Mercurio, más peligroso en peces marinos

Aunque las concentraciones de este metal pesado son mayores en agua dulce, el tóxico persiste más en el medio marino y se acumula en los peces que lo habitan
Por Maite Pelayo 5 de agosto de 2010
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Imagen: Natalia Robba

Los peces marinos como el atún o la caballa acumulan más mercurio en sus tejidos y, por tanto, representan un mayor riesgo para la salud de las personas que los consumen. La razón no es que este metal se encuentre en el mar en mayores concentraciones que en el agua dulce, sino que depende de la composición del medio marino, donde tarda más en degradarse. Así lo revela un reciente estudio realizado por investigadores de la Universidad de Duke en Carolina del Norte (EE.UU.).

Aunque los muestreos demuestran que el agua dulce contiene niveles de mercurio superiores a los encontrados en el mar, lo cierto es que este metal se acumula con más facilidad en los organismos marinos. La forma más dañina del mercurio, el metilmercurio, tarda más tiempo en degradarse en los océanos, factor que facilita que los metal pesado llega al medio ambiente como contaminante industrial en la extracción de oro y otros metales, a través de la combustión del carbón y también de las erupciones volcánicas. El mercurio de la atmósfera se arrastra hasta mares, océanos y masas de agua dulce y puede depositarse en el agua o en los sedimentos. El mercurio como tal, en su forma no orgánica, es tóxico para los seres vivos y el medio ambiente, pero es su forma metilada, el metilmercurio, la que realmente contiene una elevada toxicidad con el peligro de ocasionar graves problemas de salud. El metilmercurio es una potente toxina que puede provocar desde disfunciones renales hasta trastornos neurológicos, e incluso, la muerte.

Su efecto nocivo sobre el desarrollo embrionario es bien conocido, por lo que su ingesta se evita sobre todo en el embarazo limitando aquellos alimentos que de forma tradicional contienen niveles más elevados como los pescados azules de gran tamaño, últimos eslabones de la cadena alimentaria en el entorno marino.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) hay dos tipos de grupos de riesgo que son más susceptibles a los efectos nocivos del mercurio a través de los alimentos. Por un lado, poblaciones más sensibles a los efectos del mercurio (desarrollo embrionario, lactantes y niños pequeños, enfermos crónicos, desnutridos…), bien porque su sistema nervioso en desarrollo es muy sensible a la exposición al mercurio, bien porque su organismo deteriorado registra una mínima capacidad de lucha contra el tóxico. Por otro lado se encuentran quienes están expuestos a niveles más altos de mercurio (grandes consumidores de pescado, ya sea de especies oceánicas predadoras o que viven en zonas costeras muy contaminadas con este metal). En este último grupo también se incluyen personas con amalgamas dentales y trabajadores expuestos.

GESTIÓN DEL MERCURIO

El proyecto europeo MERSADE (Mercury Safety Deposit) es un programa que investiga formas para almacenar los excedentes de mercurio líquido de forma segura. LA UE prohibirá su exportación fuera de la UE a partir de marzo de 2011. A partir de esta fecha, se considerará como residuo, por lo que se crea una incógnita sobre qué hacer con los excedentes, tanto con el mercurio ya extraído de las minas como con los residuos usados por las empresas. En el proyecto financiado por la UE en el marco de LIFE Medio Ambiente participan científicos e investigadores de nuestro país, así como de la empresa que explota las minas de mercurio de Almadén, el mayor productor europeo. Los vertidos de mercurio al medio ambiente generan metilmercurio, una sustancia neurotóxica peligrosa para la salud. Por esta razón, las autoridades, además de limitar su presencia en los alimentos, regulan su uso y almacenamiento de forma segura para no generar riesgos, tanto para la salud humana como para el medio ambiente.

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