Entrevista

«La mayoría de las regresiones infantiles se resuelven en poco tiempo con paciencia, constancia, firmeza y cariño»

Amaya Prado, psicóloga educativa, vocal de la Junta de Gobierno del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid
Por María Huidobro González 10 de junio de 2020
Amaya Prado
Imagen: COP

El confinamiento para evitar la propagación del coronavirus ha afectado a los niños de manera especial. Ya pueden salir a la calle, pero aún no pueden jugar con sus amigos en un parque infantil. Ya pueden visitar a sus abuelos y resto de seres queridos, pero nada de darles fuertes abrazos y sonoros besos como antes. Y todavía la vuelta al cole no se sabe ni cómo será. En estas circunstancias, muchos pequeños se han vuelto aún más pequeños: hablan como cuando eran unos bebés, lloran y hacen rabietas por cualquier cosa, parece que no saben vestirse ni dormir solos, vuelven a mojar la cama por la noche… Han desandado lo que habían aprendido y eran rutinas para ellos. Pero es normal. La psicóloga educativa Amaya Prado, vocal de la Junta de Gobierno del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid, habla en esta entrevista de las regresiones infantiles que pueden estar sufriendo estos días nuestros niños y cómo manejar estas situaciones.

Con el confinamiento, algunos padres han notado que sus hijos se han hecho “más pequeños”, que han dado pasos atrás en su desarrollo: vuelven a mojar la cama, piden chupete, comen peor… ¿Le quitamos importancia? ¿Es normal?

Es normal, tanto en cuanto estamos ante una situación extraordinaria y diferente en su día a día y en su rutina habitual. Cuando el niño no tiene una manera adecuada de expresar o identificar lo que le está pasando, suelen aparecer estas regresiones. Son una forma de expresar diferentes sentimientos que en estos momentos pueden llegar a estar teniendo, como la incertidumbre, el miedo y la tristeza.

¿Qué les ha podido afectar más?

Nos hemos tenido que adaptar de la noche a la mañana a una situación inesperada y sin haber podido preparar a los niños. De un día para otro, no pueden ir al cole, ni ver a sus amigos, abuelos y, en algunos casos de separación, ni a sus padres, y se tienen que quedar en casa encerrados sin poder salir para nada, con la casa y la situación familiar que cada uno tenga. Les ha afectado esa pérdida de contacto con sus seres queridos, así como la pérdida de la rutina habitual. Y también detectan que los mayores muestran preocupación, estrés, tristeza e incertidumbre.

¿Cuáles son las regresiones infantiles más comunes?

Las habituales son pequeños retrocesos de comportamientos ya adquiridos o eliminados en los que haya una necesidad de contacto. Tienen que ver con el sueño, la comida, el chupete o el afecto. También pueden llorar más, lloriquear, rabietas… esas conductas de cuando eran más pequeños. Y también está esa necesidad continua de que los padres estén a su lado para todo.

Algunos pueden pensar que con estas regresiones solo quieren llamar la atención.

El concepto de llamar la atención hay que verlo, no desde una perspectiva negativa, sino como su forma de expresar que algo ha cambiado, no está como ellos lo conocen y lo entienden. Les cuesta expresarlo o creen que no deben hacerlo; no lo saben hacer de otra manera. Por eso, sobre todo, hay que tener mucha paciencia. El afrontamiento tiene que ser tranquilo y no dar excesiva importancia a lo que está sucediendo. En estos momentos, hay que dar más importancia a sus necesidades emocionales. Así que, si tenemos que retroceder para volver a lo habitual, es importante realizarlo así; a veces, hay que ir un poco atrás para coger impulso. En situaciones excepcionales caben medidas excepcionales, sin olvidar que poco a poco se ha de ir volviendo a la normalidad en cuanto a estos comportamientos. Ahora no cabe la rigidez y la contención de otros momentos; hay que tener flexibilidad.

¿A qué edades suelen ocurrir? ¿Afectan más a los niños? ¿Influye que tengan hermanos?

Más que de la edad, depende del niño o de la niña, de su nivel de madurez emocional, de la cantidad de tiempo que se pueda prestar a las necesidades emocionales y de la necesidad de contacto que esté necesitando. Pero es entre los 3 y 5 años cuando más se presentan. A esa edad son conscientes de que algo ha cambiado y hasta lo verbalizan, pero hay veces que no poseen otras habilidades emocionales para expresar lo que sienten y lo hacen así. En esa etapa todavía les cuesta identificar, expresar y regular esas emociones. Coincide también, por ejemplo, con el nacimiento de hermanos.

¿Podrían darse otra vez cuando vuelvan al cole?

La vuelta al cole va a traer distintas emociones y comportamientos en los más pequeños, porque con mucha probabilidad no será como esperan, desean y conocen, sino que, presumiblemente, apoyándose en recomendaciones sanitarias para evitar la propagación del virus, se van a dar muchas situaciones de distanciamiento social con sus iguales y el profesorado. Nos encontraremos chicos que han “abusado” de las nuevas tecnologías y les cueste la realidad, sin mucho contacto con iguales, pasando la mayor parte del tiempo con adultos, mientras que en los más pequeños veremos situaciones de ansiedad de separación, por el tiempo que han pasado con los padres y cuidadores habituales, o que no quieran ir al colegio. Serán otro tipo de regresiones.

¿Y ocurrirán también si los padres se separan tras el confinamiento?

Las regresiones son propias y normalizadas en cualquier proceso de separación. Estas situaciones se van a producir, con lo que hay que tenerlas previstas en los más pequeños.

¿En qué otras circunstancias distintas a las que estamos viviendo aparecen estos comportamientos?

Al iniciar los contactos sociales con personas que antes formaban parte del entorno habitual de los menores o, incluso, cuando nos relacionamos con personas desconocidas para ellos. Pueden ocurrir al salir de casa o al tener que separarse de sus padres para algo.

¿De qué manera podemos ayudar a nuestros hijos a superar estas regresiones?

Debemos mantener la calma, el afecto y la contención en todo momento y evitar castigar o regañar por estos retrocesos. Habría que volver a la pauta que se siguió para conseguir el comportamiento “de más mayor” y valorar y reforzar las conductas que se vayan logrando. Una regresión puede ser algo positivo, porque el niño nos está transmitiendo que algo le está pasando. Por eso hay que hacer caso a esa llamada de atención, a esa necesidad emocional.

¿Cómo?

Es importante ayudarles a identificar lo que están sintiendo y validarles sus emociones, explicarles lo que está pasando, dentro de su edad evolutiva y cómo pueden sentirse, y ayudarles a regular sus emociones. Trataremos de poner palabras a aquellas sensaciones desagradables o miedos que puedan estar teniendo. Hablaremos con ellos de sentimientos, de lo que ocurre… diciéndoles que es normal que se sientan así, que quieran ver a los abuelos… pero que acabaremos con el bichito poniéndonos la mascarilla, lavándonos las manos… Deberemos intentar generar unas rutinas y unos hábitos para darles esa estabilidad emocional. También es fundamental ser ejemplo para ellos: cuanta menos preocupación tengamos los padres, mejor, porque se lo terminamos transmitiendo y ellos lo perciben como algo preocupante.

¿Cuándo deberíamos preocuparnos más y acudir a un psicólogo?

Si las regresiones suponen una incomodidad o dificultad en varias áreas de la vida del niño o de la familia y no se sabe o no se puede reconducir de una manera tranquila y contenida, convendría consultar con algún profesional. Pero la mayoría de las regresiones con paciencia, constancia, firmeza y cariño se resuelven en poco tiempo.

¿En qué deberíamos fijarnos? ¿Algún ejemplo?

Para algunos niños, una regresión puede ser que no quieran salir a la calle por miedo. ¿Cuándo se consideraría problema? Si todos los días se niega a salir de casa, tiene una rabieta cuando le intentamos sacar y cuando está en la calle, sufre muchísimo y está muy ansioso o intranquilo. Cuando la conducta tanto en intensidad como en duración y frecuencia es más elevada de lo normal, el niño sufre y este comportamiento afecta a muchas áreas del día a día de su familia (trabajas y tienes que llevarle a casa de alguien, se niega, llora y te llama esa persona diciendo que lleva toda la mañana llorando), hay que consultar. Y también, si los padres no saben contenerlo, se agobian y no saben qué hacer, y lo único que hacen es transmitir al niño inseguridad y que empeore la regresión.

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