Entrevista

Juan José Badiola, director del Centro Nacional de Referencia de EEB

«El número de vacas locas continuará aumentando en España hasta 2005»
Por Rafael Méndez 24 de julio de 2003
Img badiolap
Imagen: FreeFoto.com

Juan José Badiola es la referencia española cuando se habla de vacas locas. Doctor en Veterinaria y catedrático, ex rector de la Universidad de Zaragoza y director del Laboratorio del Centro Nacional de Referencia de Encefalopatía Espongiforme Bovina, prevé que el número de casos continuará creciendo hasta alcanzar su máximo en España en 2005. Por ello, augura que la variante humana de la enfermedad, que no descarta en absoluto, aún tardará años en presentarse. «Aparece hasta 15 años después del número máximo en animales».

En lo que va de año se han detectado más de setenta casos de vacas locas, más que ningún año anterior. ¿A qué se debe?

Sí, de seguir este ritmo terminaremos el año con unos 180 casos, pero tiene una explicación lógica. El aumento de casos es la expresión de que el ganado ha consumido alimentos contaminados (principalmente piensos elaborados a partir de harinas cárnicas) hasta el año 2000, y el periodo de incubación de la enfermedad es de unos cinco años de media.

Pero estos piensos están prohibidos para las vacas desde antes de 2000.

En España, de hecho, ha habido varias prohibiciones. La primera es de 1994, cuando los prohíbe la Unión Europea por los casos que se dieron en el Reino Unido. En 1996 las prohíbe el Gobierno español para las vacas aunque permite que se destinen a otros animales. En 1998, y con el objetivo de evitar fenómenos de contaminación cruzada, el Gobierno obligó a incinerar los piensos porque así se inactiva el prión. Pero no fue hasta 2000 cuando llegó la prohibición definitiva. Que los casos sigan aumentando significa que las primeras prohibiciones no se cumplieron. El año que viene veremos si se cumplió la prohibición de 1998 de inactivar las harinas. La hipótesis más pesimista es que la que se cumplió fue la de 2000, en cuyo caso el número de casos seguirá aumentando hasta 2005, cuando veremos el pico de la curva. Así ha sido en otros países.

¿Es la hipótesis más pesimista o la más realista?

Ambas cosas y, desde luego, a la que yo me apunto. Si se hubiera cumplido la prohibición de 1994, cuando la UE da la voz de alarma, nos hubiéramos ahorrado muchos casos.

¿Se veía como un problema lejano?

Muy lejano. Desde luego lo veía lejano la sociedad, que no había oído hablar del problema. Pero también lo ignoraron los ganaderos, la administración y los productores de piensos.

En cualquier caso, no llega a los niveles del Reino Unido.

«La distribución de casos aporta pistas sobre el consumo y las rutas de los piensos ilegales en el pasado»

Es que lo del Reino Unido no tiene comparación posible. Desde 1986 han tenido 183.000 casos. Sólo en 1992 registró 34.000 animales enfermos y con un sistema de vigilancia pasiva, sin analizar todas las reses. De haberlo hecho el número hubiera sido mucho mayor.

La distribución de casos en España se concentra en el noroeste y luego aparecen algunas islas de casos, como Navarra. ¿A qué obedecen?

Hay dos factores. El primero y más evidente es que se trata de los puntos con más ganado bovino y de mayor edad. La comunidad con más casos es Galicia, seguido de Castilla y León. Sólo en esas autonomías hay más de 700.000 vacas adultas. En Navarra y en Menorca también hay muchas. Y en Menorca, además, son lecheras, que son las que más pienso consumen y por tanto tienen más riesgo de enfermar. Las vacas lecheras no comen pasto, sino hierba; necesitan transformar mucha energía y para un rendimiento adecuado se necesita pienso.

¿Y el segundo factor?

«La crisis de las vacas locas no ha acabado, aparecerán casos en otros muchos países»

La distribución de casos nos da una idea del consumo y de las rutas de los piensos ilegales en el pasado. En Navarra casi todos los casos están en el norte de la comunidad, en la zona pirenaica, algo que sólo se puede explicar por una mayor distribución de piensos contaminados en esa zona. Puede que esté relacionado con una fábrica de la zona que hubiera importado harinas cárnicas. Puede ocurrir también que en Menorca hubiera algún importador que trabajara sólo en la isla, o que las harinas llegaran Galicia procedentes de Portugal. Faltan estudios epidemiológicos para averiguarlo. Las comunidades tienen la obligación de hacerlos, pero si alguna los ha hecho, yo no he tenido acceso.

¿Supone esto que los ganaderos no estaban comprometidos? Porque fueron muy críticos con las primeras medidas.

Lo principal es que estaban sorprendidos, nadie se lo esperaba. Ahora no hay justificación, entienden que tienen que detectar los casos. La respuesta del consumidor ha sido muy dura y lo han sentido. Pero los ganaderos no son los únicos culpables de la crisis de las vacas locas. Hay muchos responsables, empezando por el Reino Unido, que prohibió el uso de harinas cárnicas en 1988 pero las siguió exportando. También la UE, que no las prohibió hasta 1994, y las distintas administraciones españolas que no hicieron que se cumplieran las sucesivas prohibiciones.

Los casos se siguen extendiendo. Canadá acaba de detectar su primera vaca loca.

Estamos ante un problema mundial que no está ni mucho menos acabado. Han aparecido casos en Japón, Israel, Eslovenia… Y aparecerán vacas locas en muchos otros países.

Dice que el problema no está acabado pero, ¿ha pasado lo peor?

Sí, pero hay que mantener la vigilancia. La gente sólo es consciente de los problemas de seguridad alimentaria cuando aparecen en la prensa. Y es lógico. También lo es que la prensa no pueda estar informando tres años sobre vacas locas. Pero que no aparezcan en los medios no significa que hayan desaparecido.

En España no ha habido casos en humanos, salvo el probable de un chico que vivió en el Reino Unido.

No ha habido ninguno, pero toquemos madera. Si el pico de casos animales se da en 2005, significa que los casos pueden aparecer hasta muchos años después, como ha ocurrido en el Reino Unido. Allí, el primer caso de vacas locas es de 1986 y el primero en humanos de 1996. El periodo de incubación puede ser de entre siete y 15 años y aquí no hemos llegado todavía al máximo de casos.

¿La aparición de la enfermedad se debió al abaratamiento y a la industrialización de la ganadería, como dijeron muchos partidarios de la agricultura biológica y tradicional o es sólo un cúmulo de casualidades?

Me apunto a las dos cosas. Es cierto que ocurrió porque se hicieron las cosas mal. Entre 1981 y 1982 en el Reino Unido se cambia el proceso de fabricación de las harinas, se hacen a una menor temperatura, a la cual el prión, que lo más probable es que fuera de origen ovino, no se destruye. Así que pasó a las vacas, o eso creemos. El resultado es que saltó, pero era poco previsible.

Pero la transmisión a humanos no se conoce del todo.

Se sabe que no es fácil contraer la variante humana del mal de las vacas locas. Hay que consumir mucho prión, mucha proteína patológica. Además, el paciente ha de tener el receptor para esa proteína y predisposición genética. Por otra parte, la vía digestiva es la menos propicia para la transmisión y, finalmente, queda la barrera de las especies, que dificulta el paso de la enfermedad entre animales y humanos.

Un estudio del premio Nobel de medicina y descubridor del prión, Stanley Prusiner, demostró que el prión también se puede acumular en el músculo. De ser así, ¿habría que replantearse qué tipo de carne se permite comer?

Prusiner hizo ese experimento con condiciones muy especiales. Eran ratones y les administró gran cantidad de prión. La infectividad en las vacas es distinta. Nosotros hemos buscado el prión en el músculo y no lo hemos encontrado.

¿Cuántos test se hacen ahora?

A principios de 2000 llegamos al millón de test en España. Se analizan todas las vacas de más de dos años. Además, a cualquier animal sospechoso con síntomas se le sacrifica. Se le toma el tronco del encéfalo, la zona donde acaba la columna y empieza el cerebro, para el análisis. Primero se envía a un laboratorio regional donde se hace un test para detectar el prión que produce la enfermedad. Si el test es positivo lo confirmamos en Zaragoza, en el laboratorio de referencia, con un test mucho más sensible. Se analizan las vacas de más de dos años en el matadero y las que mueren en la granja. Si tiene menos de dos años el prión no ha llegado al cerebro. Pero aun así, a todo animal de más de un año se le elimina el sistema nervioso central, los ojos y todo el intestino, donde hay una mínima posibilidad de que esté el prión.

Hay sospechas en el Reino Unido de ovejas infectadas con el mal de las vacas locas.

La hipótesis más probable es que el prión llegó a las vacas a partir de ovejas. Las ovejas desarrollan una enfermedad parecida, el scrapie, pero que no pasa a humanos. La sospecha es que este prión ovino llegó a las vacas con el cambio en el tratamiento de las harinas. Otra hipótesis dice que había vacas infectadas desde hace mucho tiempo. Ahora la duda es si el prión bovino ha pasado a las ovejas. Experimentalmente se ha conseguido hacer ese salto de prión de una especie a otra. En el campo no se ha demostrado ningún caso, pero no se puede descartar. La enfermedad de las vacas locas es transmisible, pero no contagiosa. Cuando una vaca la tiene, no contagia al resto de la cabaña. En las ovejas es distinto, porque la placenta es muy infectiva.

¿Se puede detectar “in vivo”?

Hasta ahora lo mejor es una biopsia, pero hay mucha investigación para desarrollar un test. Es probable que en poco tiempo haya un test para detectarlo en orina. Nosotros estamos desarrollando uno junto al consejo Superior de Investigaciones Científicas para ganado ovino y bovino.

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