Aliviar el temor al dentista

Un ambiente favorable podría reducir la ansiedad infantil durante las visitas al odontopediatra más que el tratamiento con sedantes
Por Núria Llavina Rubio 2 de marzo de 2009
Img dentista
Imagen: Bianca de Blok

Para muchas personas, la visita al médico y, sobre todo, al dentista representa una experiencia angustiosa. En los niños los sonidos, los olores y las luces asociadas al instrumental médico pueden aumentar los niveles de ansiedad. Esta sensación es muy importante en menores con desórdenes del desarrollo que pueden no comprender del todo el, para ellos, desconocido ambiente clínico. Un nuevo estudio detalla la relación entre entorno médico y ansiedad y propone nuevas alternativas antes de recurrir a sedantes, anestesias generales o restricciones en la movilidad de los pacientes.

Los tratamientos odontopediátricos seguros y efectivos requieren a menudo modificar la conducta de los niños para disminuir sus niveles de ansiedad. En esta orientación deben participar odontólogos, sus equipos, pacientes y progenitores, con el objetivo de reducir el miedo y la angustia a la vez que promocionar la necesidad de mantener una buena salud bucal y lo básico para conseguirlo: ir al dentista de forma habitual (cada seis meses).

Ambiente tranquilizador

Muchas son las causas que se han asociado al aumento de la ansiedad en los niños que visitan al odontopediatra. También son numerosas las investigaciones llevadas a cabo para desarrollar programas que reduzcan esta sensación de temor. Uno de los estudios más recientes incluye, además, la necesidad de prestar especial atención a niños con trastornos del desarrollo. La mayoría de estos trabajos han llegado a conclusiones parecidas: la mejor solución pasa por crear un ambiente agradable y favorable a los niños, lejos de lo que por tradición se asocia a consulta e instrumental médicos. Una buena comunicación con ellos es del mismo modo imprescindible.

Michele Shapiro, del Issie Shapiro Educational Center, e investigadores de la Universidad Hebrew, ambos en Israel, han estudiado recientemente la relación entre ansiedad infantil y odontología en dos sesiones rutinarias de limpieza dental separadas en el tiempo. Sus resultados se han publicado en la revista «The Journal of Pediatrics». Para el trabajo, los investigadores observaron a 35 niños entre 6 y 11 años, de los cuales 16 presentaban algún trastorno del desarrollo.

Los expertos recomiendan que el tratamiento con sedantes se aplique cuando no haya terapias de la conducta alternativas

En la primera visita los investigadores mantuvieron el ambiente habitual de una clínica dental: luces fluorescentes y luz de techo frente a la cara de los pacientes. Durante la segunda visita se creó un ambiente sensorial adaptado. No se usó luz de techo, la iluminación se basó en un movimiento lento y repetitivo con color, y se pidió a la higienista dental que enfocara directamente a la boca del niño con una lámpara de mano. También se añadió música relajante a la habitación y se modificó la camilla para que tuviera un efecto vibrador tranquilizante.

Este segundo ambiente modificó de forma importante la experiencia y respuesta de los niños. De una media de duración de la ansiedad de 3,69 minutos con el ambiente normal, se pasó a 1,48 minutos con el «ambiente adaptado» en los niños sin trastornos del desarrollo. Las tasas de ansiedad decrecieron aún más en los niños con trastornos, y pasaron de casi 24 minutos a poco más de nueve.

Integración de técnicas

Además de estas recomendaciones basadas en la transformación del ambiente habitual de las consultas en ambientes más favorables mediante colores y alternativas relajantes, hay estándares ya establecidos que ayudan a mejorar la interactividad con el niño y su cooperación para, en consecuencia, garantizar el éxito en la consulta. La American Academy of Pediatric Dentistry (AAPD), en el documento revisado en 2008 «Guideline on Behavior Guidance for the Pediatric Dental Patient», detalla algunos de los posibles métodos que se pueden seguir (y que deben adaptarse a las necesidades de cada niño).

Se ha constatado que una comunicación inadecuada en el inicio puede determinar el éxito de la visita. Así, la manera con la que se da la bienvenida tanto al niño como a los padres puede determinar su conducta posterior, de manera que es importante iniciar un ambiente favorable desde este preciso instante. La integración posterior, por parte del odontólogo, de varias técnicas de comunicación aumenta las probabilidades de éxito. El método del «decir-mostrar-hacer» (permitir que el paciente conozca con atención qué procedimientos se le van a realizar), el control de la voz, la comunicación no verbal, el refuerzo positivo y las distracciones son varios procedimientos que, unidos, favorecen un mejor ambiente.

Asimismo, la presencia o ausencia de los padres puede usarse para ganar la confianza de los niños, haciendo que ellos mismos decidan si desean ser acompañados o no durante la sesión.

Más difícil con trastornos

Los niños con retraso mental, trastornos del desarrollo o con enfermedades crónicas o agudas son, según el estudio anterior, quienes sufren niveles de ansiedad más elevados, y ello puede dificultar la tarea comunicativa del odontopediatra. Las necesidades de comunicación en estos casos son mucho más difíciles de diagnosticar. Los factores que intervienen en esta pobre cooperación son principalmente el propio temor de los padres, experiencias médicas previas no satisfactorias o una preparación inadecuada para el primer encuentro con el odontopediatra.

Para paliar estas barreras, la AAPD recomienda que el dentista se convierta en «profesor», así como que él mismo establezca métodos de detección del nivel de desarrollo del paciente y de sus capacidades de comprensión para determinar una comunicación adecuada.

La mayoría de los niños pueden tratarse de forma efectiva mediante el empleo de todas estas técnicas. Sin embargo, de manera ocasional, pueden no cooperar debido a su falta de madurez mental o emocional. En estos casos hay tratamientos pediátricos avanzados que incluyen restricción de la movilidad, sedación o anestesia general. No obstante, algunos expertos insisten que deberían existir más métodos basados en la conducta, que en la actualidad se encuentran bajo estudio. Investigaciones como las de Michele Shapiro tratan de ofrecer estas alternativas. El nuevo método presentado en su trabajo, aseguran los investigadores, podría usarse en todas las clínicas dentales, sustituyendo así a los sedativos u otros procedimientos invasivos en el futuro. De hecho, la AAPD recomienda, en el documento «Guidelines for Behavior Management», que las terapias sedativas deben llevarse a cabo siempre y cuando no haya terapias de la conducta alternativas.

ODONTOFOBIA

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Son numerosos los adultos que sufren la llamada odontofobia o fobia dental, incluida entre las cinco fobias contemporáneas más importantes y prevalentes del mundo. Quien la padece trata de evitar las visitas al dentista por ansiedad o por miedo. Es una seria condición, ya que aunque los que la sufren reconocen su excesivo temor, no hacen mucho para cambiar la situación. Sólo van al dentista si es por la fuerza o cuando el problema físico se vuelve insoportable. No dormir o llorar antes de la cita o nervios exagerados mientras se permanece en la sala de espera son otros de los principales síntomas.

Hay varias razones por las que alguien puede sufrir esta fobia. Entre otras, se incluyen el miedo al dolor (poco comprensible ante las técnicas avanzadas de hoy en día), el miedo a las infecciones o a que éstas no funcionen, el miedo a los efectos de la anestesia, sentimientos de pérdida de control o de invasión del espacio corporal, vergüenza y experiencias previas desagradables.

La mejor manera de sobrellevar este miedo es hablarlo directamente con el dentista. Éste, una vez conozca los temores de su paciente, debería hacer todo lo posible para trabajar para su bienestar. Participar del proceso que lleve a cabo el profesional, preguntando sin temor qué es lo que está haciendo, también puede ayudar al paciente, que así puede prepararse para el siguiente paso del tratamiento. Pactar una señal para que el dentista pare cuando uno se sienta incómodo o para tomar aire puede ser también una buena alternativa.

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