Las consecuencias de decir que no hay alimentos buenos ni malos

La idea de que no hay alimentos buenos ni malos, además de ser errónea, sugiere que todos los alimentos son iguales y puede favorecer decisiones dietéticas poco saludables
Por Aitor Sánchez García 3 de marzo de 2016
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Imagen: dml5050

“No hay alimentos buenos ni malos”. Esta frase en nutrición y dietética se ha repetido hasta la saciedad y supone un arma de doble filo. Bajo este dogma se han defendido muchas cosas injustificables y dignas de matizar. ¿Por qué? Porque, según el emisor -y en especial de sus intenciones-, puede significar muy diversas cosas. Como se ve a continuación, no es lo mismo que esa afirmación sea dicha por la industria alimentaria, por el personal sanitario o por los dietistas-nutricionistas.

«No hay buenos ni malos»: la frase dicha por la industria

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Imagen: Shaiith79

En ocasiones, esta frase es esgrimida por parte de la industria alimentaria en sus comunicaciones publicitarias. Cabe destacar que la mayoría de los anuncios que se hacen de comida son sobre productos superfluos y de poco interés nutricional. Se puede entender, por tanto, que esta afirmación se utiliza como una excusa para restar importancia al consumo del producto poco interesante que no están vendiendo, en un intento por disimularlo o enmascararlo dentro de un patrón general.

Una muestra de este mensaje sesgado -y que se ha logrado introducir en la población- es que las empresas que desarrollan el Plan de fomento de Hábitos de Vida Saludables en la Población Española (Plan HAVISA) son, en su mayoría, parte de la industria alimentaria que produce alimentos de bajo interés nutricional. Además, es muy frecuente que esta idea vaya acompañada de otras como «hay que comer de todo» o «el consumo de estos alimentos debe ir acompañado de una dieta equilibrada y actividad física», para minimizar el impacto.

  • Un ejemplo de cómo funciona esta frase en el ámbito de la industria, y desde luego de su mala interpretación, es la siguiente idea: «Toma estos snacks, porque no hay productos buenos ni malos y hay que comer de todo».

«No hay buenos ni malos»: la frase dicha por el personal sanitario

En este ámbito, la frase suele ir seguida por un «lo que importa son las cantidades que se toman». Es un enfoque que tiende a darle más importancia a las raciones que se consumen que al alimento en sí mismo. También es muy común escuchar el «no pasa nada si te tomas algo de manera esporádica«. El problema que puede surgir al dar este mensaje es que la población lo interprete de manera inadecuada y acabe mezclándolo con el de «hay que comer de todo».

  • Un ejemplo de mala interpretación: «Puedo tomar una pequeña cantidad de diferentes alimentos superfluos porque hay que comer de todo: un poco de dulce, de embutido, de galletas, una cerveza, un vasito de vino…».

«Ni buenos ni malos»: la frase dicha por los dietistas-nutricionistas

Los dietistas-nutricionistas muchas veces la hemos usado desde el punto de vista descriptivo del alimento, refiriéndonos solo a la composición. Se origina desde el supuesto de que, de manera aislada, todos los alimentos podrían ser útiles en algún momento. Características tan poco interesantes en un contexto obesogénico como «alto en energía», o incluso el contenido en azúcar, podrían ser empleadas con acierto en ciertas situaciones. El problema es si asumimos que es útil siempre.

  • Ejemplo de mala interpretación: «Puedo tomar esta bebida de reposición que usan los deportistas porque asumo que es saludable para mí también».

Pero, entonces, ¿hay alimentos buenos y malos?

Más allá de hablar de «buenos» y «malos», utilizando un juicio de valor, lo correcto sería hablar de ellos acorde a la una clasificación concreta: «sostenible / no sostenible», «nutritivos / no nutritivos», «saludable / no saludable». Para responder a la pregunta, asumiremos que el criterio que se suele usar para esta clasificación es el de la salud.

Llegados a este punto, se puede contestar sin ninguna duda: «Sí, hay alimentos saludables, y otros no saludables». Esto no se corresponde solo a la composición nutricional, sino a los efectos que nos provocan en el cuerpo. Estos efectos son estudiados día a día en investigaciones científicas. Para ilustrarlos, nos remitimos a este cuadro que relaciona el consumo de diferentes alimentos con la probabilidad de padecer cáncer:

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Imagen: American Institute for Cancer Research

¡Claro que hay alimentos que ponen en riesgo nuestra salud! Tanto directamente, como el caso de las carnes procesadas, el alcohol o el exceso de sal, como indirectamente, en el caso de los que favorecen factores de riesgo como el sobrepeso, la obesidad, la diabetes mellitus o el síndrome metabólico; problemas de salud facilitados por exceso de azúcar, alimentos ultraprocesados de alto contenido calórico y bajo interés nutricional.

Asumir que no hay alimentos buenos ni malos, sino que hay cantidades adecuadas o inadecuadas, es un error. Comparar refrescos y verduras diciendo que ninguno es más conveniente que el otro es simplemente una mentira. Todavía estamos esperando a ver las supuestas consecuencias epidemiológicas de atracones de judías verdes; eso no pasa, por ejemplo, con la epidemia de obesidad favorecida por los alimentos ultraprocesados.

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