En el mundo existen más de 10 etiquetados frontales nutricionales, pero Nutri-Score es el único que cumple con todos los requisitos que establece la Organización Mundial de la Salud (OMS). A pesar de todas las críticas, este sistema, desarrollado en la Universidad de Oxford en 2005, presenta numerosos puntos fuertes frente a otras propuestas, como los sellos de advertencia chilenos y la nueva apuesta italiana, NutrInform Battery. Lo detallamos a continuación.
A estas alturas, a pocas personas les suena extraño el nombre de Nutri-Score. En noviembre de 2018, el Gobierno de España anunció la implantación de este sistema como una herramienta de etiquetado frontal capaz de comparar la calidad nutricional de los productos empaquetados e incentivar la elección del más saludable. El objetivo no es otro que empoderar al consumidor.
En la actualidad, mientras en España es fruto de discusión en el Congreso de los Diputados, en Europa, un grupo de 269 investigadores y 21 asociaciones médicas y científicas han firmado una petición para exigir a la Comisión Europea que adopte Nutri-Score como obligatorio en todos los países miembros. Un etiquetado nutricional que, durante los últimos meses, ha sido objeto de polémicas, críticas e inconcreciones.
Parte de la industria alimentaria y algunos profesionales de la nutrición se han mostrado reacios a Nutri-Score y han circulado varios bulos sobre este sistema que lleva más de tres años funcionando con éxito en países vecinos como Francia, Holanda o Alemania. Sin ir más lejos, se le ha culpado de favorecer intereses privados y del intento de privilegiar a algunos productos ultraprocesados por encima de otros más naturales.
Nutri-Score y el apoyo de la ciencia
“Ninguno de los sistemas de etiquetado es perfecto” —reconoció en marzo el ministro de Consumo, Alberto Garzón, en una entrevista concedida a Consumer—, “pero Nutri-Score es el que más consenso genera y, además, cuenta con un apoyo abrumador de la ciencia”. Se refería a la carta firmada por más de 80 científicos, nutricionistas y profesionales de la salud (cardiólogos, endocrinos, oncólogos…) con el objetivo de solicitar la rápida y urgente implantación de Nutri-Score en España, ignorando “las campañas que se han llevado a cabo para desprestigiar la herramienta”.
“Es una auténtica falta de conocimiento. La gente no se ha informado bien. Además, la industria está en contra de que haya un etiquetado que pueda dejar peor parado a algún alimento que a otro”, defiende Jordi Salas, experto en Nutri-Score y miembro de la Red de Expertos de la Agencia de Salud Pública de Cataluña. “Se le pide mucho más de lo que puede llegar a ser un etiquetado frontal. Nutri-Score, al igual que otros semáforos, valora los alimentos nutricionalmente. Actualmente está cumpliendo con las normativas de la legislación europea, que no obligan, por ejemplo, a incluir en la etiqueta nutricional la cantidad de azúcar añadido. ¿Cómo va a cuantificar Nutri-Score algo que ni siquiera está incluido en las etiquetas de los productos?”, añade Salas.
“De hecho, Nutri-Score es el único etiquetado que responde a las directrices nutricionales marcadas por la Organización Mundial de la Salud para dar el visto bueno a cualquier sistema de valoración nutricional”, explica Salas. Cada uno de estos objetivos, además, incluye varias subcategorías a cumplir. Y existen más de 40 estudios científicos que demuestran la eficacia en la comprensión de Nutri-Score a la hora de hacer la compra desde ese punto de vista nutricional. Otros sistemas de etiquetado cumplen con varias de las directrices de la OMS, pero nunca con todas.
“Si se implementa una política de salud pública como esta se tiene que dar un tiempo prudencial para adaptar el sistema a la realidad del contexto alimentario”, defiende Nancy Babio, investigadora de la Unidad de Nutrición Humana de la Universitat Rovira i Virgili. “Cuando se aplicó en 2016 el sistema de sellado chileno, por ejemplo, se dio un tiempo para redibujar los puntos de corte y los cálculos estadísticos. Para que un sistema de etiquetado sea eficaz primero tiene que cumplir con todas las directrices de la OMS y, ya luego, resolver sus coladeros”, sostiene.
Etiquetados frontales: más de 10 sistemas diferentes
En la actualidad, existen más de una decena de etiquetados nutricionales en el mundo; algunos ya activos y otros a punto de estarlo. De todos ellos, varios son de implantación voluntaria, como Nutri-Score, aprobado en Portugal, España, Austria, Bélgica, Francia, Alemania, Luxemburgo y Suiza; el sistema Keyhole, puesto en marcha en Dinamarca, Islandia, Lituania, Noruega y Suecia; o el Traffic Light, de Reino Unido. Otros, como los sellos nutricionales de Chile, Perú, Brasil, Ecuador, Israel o Australia son de obligado cumplimiento en sus países de origen.
Los etiquetados se pueden clasificar en dos grupos:
- Los enfocados en nutrientes (solo brindan información sobre ingredientes críticos para la salud, como el azúcar, las grasas o la sal).
- Los sistemas de resumen, aquellos que hacen una evaluación global del producto en relación al contenido nutricional y sintetizan con un solo símbolo, icono o puntuación la calidad del producto. Aquí se sitúa Nutri-Score. Sin embargo, cada sistema sigue su propio proceso. “Solo Nutri-Score y el sistema australiano tienen en cuenta todos los nutrientes, frente a los que se enfocan únicamente en destacar la cantidad de sal o los ácidos grasos saturados. Pero, por ejemplo, nadie se quejó del sello australiano como con Nutri-Score”, puntualiza Salas.
Nada más anunciarse en España, Nutri-Score se vio inmerso en una “guerra de etiquetas”: 5 de las 10 mayores corporaciones alimentarias (Mondelez, Nestlé, PepsiCo, Coca-Cola y Unilever) intentaron lanzar su propio sistema de etiquetado, basado en unos criterios y códigos de colores distintos (por ejemplo, no hacía referencia a 100 gramos de producto, sino a una ración, medida que no está regulada por ninguna autoridad alimentaria). Sin embargo, Nutri-Score acabó por imponerse frente a esta propuesta que se suspendió por “falta de comprensión”.
Nancy Babio puntualiza que “el etiquetado frontal Nutri-Score es una mera traducción del etiquetado tradicional de detrás del envase. Es un etiquetado vivo que, como todos, requiere pequeños ajustes, pero no podemos pedirle más porque cumple con todo lo que es actualmente obligatorio”. La literatura científica a favor de Nutri-Score es amplia:
- Uno de los estudios más recientes publicados en el Journal of Behavioral Nutrition and Physical Activity defendía que el uso del sello Nutri-Score “podría proteger de hasta un 3,4 % de las muertes relacionadas por una dieta alimentaria deficiente, mientras que otros, como el Health Star Rating System (Australia) o el Traffic Light (Reino Unido) verían reducida la tasa de éxito entre un 2,8 % y un 1,1 %”.
- Por otro lado, varios estudios experimentales realizados en Francia también evidenciaron que Nutri-Score es el único que permite reducir de forma significativa el contenido en lípidos, ácidos grasos saturados y sodio en la cesta de la compra.
- Comparado con otros etiquetados, Nutri-Score se coronó como el más eficaz para influir en el comportamiento de los consumidores (especialmente en aquellos que adquieren los productos más baratos).
¿Quién está detrás de Nutri-Score?
El algoritmo en el que se basa Nutri-Score fue desarrollado en 2005 por un equipo de investigación de la Universidad de Oxford con el objetivo de regular la publicidad enfocada a alimentos infantiles poco saludables. Fue posteriormente validado por la Agencia de Normas Alimentarias del Reino Unido y por más de 35 estudios científicos.
Después, Francia, con el objetivo de cumplir con la ley de modernización del sistema de sanidad, que contemplaba la creación de un etiquetado para facilitar la comprensión de la información nutricional de los alimentos, decidió aplicarlo en 2017 con la ayuda del Equipo de Investigación en Epidemiología Nutricional, un comité público dirigido por el catedrático en Nutrición Serge Hercberg y supervisado por la Agencia Francesa de Seguridad Alimentaria y el Alto Consejo de Salud Pública.
“Nutri-Score nace con una triple finalidad. La primera es comparar la calidad nutricional de alimentos pertenecientes a la misma familia: por ejemplo, los copos de avena frente a los cereales con chocolate, o las lasañas de carne frente a las de pescado o espinacas. En segundo lugar, busca comparar la calidad nutricional de un mismo tipo de alimento propuesto por marcas distintas. Es decir, puede comparar cereales de desayuno rellenos de chocolate de una cierta marca con el equivalente de otra”, explica Babio. “Por último, también compara la calidad de alimentos pertenecientes a familias diferentes. Aquí es importante destacar que se dará entre alimentos incluidos en una misma ocasión de consumo o uso (por ejemplo, postres como los yogures respecto al arroz con leche)”.
Para la implantación de este sistema, explica Salas, cada país interesado ha nombrado a dos científicos independientes de la industria alimentaria para que ejerzan una labor de vigilancia del sistema y proporcionen su conocimiento de cara a mejorar el algoritmo cuando sea necesario. “El comité ya se ha reunido al menos una vez para ponerse a trabajar”, puntualiza.
Margen de mejora de Nutri-Score
El algoritmo que utiliza Nutri-Score se estableció a través de diferentes procesos de análisis estadísticos. “No obstante, a partir de su creación, Francia llevó a cabo numerosas mejoras estadísticas hasta aproximarlo a lo que es hoy”, comenta Babio. Y Salas añade: “La agencia inglesa fue la primera que hizo esos puntos de corte en los diferentes nutrientes, partiendo de valores muy básicos. Luego se fueron añadiendo la fruta y la verdura, las proteínas… En resumidas cuentas, se adaptó para valorar más allá de los componentes críticos, lo que, a nuestro entender, es la única forma de dar una dimensión nutricional completa del alimento”.
Así, el algoritmo califica positivamente la presencia de frutas, verduras, legumbres, frutos secos y algunos aceites, la fibra y las proteínas. Un estudio elaborado por la cohorte española del estudio SUN (Seguimiento de la Universidad de Navarra) sobre 20.503 participantes durante casi 11 años concluyó que el algoritmo de Nutri-Score es coherente con la dieta mediterránea y con las recomendaciones de salud pública españolas.
“Por el momento no es posible modificar el cálculo de Nutri-Score fijado en 2015”, advierten ambos expertos. No obstante, está previsto que el algoritmo pueda ser redefinido dentro de algunos años en función del progreso de los conocimientos científicos, de la vigilancia de los efectos observados, de la aplicación del sistema en varios países y de la evolución de la legislación europea. Los debates ya están en curso a nivel de los ministerios competentes desde hace varios meses.
Para su implantación, Nutri-Score, como cualquier otro etiquetado, debe ir acompañado de una campaña de educación. “No se puede condenar el conjunto de un sistema que funciona perfectamente en términos de salud pública y que ha demostrado su eficacia sobre varias decenas de miles de alimentos por excepciones particulares que también afectan a otros sistemas, como es el caso del aceite de oliva”, puntualizan ambos expertos. De esta forma, consideran que las campañas informativas sobre Nutri-Score deben centrarse en promover una alimentación rica en alimentos de mínimo procesamiento (frescos) y un consumo de alimentos envasados puntuados por este sistema.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), estas son las cinco directrices que debe cumplir un etiquetado nutricional:
- Establece un objetivo. El etiquetado tiene tener uno de estos fines: promover la elección de alimentos saludables, destacar los alimentos críticos o comparar la calidad nutricional de alimentos.
- Cuenta con un diseño gráfico fácilmente comprensible. Debe incluir colores, palabras y símbolos para que sea lo más simple posible y fácilmente legible.
- Determina el cálculo del algoritmo. Establece límites para cada elemento y diseña cálculos estadísticos para los perfiles nutricionales.
- Su efectividad debe ser comprobada a través de estudios científicos.
- Está controlado por procesos de monitorización. Deben medir la extensión de la aplicación y el efecto que provoca sobre las compras de los consumidores y la reformulación de productos