio epidemiológico hecho en nuestro país hasta la fecha, el 13,8 % de los españoles mayores de 18 años tiene diabetes tipo 2; esto es, más de 5,3 millones de ciudadanos. Además, hay otros 4,8 millones de personas que tienen intolerancia a la glucemia o glucemia basal alterada, situaciones que se consideran prediabéticas.

¿Y qué sucede con los niños? En palabras de las investigadoras Raquel Barrio y Purificación Ros, expertas en esta patología, existen numerosos datos que confirman que la incidencia de diabetes mellitus tipo 2 en niños y adolescentes se ha incrementado de manera significativa en la última década, no solo en Norteamérica sino también en diversos países de Europa, Asia, África, Australia y América del Sur, coincidiendo con un incremento paralelo de la obesidad. Lo detallaban en 2013, en este trabajo de la revista Elsevier, aunque hay cifras más recientes.

Un artículo de Pilar Aizpurua Galdeano, publicado en 2018 en Evidencias en Pediatría, no solo coincide en que el número de niños que se diagnostican de diabetes tipo 1 y tipo 2 está aumentando, sino que desvela que los casos nuevos de diabetes tipo 2, la forma asociada con el sobrepeso, se han quintuplicado en el último lustro.

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