En estas fiestas, cuidado con las sobremesas

La variedad de alimentos, los platos vistosos, las raciones más abundantes y el reencuentro con los afectos incitan a comer de más
Por Laura Caorsi 30 de diciembre de 2013
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Imagen: Matt Ryall

Las comidas y las cenas de estos días son diferentes -muy diferentes- a las demás. No solo son más copiosas y reúnen a un mayor número de comensales, también duran más tiempo. La variedad de alimentos, los platos vistosos y el reencuentro placentero con amigos y familiares prolongan el momento más allá del café. El menú es diferente -en general, más abundante y calórico-, los postres son más apetitosos, usamos una vajilla especial, bebemos más que otras veces y acabamos el encuentro con turrones y dulces típicos de Navidad. Todo ayuda a estirar las sobremesas en lugar de las piernas, pues quedarse sentado durante horas parece inevitable cuando llega este momento del año. Pero, ¿qué consecuencias puede acarrear esta sedentaria tradición? El siguiente artículo explica algunos de los problemas que tienen las sobremesas y ofrece algunas ideas para evitarlos.

Los problemas de las sobremesas

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Imagen: CONSUMER EROSKI

La variedad de alimentos, así como su abundancia, incitan a un mayor consumo. Basta ver cómo nos comportamos en un buffet libre, por ejemplo, para entender que una oferta de comida colorida, variada, calórica y bien presentada es capaz de llevarse por delante todos nuestros esfuerzos anteriores por seguir una dieta sana y mantenernos en nuestro peso. Y es que, en estas fechas, todo parece estar diseñado para que acabemos con un par de kilos de más. Las vacaciones de los niños, la permisividad en cuanto a los dulces, las pequeñas «licencias» para comer esto o aquello, la seguidilla de «comidas especiales» y un clima que invita a disfrutar de la manta y el sofá más que del aire libre son algunas de las circunstancias que alimentan al sedentarismo y los excesos.

Las sobremesas son pieza clave en estas ocasiones señaladas. Entrañan varios problemas que pasan inadvertidos en el marco de una buena charla y la alegría del encuentro. Uno de ellos es el «picoteo» innecesario, ese en el que cogemos trocitos de comida que aún está sobre la mesa aunque ya no tengamos más hambre. Esto, en parte, sucede porque la comida sigue ahí. Pero, también, porque en el apetito inciden las emociones. Del mismo modo que podemos comer más por estrés o por aburrimiento, podemos excedernos si estamos distraídos, pasando un buen rato, en buena compañía y con alimentos que nos gustan.

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Imagen: CONSUMER EROSKI

Este es otro de los «peligros»: el tipo de comida que servimos. La presencia de comidas o alimentos grasos interfiere en las señales de hambre y saciedad. Ante este tipo de comida (tan habitual en las fiestas) el apetito aumenta y las señales de «estar llenos» disminuyen, como explica una revisión realizada en la universidad sueca de Lund. Algo similar señala el doctor Eric Rimm, profesor de epidemiología en la Universidad de Harvard. No siempre podemos confiar en nuestro mecanismo de la saciedad para dilucidar cuándo estamos «llenos». Menos aún en estas fechas.

Y existe una trampa más que acecha en las sobremesas; en especial, tras las comidas y las cenas «especiales»: la cantidad que nos servimos, las veces que repetimos, lo tentador que luce todo y el tamaño de las raciones, algo en lo que incide (y mucho) el tipo de vajilla que utilicemos. Como explica el dietista-nutricionista Julio Basulto en este artículo, el tamaño de vajilla que utilizamos puede influir de manera significativa en la cantidad de alimentos que consumimos: cuando el plato es muy grande, parece haber menos comida en su interior. Se trata de un efecto óptico, llamado ilusión Delboeuf, que nos hace percibir que hay poca comida en el plato cuando en realidad no es así.

Ideas para no caer en la tentación de la sobremesa

Hay varias cosas que podemos hacer para evitar comer de más, atiborrarnos de dulces o acabar con pesadez estomacal. Y todas son tan sencillas que, al mencionarlas, parecen obvias.

  • Si somos los anfitriones, una buena medida preventiva es elegir mejor el menú, tanto en cantidad como en calidad nutricional. Prescindir de lo innecesario o excesivo y apostar por platos más saludables puede hacer la diferencia.
  • Aunque no seamos los anfitriones y no tengamos injerencia en el menú, seguimos siendo los responsables de nuestra propia alimentación. Pensar antes de servirnos y saber decir «no más, gracias» -con amabilidad, pero con firmeza- depende únicamente de nosotros. No hay porqué comer algo que no nos gusta, ni doblar la apuesta con un plato que nos maravilla. Se acaba el año, no el mundo.

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    Imagen: CONSUMER EROSKI

    Si sabemos que, tras la comida, habrá ronda de dulces y café, podemos saltarnos el postre o, al menos, reducir la ración que nos sirvamos. Para ayudarnos con este propósito, nuestro mejor aliado es un dato: una única ración de turrón, mazapán o polvorones (es decir, 30 gramos) contiene la mitad de los azúcares que deberíamos consumir en todo el día.

  • Lo interesante de una sobremesa, más allá de la comodidad o el atractivo de los alimentos, es la compañía y la conversación, dos cosas que pueden hacerse sin mesa e, incluso, sin sillas. Podemos continuar con la charla mientras paseamos, nos movemos, hacemos la digestión y dejamos que nuestro estómago descubra que sí, que está lleno. Los turrones se conservan bien y existe el congelador: siempre podremos disfrutar más adelante de la comida que sobra.

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