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Una cuestión de escala
Uno de los factores que más influyen es la escala: cuanto más grande es el volumen de producción, el precio por unidad sale más barato. Esto es una máxima en economía que es aplicable también al sector agroalimentario.
🔸 Los costes fijos
Existen unos gastos que, a medida que aumenta el volumen de producción, se reparten más: “Hay una serie de costes fijos y va a dar lo mismo si produces 10, que si produces 100, que si produces 1.000. Si esos costes los repartes entre 10, es mucho mayor el coste fijo por unidad que si lo repartes entre 1.000”, explica Calahorra.
“Normalmente, los productores locales producen más a pequeña escala, aunque tienen menos coste de distribución o de transporte porque están más cerca, el coste por unidad de producto es mayor que en una plantación grande”, añade.
🔸 Las condiciones laborales
Además de la escala, hay otros factores que condicionan el precio. Para Calahorra hay un coste de producción muy importante que es la mano de obra y las condiciones laborares en las que se produce, como el salario mínimo o requisitos que en otros países no los tienen. “Si se utiliza mano de obra barata, ese coste es más bajo”, apunta.
🔸 Los reglamentos de producción
Otro factor que también influye es la reglamentación que se aplica a la producción de esos alimentos. “Si aquí tenemos una normativa que nos prohíbe ciertos fertilizantes o pesticidas, porque queremos salvaguardar el medio ambiente, los residuos o mejorar la garantía y la seguridad de los alimentos, eso hace que los rendimientos sean menores y los precios, más altos”, aclara el experto.

En un mundo globalizado la tendencia es realizar acuerdos multilaterales, prosigue Calahorra y añade que si esos países exportadores tienen una normativa menos exigente, con la mano de obra más barata y no tienen esos requisitos, la producción va a salir más barata y no se estaría compitiendo en igualdad de condiciones. “Lo que se exigiría es que esos países deban tener la misma normativa que aquí”, apunta.
🔸 Las subvenciones y los aranceles
Además, hay que tener en cuenta que, por un lado, están las subvenciones a la exportación que permiten vender los alimentos más baratos en otros países. Y por otro lado, los aranceles, es decir, impuestos que se aplican en la frontera para que esos productos que vienen de fuera salgan más caros.
¿Qué pasa con el transporte?
Aunque un alimento recorra miles de kilómetros, las grandes empresas tienen infraestructuras altamente eficientes que abaratan el coste del transporte. Para Calahorra, el tema es transportar grandes cantidades. “Es una cuestión de volumen, sobre todo, ahora que los precios de la energía han subido, pero se trata de vender grandes cantidades. Si traes un barco lleno, el precio unitario es mucho menor”, explica.
Hablando de distancias, aunque evidentemente el producto local está más cercano, parece que no hay unanimidad a la hora de definir qué es un alimento de cercanía o proximidad o de a cuántos kilómetros nos referimos al hablar de él. Para Calahorra también resulta difícil determinarlo en un mundo tan globalizado: “Es un producto nacional, es de cerca de tu entorno, pero no tiene por qué ser justo a 20 kilómetros de su punto de venta”.

De hecho, muchas de las acciones que promueven el consumo de alimentos de cercanía están destinadas a fomentar los productos dentro de la propia comunidad autónoma, sin importar los kilómetros que lo separan de su punto de consumo. A nivel estatal, el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA) ha desarrollado, junto al Ministerio de Consumo, una normativa para impulsar los alimentos de proximidad en la que la distancia entre la explotación y los mercados o establecimientos de venta no puede superar los 100 kilómetros, limitando su número de intermediarios.
Sin embargo, y a pesar del creciente interés que despiertan entre los consumidores, este tipo de alimentos no dispone actualmente de una certificación legal que los acredite, como sí ocurre con otras categorías, como los alimentos ecológicos, lo que puede crear confusión a la hora de identificarlos.
Competir en calidad, no en costes
Y entonces, ¿qué puede hacer un productor local frente a esos precios tan bajos que tienen otros productores más lejanos? Para Calahorra, un productor local no puede competir en precio, principalmente porque es muy difícil rebajar los costes de producción, y tampoco puede influir en el precio de venta que normalmente impone el mercado.
Entonces, explica el experto, para optimizar costes, hay que ser más productivo, pero eso, en muchas ocasiones, es muy difícil. “Si no puedes competir mucho en costes, lo que tienes que hacer es diferenciarte en calidad”, aconseja. “Tener un nicho de mercado más pequeño, pero que esa gente esté dispuesta a comprar tu producto, y llegar hasta tu consumidor mediante campañas de publicidad o de promoción institucional”, concluye Calahorra.

Más sostenibles y de confianza
La pregunta es por qué deberíamos consumir alimentos de cercanía. En un mercado tan competitivo y globalizado, para que los productores locales, tanto del sector agrario como ganadero, pesquero o de manufactura, puedan sobrevivir y competir, es preciso que la sociedad valore y demande sus productos.
Los sistemas de producción locales se asocian a prácticas más sostenibles y tradicionales, caracterizadas por el respeto al entorno, centradas en producir calidad y no cantidad. Para profundizar sobre este tema, nos hemos dirigido a José Manuel Benítez, responsable del Área de Agricultura Ecológica de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), primera organización agraria profesional de ámbito estatal. Benítez suscribe las razones de Calahorra a la hora de explicar la diferencia de precio haciendo hincapié en su carácter insostenible y su impacto medioambiental, pero además expone el valor de los alimentos de cercanía.
“Comprar local es mantener la vida en el medio rural, mantener la vida de los pueblos, que no haya despoblación y que se mantenga la actividad agraria y la soberanía alimentaria que es algo clave”, explica. “Si dependemos de países terceros, en el caso de una crisis nos podemos encontrar con una situación grave de desabastecimiento de alimentos”, afirma Benítez.
👀 Ver cómo se produce lo que comes
“Por otra parte, es muy importante que te aseguren la calidad de esos alimentos, porque en muchos casos llegas a conocer incluso al que los produce y puedes visitarlo para ver como lo hace. Tienes esa garantía de calidad. Y, por supuesto, tienes a quién reclamar”, añade.
En este sentido, desde COAG se ha desarrollado el Proyecto ARCO (Agricultura de Responsabilidad Compartida). Se trata de crear alianzas entre personas agricultoras y personas consumidoras a través de grupos de consumo y, dentro de esa estrategia, los consumidores pueden visitar las explotaciones agrarias y conocer la realidad de cómo se produce el alimento, qué personas viven de eso y qué dificultades tienen a la hora de producir”, explica Benítez.
Finalmente, este responsable de COAG apela a “dar valor y a dignificar la profesión del agricultor como productor de alimentos de calidad”. Y concluye: “Lo que producimos son alimentos de calidad para alimentar a la sociedad, mientras que muchas veces las macrogranjas o las grandes explotaciones agrarias que hay en países terceros toman la alimentación como una mercancía”.