Identificar las causas de la obesidad infantil para combatirla

Detrás de un niño con sobrepeso o con obesidad, hay una alimentación errónea y un vacío de actividades físicas
Por Maite Zudaire 5 de enero de 2012
Img ninas gorditas

Un estudio de la Universidad Politécnica de Madrid, publicado en diciembre del pasado año, revela que España supera a Estados Unidos en índice de obesidad infantil, con un 45% de niños con exceso de peso. Las cifras de obesidad infantil se han tornado de preocupantes a alarmantes. El último estudio ALADINO (Alimentación, Actividad física, Desarrollo INfantil y Obesidad), avalado por el Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad, ha revelado que el 45,2% de los niños españoles tiene exceso de peso: el 26,1% tiene sobrepeso y el 19,1, obesidad. El porcentaje supone un ascenso de cinco puntos sobre los ya negativos datos de hace un lustro. Se refleja que, a pesar de las iniciativas institucionales para hacer frente a esta lacra, España supera a Estados Unidos en índice de obesidad infantil. Es necesario identificar las causas para corregir malos hábitos o prevenirlos.

El ascenso de los casos de obesidad infantil, que lleva aparejado el aumento de casos de diabetes tipo 2 y casi con toda probabilidad de enfermedades cardiovasculares en un futuro, evidencia la necesidad de concienciar a las familias. Es necesario otorgar a los padres y educadores la responsabilidad sobre la nutrición de los niños y su actividad física, al tiempo que se les ayuda a cumplir con el compromiso de combatir la epidemia del siglo XXI.

Identificar primero, actuar después

La obesidad infantil se debe a los malos hábitos alimentarios y al sedentarismo

La obesidad infantil tienen dos causas principales: los malos hábitos alimentarios y el sedentarismo. Las razones endocrinas o genéticas, de existir, son excepciones. Detrás de un niño con sobrepeso o con obesidad, hay una alimentación errónea y un vacío de actividades físicas. Esto es lo primero que se debe tener muy claro. Le sigue la evidencia de que el sobrepeso no es sinónimo de salud y unos pocos kilos de más en la infancia significan un aumento de grasa en la adolescencia y multiplicación de grasa intervisceral en la edad adulta.

En definitiva, hay que tomar conciencia de que controlar la alimentación y promocionar el ejercicio en la infancia es tan necesario como vigilar el sueño de los más pequeños y tan preciso como extremar las medidas de seguridad en un hogar cuando hay niños. Identificar las causas es la primera acción para corregir malos hábitos o prevenirlos. Los progenitores tienen que analizar su comportamiento en actitudes domésticas. Sus respuestas sinceras y críticas serán el primer paso que esquive la obesidad.

Respuestas afirmativas, buena señal

El siguiente cuestionario puede servir de guión para cumplir el propósito.

  1. ¿Desayuna lo suficiente: lácteo o proteico, cereales (pan, cereales sin azucarar, arroz con leche, sándwich) y fruta? La respuesta debe ser afirmativa para todo. La fruta debe consumirse, aunque sea la mitad de una pieza o como acompañante del almuerzo. Ante la resistencia de los niños, hay que perseverar. Es necesario destinar 20 minutos para lograr la ingesta necesaria de nutrientes. Si es preciso, se puede alternar leche con yogures, tostadas con arroz con leche, fruta fresca con fruta desecada o, en ocasiones, en almíbar o en zumo.
  2. ¿Almuerza fruta al menos tres veces a la semana? Con un buen desayuno, a la hora del almuerzo apetece un tentempié equilibrado. En la infancia, no es necesario comer un contundente bocadillo (en la adolescencia es la mejor opción) a media mañana. Una pieza de fruta y una tostada de arroz, un poco de pan con una pastilla de chocolate, un plátano y unas avellanas, dos mandarinas y un triángulo con jamón, será almuerzo bien recibido.

  3. ¿Incluye en la comida o en la cena una ración de carne, pescado o huevo a lo largo de los siete días de la semana? La proteína es necesaria para el desarrollo, pero en su justa medida; para los más pequeños son suficientes 70 gramos por ración y hasta 120 g para los mayores. En el cocinado de estos alimentos, las frituras no tienen que estar desterradas del plato, si bien el guiso, el asado o el cocido son fórmulas mucho más saludables para preparar el pescado, la carne y los huevos, además del jamón o el queso fresco.

  4. ¿Se evita azucarar la comida más de lo necesario? A un yogur no es necesario añadirle azúcar, ni a la leche cacao. Tampoco los zumos artificiales han de ser bebida corriente, ni a los naturales les falta dulzor, ni las tostadas precisan de miel. El sabor dulce nos acompaña de manera natural en la alimentación, multiplicar su presencia es innecesario, solo disimula sabores.

  5. ¿El agua es la principal fuente de líquido? Los niños, como los mayores, no tienen sensación de sed hasta que están sedientos. Mucho menos si en lugar de agua se ofrecen zumos, refrescos o bebibles de todo tipo. Un niño debe comer con agua. Incluso a la hora del desayuno se puede ofrecer un vaso para que beba algo.

  6. ¿Se realizan cinco ingestas de comida? No hay que despistarse: el almuerzo y la merienda también son necesarios los días de fiesta. Por otra parte, la sexta toma es innecesaria: el vaso de leche antes de dormir no tienen ninguna propiedad admirable si a lo largo del día el niño ya ha tomado suficientes lácteos.

En este breve cuestionario solo se admiten respuestas positivas. Una acción negativa invalida todo lo demás. Resulta categórico, pero la salud no admite alcorces.

Respuestas negativas, alarma

Menos tele, menos videojuegos y menos consolas son órdenes costosas de dar, pero aliadas inconfundibles de la salud

Asumida la importancia de la nutrición, sabidos los alimentos aliados y reforzada la organización culinaria, es tiempo de sumar, o al menos no restar, en la segunda condicionante para evitar la obesidad: el ejercicio físico. Las preguntas ayudan a tomar conciencia de la pereza y mansedumbre que dirige la actividad diaria de los pequeños.

  • ¿Sube las escaleras en vez de coger el ascensor?
  • ¿Está menos de una hora delante de una pantalla, bien sea una consola, la televisión o el ordenador?
  • ¿Destina la mayor de su tiempo libre a jugar o centrarse en cualquier actividad que no sea sedentaria?
  • ¿Camina sin quejarse, corre y brinca, siempre que se opta por el paseo en vez del coche o el autobús?
  • Si realiza un ejercicio físico como actividad extraescolar, ¿acude con energía y ganas?
  • ¿Su actitud ante el esfuerzo físico es positiva?

Cada día es más difícil lograr que la actividad física forme parte de la cotidianidad, pese a todas las opciones de la vida moderna, que parece que adormece la energía. Si no se puede optar por una actividad programada, al menos hay que evitar que las actitudes sedentarias se impongan. Menos tele, menos videojuegos y menos consolas son órdenes costosas de dar, ante las cuales los niños se revelan, pero son aliadas inconfundibles de la salud.

EL COMBATE EN POSITIVO

Identificadas las causas -alimentarias, sedentarias o ambas-, comienza la batalla contra la obesidad infantil, presente o futura. La familia se forma en equipo para vencer el exceso de peso o para prevenir el peligro que acecha. La ventaja es que la victoria es muy satisfactoria. Dicho en positivo, con hábitos saludables en la alimentación y un poco de ejercicio continuado, los resultados son, si no inmediatos, sí muy rápidos.

Un niño puede corregir sus malos hábitos y adquirir otros nuevos en el plazo de escasas semanas. Eso sí, con perseverancia y sin concesiones. Hay que lograr que lo afirmativo sea todo afirmativo y lo negativo, desaparezca, con lo que se conseguirá vencer la obesidad.

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