Hacer el duelo en tiempos de coronavirus: un enorme desafío personal

La pandemia ha impedido que los familiares y amigos velen a los fallecidos y acompañen a sus seres queridos. La despedida, en muchos casos, puede ser traumática
Por Inma Garrido 12 de abril de 2020
duelo soledad coronavirus
Imagen: Daniel Nebreda

Los fallecidos en España por la COVID-19 se cuentan por miles. Tras la declaración del estado de alarma, muchas familias no han podido despedirse de sus familiares, amigos y seres queridos. Solo se permite que tres asistentes acudan a los entierros o cremaciones de las víctimas en unas ceremonias que tienen una duración máxima de diez minutos. No es fácil, ni en el terreno psicológico ni en el emocional, afrontar el fallecimiento de un familiar en unas circunstancias tan especiales como las que nos encontramos sin despedirnos. Hoy día, más que nunca, los expertos buscan respuestas a este brutal dolor que la humanidad está sintiendo.

Las personas necesitamos cerrar procesos para lograr la estabilidad emocional. Llevamos cientos de años realizando unos rituales de despedida cuando fallece un ser querido: velarlo y enterrarlo o incinerarlo. Con estos pasos, cerramos psicológicamente el primer impacto emocional que nos provoca la muerte y entramos en el tiempo del duelo. “En las circunstancias actuales, este proceso de equilibrio no puede llevarse a cabo y provoca que el intenso dolor tras la pérdida se prolongue mucho más en el tiempo, provocando en el doliente muchas más dificultades para iniciar un duelo normalizado”, afirma el psicólogo Vicente Prieto, director técnico del Área Clínica del Centro de Psicología Álava Reyes y autor del libro ‘La soledad del cuidador’.

Cuáles son las fases del duelo

La psiquiatra suiza Elizabeth Kübler-Ross describió, en el año 1969, en su libro ‘Sobre la muerte y los moribundos’, las cinco fases del duelo por las que todo ser humano atraviesa al producirse la pérdida de un ser querido al final de una enfermedad: la negación, la ira, la negociación, la depresión y la aceptación. Pero no siempre todos los seres humanos hacen este recorrido en sus duelos. Esto depende en gran medida del modo y manera en la que se produce el fallecimiento del ser querido.

“Esta pandemia va a ser traumática”, avisa el doctor José Antonio Gallastegui, psicólogo especialista en psicología clínica del servicio de psiquiatría del Hospital Clínico San Carlos, de Madrid. “El ser humano se caracteriza por buscar sentido a lo que ocurre a su alrededor. Cuando conocemos las razones de lo que ocurre sentimos alivio y una cierta paz interior por muy duro que sea lo que haya ocurrido. Sin embargo, en esta pandemia presiento que vamos a tener a muchos miles de personas instauradas permanentemente en la ira, en la rabia, cabreadas con la vida, sintiéndose mal consigo mismas y con su entorno porque resulta enormemente difícil explicar o razonar todo lo que está ocurriendo a nuestro alrededor”, confiesa.

Otros expertos afirman que ver desaparecer la figura del ser querido sin acompañamiento y sin ritual que le honre es una de las cosas más crueles que nos puedan pasar. Para afrontarlo es necesario recurrir a los recursos con que cada uno cuente, tanto físicos como cognitivos, emocionales, relacionales y espirituales. “Es la hora de la interioridad y de la comunicación desde el corazón sin abrazos físicos. Es la hora de la palabra, para que esta pueda recoger lo que normalmente preferimos vehicular a través del contacto físico. Es la hora de la creatividad: tendremos muchos sentimientos de soledad, abatimiento, indignación, impotencia y rabia. Es necesario buscar el modo de socializar con quien a uno le venga bien para no morir de pena. Cultivar el recuerdo positivo, desechar los malos pensamientos catastróficos, utilizar fotos, cuidar la oración… son caminos para afrontar el drama”, propone José Carlos Bermejo Higuera, director del Centro Asistencial y de Humanización de la Salud San Camilo de Tres Cantos (Madrid) y coautor de la obra ‘El duelo. Luces en la oscuridad’.

Atención al desgaste psicológico y emocional

tristeza mujer ventana

Imagen: Pixabay

Si antes del fallecimiento la persona ha estado ingresada en el hospital, debemos tener en cuenta que los días de ingreso habrán sido muy duros también para los seres queridos, dado que no habrán podido estar acompañando a su familiar. Del mismo modo, la frecuencia con la que habrán tenido información sobre su estado habrá sido menor que la deseada por la situación especial en la que nos encontramos. “Por este motivo, los seres queridos ya sienten impotencia, frustración, rabia, miedo, ansiedad, incertidumbre… Si, finalmente, el familiar fallece, se suman otros estados emocionales como la tristeza, la pena, e incluso puede aparecer sentimiento de culpa”, afirma la psicóloga Pilar Conde, directora técnica de Clínicas Origen.

A estas tristes circunstancias se añaden la incertidumbre y el confinamiento, que no podemos estar con el resto de la familia y amigos para canalizar emociones y desahogarnos, por lo que se incrementa el dolor y el sufrimiento por la pérdida. Necesitamos contacto físico, expresar las emociones con las personas que nos unen lazos afectivos, sentirnos acompañados y escuchados, para iniciar el duelo.

“El impacto emocional es muy intenso, se prolonga más en el tiempo provocando reacciones importantes de tristeza infinita, de rabia por la percepción de injusticia, lloros espontáneos, sensación de vivirlo en soledad por no rodearse de familiares y amigos, apatía. Si no ventilamos bien estas emociones, puede provocar un duelo complicado y en muchos casos una intervención psicológica”, concluye Vicente Prieto.

Por estas razones, además de ser creativos a la hora de buscar consuelo, como sugería Bermejo Higuera, y de pedir ayuda profesional durante estos días en caso de necesitarlo, quizá pueda ser útil planificar una despedida póstuma, cuando sea posible reunirse y cobijarse en la calidez de los abrazos.

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